Con el reciente aumento de las ideologías nacionalistas y la retórica política divisiva, la bestia dormida del antisemitismo ha salido de su sótano. Un artículo de Dan Sered y Simon Stout.
Durante aproximadamente una generación, después de los horrores del Holocausto, los insultos abiertos contra el pueblo judío se consideraron tabúes y casi no hubo ataques violentos. Pero con el reciente aumento de las ideologías nacionalistas y la retórica política divisiva que impregna el ciclo de noticias de 24 horas, la bestia dormida del antisemitismo ha salido de su sótano repleto de humor grosero a incidentes casi diarios de extremistas exaltados. Como judíos creyentes en Jesús, no podemos pasar por alto estos crímenes motivados por el odio contra nuestro pueblo. Pero esto no es solo un problema judío. Es un problema espiritual. Como cristianos, todos debemos alzar la voz por la protección del pueblo judío, sin olvidar nunca su papel en el perfecto plan de salvación de Dios.
El reciente aumento de incidentes antisemitas no es solo una percepción pública o una exageración de los medios de comunicación. De acuerdo con el FBI, hubo 609 crímenes motivados por el odio contra judíos en los EE.UU. en 2014, que crecieron a 938 en 2017.[1] De manera similar, la Liga Antidifamación (ADL) informa que en 2018 hubo 1.879 incidentes antisemitas “incluido el ataque más mortal a judíos en la historia de los EE.UU.”.[2] Las estadísticas de EE.UU. para el año 2019 se están dando a conocer, aunque ya es seguro informar que hubo un aumento del 20 por ciento en los ataques antisemitas con respecto al año anterior, incluido el apuñalamiento de cinco judíos en la casa de un rabino durante Jánuca.[3]
Lamentablemente, el aumento de incidentes antisemitas parece estar afectando a Europa también. Ioannis Dimitrakopoulos, asesor científico de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), dice: “Hemos observado un aumento de los actos de violencia contra los judíos en ciertos países”, y añade: “el tipo de antisemitismo que impregna estas sociedades hace que los judíos sientan que no pueden vivir. . . como judíos en sus países de origen”.[4] Una encuesta de la UE publicada en diciembre de 2018 informó que el 80 por ciento de los judíos europeos sienten que el antisemitismo en su país ha aumentado, y el 40 por ciento vive con el temor diario de ser atacado físicamente.[5] Más del 30 por ciento confiesa que no asisten a una sinagoga por temor a un incidente.[6] Solo han pasado 75 años desde el Holocausto y los judíos de Europa ya están ocultando su identidad por miedo.
Si bien los incidentes de antisemitismo parecen verse más en Europa y América del Norte, es por una simple razón: es donde reside la mayoría de la población judía del mundo fuera de Israel. No obstante, según la ADL, tanto como mil millones de personas en todo el mundo tienen sentimientos antisemitas, a pesar de que el 70 por ciento de ellos afirman no haber conocido nunca a una persona judía.[7] ¿Cómo puede ser esto? Posiblemente sea porque el antisemitismo, más que una cuestión racial, es una cuestión espiritual con una dilatada historia.
[photo_footer]Shalekhet (Hojas caídas) de Menashe Kadishman, en el Museo Judío de Berlín.[/photo_footer]
Después de la destrucción del Templo en el año 70 d.C., el pueblo judío se dispersó entre las naciones, y la mayoría terminó en enclaves por toda la Europa actual. Desde que el cristianismo se extendió y más tarde se convirtió en la religión del Imperio Romano, es difícil separar la historia del antisemitismo de la de la iglesia. Muchos padres de la iglesia crecieron en una sociedad que apenas toleraba al pueblo judío. Agustín dijo una vez sobre los judíos: “Dispérsalos hacia el extranjero y quítales la fuerza. Y derríbalos, oh Señor”.[8] Aún más dura es la declaración de Lutero: “Primero, incendien sus sinagogas . . . Segundo, aconsejo que todas sus casas sean arrasadas y destruidas”.[9] Cuesta aceptar que hombres de Dios tan poderosos pudieran demostrar tanto odio hacia el pueblo judío por rehusarse a aceptar a Jesús como el Mesías.
Desafortunadamente, en parte debido a la gran influencia de estos teólogos, el odio antisemita y la búsqueda de la única forma correcta de adorar a Jesús conduciría finalmente a la expulsión del pueblo judío durante la Inquisición e incluso al asesinato de 6 millones de judíos en el Holocausto, todo ello en nombre de Cristo. James Carroll, en su historia del cristianismo titulada Constantine’s Sword (La espada de Constantino), afirma, “La autoconciencia del cristianismo dependía de la existencia continua del pueblo judío como lo negativo contra el cual se hacían afirmaciones cristianas positivas”.[10] Parece una aseveración audaz, hasta que nos sumergimos más profundamente en la historia europea, donde las denuncias de libelos de sangre —judíos que sacrificaban niños gentiles durante la Pascua— han existido desde el siglo X.[11] Más aún cuando los gritos de “asesino de Cristo” han sonado como una acusación contra el pueblo judío desde el siglo II d.C.[12] hasta el día de hoy, como aparece en el manifiesto del tirador de la sinagoga de Poway, California, en 2019.[13]
El antisemitismo es un tema espiritual, y no por la falsa acusación de deicidio contra los judíos. Vemos en el Evangelio de Juan que Jesús claramente dio su vida por todos nuestros pecados; judíos y gentiles.[14]El antisemitismo es un tema espiritual porque es una táctica que el Adversario ha usado una y otra vez para tratar de destruir al pueblo judío. Lo vemos en el faraón, en el libro del Éxodo, y el rey de Persia, en el libro de Ester, solo por nombrar algunos ejemplos. Hoy en día, leemos que atacantes antisemitas no dudan en gritar “sionista sucio”[15] o “vuelve a Tel Aviv”, a la vez que ignoran simultáneamente el derecho de Israel a existir. Aunque no podemos aprobar las políticas del gobierno israelí que perpetúan el conflicto con los palestinos, nunca debemos olvidar la razón por la que se permitió la creación del país de Israel en primer lugar, como un refugio seguro para el pueblo judío después de la Segunda Guerra Mundial. Si no hay lugar para los judíos fuera de Israel y no hay lugar para nosotros dentro de Israel, simplemente no hay lugar para nosotros en el mundo.
