El tweet de Dios sobre el refugio de la torre

Una de las peculiaridades que tiene Castilla es la que le da nombre, esto es, la proliferación de castillos en su territorio, construidos en lugares estratégicos para servir de defensa ante el enemigo. La mayoría están levantados en sitios elevados, habiendo algunos que lo están en lugares tan escarpados que parece increíble que allí se haya podido erigir una fortaleza; pero precisamente lo abrupto del terreno, aunque era un gran inconveniente para su construcción, suponía, al mismo tiempo, la garantía de su invulnerabilidad en caso de ataque. El dominio visual de los alrededores daba ventaja añadida a esas elevadas edificaciones, al no existir la posibilidad del factor sorpresa, por parte del enemigo. Si ya de por sí el castillo estaba construido como elemento vital de salvaguarda, las torres del castillo eran la parte más inalcanzable de esa fortaleza, al coronar toda la construcción. Las torres eran, por así decirlo, lo invulnerable dentro de lo invulnerable; la seguridad dentro de la seguridad.

La única manera, para los que habitaban en el llano, de librar sus vidas del ataque de un ejército enemigo, era que las puertas del castillo se les abrieran y les fuera dado refugio en su interior, pues de otra manera, su exposición ante la fuerza adversaria haría inútil todo intento de escapada. Los campesinos no tenían posibilidad alguna de enfrentarse en campo abierto a un ataque hostil, por lo que su inmediata reacción era correr al castillo en busca de seguridad. Si las puertas se abrían, eso significaba su salvación; si permanecían cerradas, su condenación segura.

Pero mucho antes de que en Castilla se construyeran fortalezas con sus torres, ya la idea estuvo presente desde tiempos remotos, porque la guerra ha formado parte de la historia de la humanidad, desde el momento en que el hombre emprendió la guerra contra Dios. Y así es como en la Biblia se constata la existencia de fortificaciones, siendo una de las más famosas la de Sion, situada en el monte de ese nombre en Jerusalén, la cual David conquistó a los jebuseos, que fueron los anteriores habitantes de esa ciudad y, posiblemente, los constructores de la fortaleza de ese nombre. Esa fortificación se convertiría en símbolo no sólo de la ciudad, sino de la nación entera. Pues bien, Sion estaba rodeada de torres y por eso se invita a andar alrededor de ella y contarlas (Salmo 48:12), teniendo posteriormente nombre algunas de ellas, como la torre de Hamea, la de Hananeel y la de los Hornos.

La idea de la torre, como lugar de refugio, le servirá a David, experimentado conocedor de todo lo concerniente con la guerra, para trasplantarla a su relación con Dios; de ahí que él denomine a Dios torre fuerte, quien le es protección ante el enemigo (Salmo 61:3). Esa figura del baluarte que es Dios, la va a emplear en sucesivas ocasiones en sus escritos, al ser una perfecta ilustración de defensa, ante las mortales acometidas que todo creyente tiene que experimentar.

Hay un tweet de Dios que expresa muy bien esa realidad espiritual y es el que dice: ‘Torre fuerte es el nombre del Señor; a él correrá el justo y será levantado.’ (Proverbios 18:10). Lo primero de todo es constatar lo que es el nombre de Dios. Cuando en la Biblia se emplea la expresión nombre de Dios, no es para que se use como una especie de fórmula mágica que tiene en sí misma poder al ser pronunciada, al estilo de un mantra. El nombre de Dios es la representación de Dios mismo, del mismo modo que el nombre de un ser humano lo representa, porque es su identidad. 

Pues bien, ese nombre es una torre fuerte. Nótese el calificativo de fuerte, lo contrario de frágil e inconsistente, porque resiste todos los asaltos. La segunda verdad de este tweet de Dios es que esa torre, que es inaccesible para el enemigo, es accesible para el que corre hacia ella, abriéndose sus puertas de par en par para recibir al que allí va en busca de ayuda. ¡Qué gran promesa hay en esta verdad! El saber que al que llama, se le abre. Hay los que corren tras vanidades, que, a la postre, resultan ser torres engañosas, porque están en connivencia con el enemigo, quien tiene fácil acceso a su interior. La tercera verdad es que la persona a la que se denomina el justo, es alguien que necesita protección y es consciente de su vulnerabilidad, por lo cual se apresura a ir allí. El justo no es fuerte en sí mismo, porque si lo fuera no necesitaría de la torre. La cuarta verdad es que el que acude a esa torre es levantado, es decir, puesto en alto, que es sinónimo de estar seguro, lejos del alcance de dardos y proyectiles.

Hay un virus maligno y universal, que es el pecado, cuyos efectos son letales. Su propagación es muy rápida, no habiendo remedio humano que pueda librar del mismo. Pero con todo lo extendido y mortífero que es, nunca hubo un virus más ignorado y negado, hasta ridiculizado; por eso el infierno tiene tantos moradores. Pero darse cuenta de su destructor peligro y tomar la única medida saludable, que es huir a esa torre segura, supone recibir amparo.

¡Quién diera que de la misma manera que se toman escrupulosas medidas para protegerse hoy de cierto virus, se tomaran medidas para protegerse de ese otro, apresurándose a invocar el único Nombre en el cual hay salvación!