Días después de que Estados Unidos anunciase la muerte de su líder, la organización terrorista ha reivindicado un ataque en Mali que ha causado entre 50 y 70 muertos.
El pasado 27 de octubre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comparecía ante la prensa para anunciar la muerte del líder del autoproclamado Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, en una operación de las fuerzas especiales. “Es, seguramente, el mayor terrorista que hemos capturado jamás. No había nadie mayor que él. Era el peor. Osama Bin Laden era grande, pero se hizo grande con el World Trade Centre. Este hombre construyó un país entero, como a él le gustaba llamarlo”, señalaba el mandatario estadounidense.
Pocos días después del anuncio, la organización terrorista reivindicaba, a través de sus canales de comunicación, un atentado en un cuartel militar en el este de Mali que habría causado entre 50 y 70 muertos. Un hecho que devuelve a la realidad el problema de un conflicto que parece seguir lejos de concluirse.
La venganza parece haber ocupado el centro en el que se ha basado toda decisión política y acción militar en la llamada ‘guerra contra el terrorismo’ hasta el momento. Así lo demuestran las palabras con las que Trump se refirió a la captura y muerte de al-Baghdadi. “Murió como un perro, murió como un cobarde. Murió después de meterse en un túnel, sollozando y lloriqueando hasta el final. Está muerto”, subrayaba el presidente estadounidense.
Hasta qué punto era necesario remarcar tales detalles del episodio y hacerlo con esa retórica humillante, solamente el propio Trump lo sabe. Sin embargo, lo que estas declaraciones parecen a ojos de quienes hemos seguido este conflicto desde su inicio, allá por el 2014 (aunque en realidad hay que remontarse a la invasión de Irak, en 2003), no es más que una simple venganza. El tipo de venganza que aparece tras muchas maniobras políticas en el tablero geoestratégico.
Otra prueba de ello es que, de nuevo, el mismo presidente Trump añadiese a sus palabras lo siguente sobre al-Baghdadi: “[Su muerte] se había convertido en la mayor prioridad de mi administración en materia de seguridad nacional”. ¿Era, entonces, la lucha contra el terrorismo un bien colectivo que Estados Unidos, y otras potencias aliadas, estaban ofreciendo a la humanidad, o se trataba simplemente de eso, de un prioridad personal?
La dimensión del papel de la venganza política, y más si se tiene en cuenta que en 2020 hay elecciones en Estados Unidos, cobra todavía más fuerza si se observan dos elementos concretos que han sucedido en las últimas semanas. El anuncio de la muerte de al-Baghdadi se ha producido después de que el presidente estadounidense decidiese retirar sus tropas del noroeste de Siria. Es decir, la operación de las fuerzas especiales del país norteamericano que acabó con la vida del líder terrorista en suelo sirio se produjo después de la retirada de sus efectivos militares en el lugar.
Además, dicha retirada desencadenó una maniobra militar por parte de Turquía con el objetivo de ocupar posiciones en la región del Kurdistán sirio y que, además de causar decenas de muertos, ocasionó el desplazamiento de miles de personas, la mayoría civiles, entre los que también se encontraban yihadistas de la organización terrorista que permanecían encarcelados en los centros de prisión de la Federación Democrática de Siria.
Son solo dos acontecimientos por los que el anuncio de la muerte de al-Baghdadi, lejos de relacionarse con el fin del conflicto del autoproclamado Estado Islámico, huele a una venganza de interés político. La organización terrorista ya ha proclamado a su nuevo líder, Abu Ibrahim al-Hashemi al Qurash. Rusia ocupa ahora las posiciones que Estados Unidos había mantenido en el noroeste de Siria. Turquía ha detenido su ataque en la zona después de alcanzar un acuerdo comercial con el gobierno de Trump. Y éste último parece estar ya enfrascado en la campaña electoral que el año que viene decidirá su continuidad en la Casa Blanca.
Una política que gestiona la realidad por intereses tiene realmente difícil poder superar sus propias motivaciones. En ese escenario, la venganza aprece como una solución a un conflicto que ha causado miles de muertos en diferentes países, cientos de miles de desplazados y que, todavía, permanece ante quienes hablan de ‘perros muertos’.
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