El Adversario también ha utilizado el antisemitismo para construir una barrera estratégica entre el pueblo judío y la revelación de que Jesús es realmente el Mesías prometido. ¿Cómo podrá jamás el pueblo judío ver la gracia amorosa de Dios, cuando ha experimentado tanto odio de parte de los cristianos
Como miembros del cuerpo del Mesías, no solo debemos reconocer las faltas de los que nos precedieron, sino también estar dispuestos a combatir el antisemitismo. Lo primero que debemos hacer es orar. “Pidamos por la paz de Jerusalén”, como dice el Salmo 122:6. Orar por la protección del pueblo judío, especialmente de aquellos que viven en áreas que están experimentando una persecución más intensa. Y orar por la salvación del pueblo judío, como promete Zacarías 12:10, “Sobre la casa real de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de súplica, y entonces pondrán sus ojos en mí. Harán lamentación por el que traspasaron”.
[photo_footer]Monumento a las víctimas del tiroteo masivo frente a la sinagoga Tree of Life, en Squirrel Hill (Pittsburgh), el 4 de noviembre de 2018.[/photo_footer]
Lo siguiente que debemos hacer es estar dispuestos a ayudar. Podemos ayudar hablando del tema con otras personas y las inquietudes crecientes que genera. Y, si experimentamos algo de primera mano, podemos ayudar como sea necesario, que incluye informar cualquier cosa que veamos. Según un estudio de la FRA de 2018, la mayoría de los incidentes no se informan, lo que hace que las verdaderas estadísticas de enfrentamientos antisemitas sean imposibles de conocer.
También podemos ayudar acercándonos y construyendo relaciones entre nuestras comunidades eclesiásticas y la comunidad judía local. En el otoño de 2018, el Consejo Nacional de Evangélicos de Francia organizó un coloquio sobre antisemitismo en París.[16] Muchos líderes judíos también estuvieron presentes, entre ellos el embajador israelí en Francia. El evento hizo saber a la comunidad judía que los evangélicos no permanecerían silenciosos o “indiferentes ante el nuevo auge de antisemitismo”. También dio a los cristianos la oportunidad de expresar su amor por los judíos debido a su fe en Jesús. Créase o no, esto no solo ha producido la reconciliación entre los líderes de la comunidad, sino también algunas conversaciones interesantes centradas en el evangelio. Todos podemos aprender de esta comunidad evangélica en Francia, tal vez pequeña en número, pero fuerte en el Señor.
Acaso lo más importante que podemos hacer como creyentes es aferrarnos a Romanos 1:16 y no avergonzarnos de compartir el evangelio con el pueblo judío. Debido a nuestra historia de iglesia, casi se ha considerado antisemita compartir las Buenas Nuevas con nuestros vecinos judíos, cuando, de hecho, lo contrario es cierto: puede ser antisemita no hablar al pueblo judío acerca de su Mesías, dándoles la oportunidad de llegar a la salvación. Construir una relación con la comunidad judía no debe significar ignorar la Gran Comisión. No debemos tratar de imponer nuestra fe a los demás, pero tampoco debemos ocultarla, aunque no siempre sea bien recibida.
Amar a nuestro pueblo judío significa compartir el evangelio con ellos y denunciar el antisemitismo. ¡Debemos hacer ambas cosas! Dios nos llama a todos, como creyentes, a amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos. Este llamado es multifacético. Nos pide que asumamos una postura contra cada uno de los múltiples rostros que el odio puede tener, incluido el antisemitismo. También nos llama a predicar el evangelio y a hacer discípulos, ayudando a construir el Reino de Dios.
Tal vez se pregunten: “¿Cómo puede alguien que se opone totalmente al evangelio llegar a recibir la gracia de Dios a través de la fe en Jesús?”. Es sencillo: con el mismo poder que levantó a Jesús de los muertos. Hay muchos sobrevivientes del Holocausto que han llegado a creer a pesar de lo que presenciaron. Ruth Gottlieb, una sobreviviente de Auschwitz, dijo una vez: “Desde que conocí a Yeshúa (Jesús). . . tengo paz en mi corazón, sabiendo que mis pecados están perdonados y que un día estaré con mi Mesías en el cielo”.[17] Este es un testimonio del poder del evangelio, que en nosotros trae esperanza en vez de desesperación, perdón en vez de amargura y amor en vez de odio.[18]
Dan Sered es Jefe de Operaciones de Jews for Jesus y Simon Stout es misionero de Jews for Jesus en Tel Aviv, Israel.
Este artículo se publicó por primera vez en la web del Movimiento Lausana y se ha reproducido con permiso.
Notas
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