Así pensaban también los discípulos en el episodio de la multiplicación de los panes y los peces por parte de Jesús. Jesús está en el desierto rodeado de multitudes que se describen “como ovejas sin pastor”. Tiempo y tiempo con Jesús hasta que se hace tarde. Sus estómagos estaban vacíos. Seguían a Jesús y querían permanecer con él para escucharle... y recibieron su enseñanza. Los discípulos, como muchos de los cristianos hoy, pensaron que ya era suficiente y que había que despedirlos. Ya iban espiritualmente alimentados.
Así, estos discípulos que aún tenían mucho que aprender del Maestro, se dirigen a él y le dicen: “Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan...” Pero Jesús les hace entender que ni él ni los discípulos están solamente para enseñar, para verbalizar el mensaje, sino también para alimentarlos en su hambre física, en sus estómagos vacíos: “Dadles vosotros de comer”. Así, cuando los discípulos habían hablado de comprar, Jesús les hace cambiar su posicionamiento mercantilista y les habla de dar, verbo más adecuado para el “ya” del Reino que irrumpe con la figura de Jesús.
Es la diferencia que hay entre la lógica del mundo y la lógica de Jesús. Los discípulos aún estaban en la lógica mercantilista de este siglo, de los sistemas económicos en los que no se fundamenta el cristianismo. Siguen pensando en que cada hombre debe comprar sus cosas. Y, quizás, si alguien no puede es su problemática. Pero Jesús cambia esta lógica mercantilista por la lógica de la solidaridad de aquellos que le iban a seguir y formar una nueva comunidad. Ni siquiera se trataría de que los más ricos o los mismos discípulos comprasen algo para darles después de manera asistencialista. No debe estar el que puede comprar para dar y el que, en pobreza, recibe. En la lógica del Reino no hay asistencialismos paternalistas. Se ha de mirar lo que se tiene y darlo, repartirlo igualitariamente.
En la lógica de Jesús cada uno tiene que mirar sus despensas, sus cestos o sus bolsillos, ver lo que se tiene y ponerlo a disposición de todos los hambrientos. No debe haber hambre ni tampoco acumuladores en la nueva comunidad de seguidores de Jesús.
Así, se da la pregunta de Jesús: “¿Cuántos panes tenéis?” Esta sigue siendo la pregunta de Jesús a sus seguidores en todo el mundo. ¿Cuánto tenéis?, porque hay mucha gente que tiene hambre. No importa que seas un creyente del NORTE rico o del SUR empobrecido. Saca lo que tienes y ponlo en las manos del Señor para que sea distribuido igualitariamente. Esa es la lógica del Reino que irrumpe con el Maestro. Es la única forma de romper con el sistema mercantilista regido por el dios Mammón y entrar en la lógica del Reino de Dios. La lógica del Reino comienza con compartir. Compartir no sólo la Palabra, sino también el pan. Ser cristiano es compartir el Pan y la Palabra. El Reino de Dios se da allí donde ambas cosas se comparten.
La otra cosa que aprenden los discípulos es que, fuera de la lógica del comprar y dentro de la lógica del compartir, los seguidores de Jesús tienen otra función importante. Jesús partió los panes y los entregó a sus discípulos para que los pusiesen delante de los hambrientos. Esto era ya una labor diacónica, una labor de servicio. Deberían convertirse en siervos y poner el pan delante de estos comensales cansados y hambrientos. Por tanto, la lógica del Reino ya no es la lógica del poder económico que todo lo puede comprar, sino la lógica de quien quiera ser el primero, debe ser el servidor de todos. Se trata de una lógica cristiana que no se basa en el destacar ni en el tener dinero o poder, sino en tener capacidad de servicio. Y que nadie se atreva a decir que quiere seguir a Jesús fuera de estas líneas.
Lo importante es creer que esta lógica del Reino es posible. Que se puede dar de comer a una multitud con unos panecillos. Los discípulos también tuvieron que creer y pasar de su pregunta “¿qué es esto para tantos?” a una lógica de confianza y comenzar a recostar a la gente sobre la hierba. Cuando está la disposición de compartir y se cree, todo es posible... hasta vaciar los bolsillos, los cestos y los almacenes cambiando nuestra mentalidad mercantilista y nuestra lógica de este siglo, por la lógica del Reino, del dar y del servicio. Sería el principio de una nueva justicia: la del Reino en donde se da, en donde se comparte el pan y la palabra.
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