Nuestro Maestro, entra en una nueva dinámica que supera todas estas radicalidades. Se sitúa en la radicalidad de la ley del amor.
Comienzo haciendo esta pequeña introducción: En los Evangelios queda sumamente claro que Jesús se posicionó en la ley del amor y no tanto en el amor a la ley. Si se quiere, cuando vemos los posicionamientos de Jesús en cuestiones como guardar el sábado y otros, cuando estudiamos los comportamientos de los grupos religiosos del tiempo de Jesús, cuando vemos las actitudes de los fariseos u otros grupos religiosos del momento, que organizaban toda la vivencia de su espiritualidad en torno a normas, cumplimientos y ritos articulados en torno a la ley, incluyendo la ley del mérito para salvarse, se ve que Jesús no se posiciona en la radicalidad del amor a la ley que tenían estos religiosos.
Él, nuestro Maestro, entra en una nueva dinámica que supera todas estas radicalidades. Se sitúa en la radicalidad de la ley del amor. Por todo esto, se montaría toda una trama de críticas contra Jesús por parte de los fariseos y de los demás grupos religiosos como los saduceos, esenios y otros.
Jesús no se pone del lado de ninguno de estos grupos que, incluso, llegaban a llamar malditos a aquellas gentes sencillas que no conocían la ley por carecer de la instrucción necesaria. Para ellos la ley era mucho más importante que el amor. Por eso, ante esa radicalidad del concepto de amor al prójimo que Jesús predica y practica, poniéndolos por encima de una ética de cumplimientos, incluso diciendo que la ley está hecha para el hombre y no el hombre para la ley, le crea enemigos entre aquellos religiosos leguleyos.
Preguntas para la iglesia y los creyentes hoy, pues la situación la podríamos pasar a nuestros entornos religiosos en nuestro aquí y nuestro ahora: ¿Practicamos en nuestras vidas cristianas el amor a la ley, o la ley del amor? ¿Estamos unidos a la ley y al rito, como los religiosos del tiempo de Jesús al cumplimiento del sábado y otros, o estamos en la línea de Jesús practicando la ley del amor? ¿Es más importante para nosotros el ritual, las formas, las normas y reglamentos de la iglesia, las costumbres y tradiciones que el amor a los más débiles y menos preparados? ¿Faltamos a la ley del amor ante problemáticas que tienen que ver con el amor a las leyes y normas internas de nuestras congregaciones? ¿Nos alineamos con el rito, la norma y el cumplimiento antes que con la ley del amor? ¿Nos aferramos a una ética de cumplimiento de obligaciones religiosas en lugar de alinearnos con la ley del amor al prójimo, fundamentalmente a los más sencillos?
En los tiempos de Jesús ocurría que se alineaban en torno al rito y a la norma. Las religiones ritualistas en donde la norma o el reglamento se ponen por delante de la ley del amor, suele predominar ese amor a la ley que Jesús valoró como un peligro para la ley del amor. Hoy debemos tener cuidado con la simbología no esencial, el ritual externo basado en normas y reglas, las costumbres y tradiciones que se transforman muchas veces en ley no escrita, pero que puede perturbar a la ley del amor.
Los signos externos, esos signos o símbolos visibles que articulan nuestra práctica religiosa, no fue nunca lo más importante para Jesús. Para Jesús, lo más importante, se podría decir que el lugar sagrado por excelencia, era el hombre, el hombre y la mujer en general, todo el género humano al que vino a redimir y, si se quiere, tratando con una sensibilidad especial a la persona en medio de su dolor, abandono, marginación, enfermedad, opresión o tratamiento injusto. Ya, desde los profetas y en todo el contexto bíblico, la ley del amor aplicada al hombre, fundamentalmente al hombre que sufre por la injusticia, la opresión o por el poder de los acumuladores de este mundo, es más importante que nuestras solemnidades religiosas, las ofrendas, los sacrificios, o el ritual cúltico de espaldas al hombre que sufre. Todo esto debe quedar subordinado a la ley y a la fuerza del amor. El amor al prójimo está en relación de semejanza con el amor a Dios mismo. No es que Jesús elimine el ritual cúltico, sino que lo sublima sometiéndole a la ley del amor. Fuera del amor, no hay ley ni ritual válido. Todo queda subordinado a la radicalidad de la ley del amor que nos enseñó el Maestro.
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