Estas tres mujeres le ponen nombre a miles que han dejado sus hogares para evitar al máximo el contagio entre el colectivo de ancianos vulnerables con el que trabajan.
Por José María de Rus
La encomiable labor de los sanitarios de nuestro país será recordada por décadas, acaso figurarán en los libros de Historia como los héroes y heroínas que arriesgaron sus propias vidas por salvar la de otros, contagiándose en muchos casos porque el sistema de sanidad de nuestro país era algo parecido a la cueva de Alí-Babá.
Pero hoy escribo por tres mujeres*, que le ponen nombre a miles, que han dejado sus hogares (donde los demás estamos confinados) para evitar al máximo el contagio entre el colectivo de ancianos vulnerables con el que trabajan y evitar, al mismo tiempo, contagiar a sus hijos.
[destacate]Son madres que estiman que la vida de una persona anciana merece la pena[/destacate]Han dejado temporalmente a sus hijos y maridos para vivir juntas en un piso, sin relacionarse físicamente con su familia. Bebés de 2 y 3 años, adolescentes que necesitan a su mamá, maridos que necesitan a su ayuda idónea... pero están sacrificándose a ellas mismas porque les importa la vida de cuarenta personas. Se despidieron para ir al trabajo y salieron llenas del valor suficiente que solo las mujeres tienen para hacer ese tipo de cosas y de esa manera. Son heroínas sin capa; guerreras sin armadura; rostros sin foto en las portadas; son madres que estiman que la vida de una persona anciana merece la pena el sacrificio. Son mujeres. Son simplemente ellas. Le han puesto ovarios a esta situación y ahí las tenéis... cuidando de otros que no se valen por sí mismos, que no tienen visitas de familia, que necesitan control médico constante.
Junto a ellas hay más mujeres (Eva, Rebeca, Juani, Magdalena, Mari Tere, Gemma, Maribel, Ángela, Ana Bella, Teresa, Ana Mari) que pertrechadas con medidas de protección preparan la comida de los ancianos, friegan toda superficie, les visitan en sus cuartos, les sirven las comidas, les toman las temperaturas, los asean y visten...
Habrá miles, como digo, pero estas tres heroínas se merecen de parte de sus hijos y de sus maridos el aplauso de hoy y de siempre. No tendremos con qué pagarles el sacrificio. Tres madres, tres esposas. Tres heroínas.
Nota:
*Dedicado a Elísabet de Rus, Loida Lozano, Débora López y demás trabajadoras del Hogar Evangélico en Linares.
José María de Rus es profesor en Linares (Jaén) y editor asociado de Biblias en Editorial Clie.
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