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José Hutter
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La historia de un pueblo sin hogar

A finales del XIX los judíos reclamaron un lugar para estar a salvo de las persecuciones que habían sufrido por siglos en Europa.

TEOLOGíA AUTOR José Hutter 09 DE OCTUBRE DE 2019 12:31 h
El general Allenby entra en Jerusalén, en 1917. / Wikipedia, dominio público

En el año 1517 -mientras un desconocido monje agustino desencadenó la Reforma Protestante - el sultán turco Salim conquistó Jerusalén para el Imperio Otomano venciendo a los mamelucos. Y este gobierno turco iba a durar exactamente 400 años, hasta 1917. En aquel año -al final de la Primera Guerra Mundial- se hundió el Imperio Otomano.



Entre 1535 y 1538 Suleiman -que siguió a su padre Salim- reconstruyó las murallas de Jerusalén que encierran hasta el día de hoy la ciudad antigua. Pero en el año 1541 fue sellada la puerta dorada porque los judíos creyeron que el Mesías iba a entrar por esta puerta precisamente, cuando aparecería. Suleiman, desde luego, lo iba a evitar y por si acaso también construyó un cementerio justo detrás de la puerta porque el Mesías -siendo buen judío- seguramente no iba a cruzar por encima de cadáveres enterrados. Lógica inapelable del mandatario turco.



Cuando empezó el reinado de los turcos, se estima que unos mil familias judías vivían en Jerusalén, Nablus, Hebrón, Gaza, Safed y los pueblos de Galilea. Principalmente se trataba de descendientes de judíos que nunca habían abandonado su país y de emigrantes judíos del norte de África y Europa. Pero bajo el dominio turco, más de 10.000 judíos llegaron a Israel. La gran mayoría se asentó en Safed, en el norte de Israel.



Pero también a Jerusalén llegó un goteo incesante de judíos. A partir del año 1818 había de nuevo una mayoría judía en Jerusalén. Según el censo, casi la mitad de su población eran judíos y solo una cuarta parte musulmanes. Otro cuarto de la población pertenecía a la minoría cristiana. Hasta el año 1860 todo el mundo vivía dentro de las murallas de la ciudad. Pero el espació era cada vez más escaso y así se empezó a construir un barrio judío fuera de las murallas: Mishkenot Sha’ananim en los alrededores de la puerta de Jaffa. En los próximos años, se construyeron siete nuevos barrios judíos. En el año 1880, casi el 60% de la población de Jerusalén eran judíos.



Durante los 400 años de dominio turco, el resto de Israel estaba escasamente poblado - en su gran mayoría por beduinos. Al final del siglo XVIII, casi todas las tierras pertenecieron a dueños que vivían lejos y que habían arrendado sus terrenos a campesinos locales y empobrecidos. No se cultivaban las tierras en condiciones y en consecuencia el país era un desierto, por causa de la erosión, salvo las llanuras que estaban infestadas por la malaria. Por si esto fuera poco, los turcos pusieron impuestos hasta al árbol más pequeño. Cuando la gente no pagaba, se cortaban los árboles. Así el Imperio Otomán hizo todo lo posible para convertir Israel en un auténtico infierno.



Mark Twain describió la situación después de su viaje a Israel en 1867 de esta manera:



“Palestina era de verdad un terreno de nadie, dejado de la mano de Dios, sin ciudades importantes, entregada a las malas hierbas … No vimos un alma humana en toda la ruta … apenas había un árbol, ni siquiera un arbusto. Incluso los olivos y los cactus, amigos de tierras inhóspitas, habían abandonado el país.”  (Mark Twain, “The Innocents Abroad”, 1867).



Y justo ahora iba a empezar el regreso de los judíos a Israel a gran escala. A partir del año 1880 de repente volvieron judíos de todo el mundo como si hubiesen sido dirigidos por una mano invisible. En aquel año ocurrió la primera “aliyah” (inmigración de judíos). Se fundaron nuevas poblaciones como Petaj Tikvá, Rishon le Zion u otras. Los judíos compraron las tierras a precios exorbitados de sus dueños árabes vivieron en el Cairo, Damasco y Beirut. A ellos nos les importaba la tierra, solo el dinero. Para los judíos la cosa era al revés. Hablemos de cifras concretas: en el año 1944, se pagaron alrededor de 500 dólares por una hectárea de desierto cuando en muchas partes de EE.UU. se consiguió por el mismo precio una parcela diez veces más grande y apta para la agricultura.



Llegó el año 1897. Representantes judíos de todo el mundo formaron el movimiento sionista durante el primer congreso judío mundial en Basilea, Suiza. El hombre decisivo de este evento fue Teodor Herzl, un judío austriaco. Ahora los judíos reclamaron un lugar que les podía servir de santuario para estar a salvo de las persecuciones que habían sufrido por siglos en Europa. Y solo podía haber un sitio para este proyecto: Israel.



William Hechler, creyente evangélico y sionista ferviente, tenía una gran influencia sobre Herzl que era un judío secular. En muchas ocasiones le animaba a seguir adelante con su meta de establecer un estado judío en la zona.



En este primer congreso sionista, Herzl hizo el atrevido anuncio que dentro de 50 años un estado judío sería una realidad “si así lo queréis”. Lo curioso es que exactamente 50 años más tarde, en 1947, su sueño se convirtió en realidad.



En los primeros años del siglo XX empezó la segunda “aliyah”. Muchos judíos llegaron de Rusia como consecuencia de los pogromos (palabra rusa que significa “linchamiento”) contra ellos. Al mismo tiempo también llegaron árabes de muchas partes del Imperio Otomano en busca de trabajo. Muchos de los que hoy se llaman “palestinos” son los descendientes de estos inmigrantes árabes. Entre ellos más tarde estaría Yasir Arafat, un egipcio nacido en El Cairo donde había pasado toda su juventud.



Llegó la primera guerra mundial y antes de su final, los aliados ya habían diseñado un plan para dividir la zona de Medio Oriente entre Francia y el Reino Unido, una vez derrotados los turcos y sus aliados. Los representantes de los británicos y franceses eran Mark Sykes y Charles Georges-Picot. Su convenio se hizo famoso bajo el nombre de “Convenio Sykes-Picot”. Este documento es responsable de las actuales fronteras en Medio Oriente con sus delimitaciones completamente arbitrarias. Se tomaron en cuenta los intereses estratégicos del Reino Unido y de Francia, pero desde luego no de los habitantes de la zona - desde el golfo pérsico hasta el Mediterráneo. Una hipoteca pesada que se paga hasta el día de hoy.



Muchos hoy en día creen equivocadamente que Israel es un nuevo estado en la zona que no apareció hasta 1948 en el mapa. Se olvidan de que los otros estados - Iraq, Siria, Líbano y Jordania tampoco existían mucho antes. Por lo tanto, ninguno puede alegar razones históricas con una excepción: los judíos que habían vivido en la zona desde hace más de 3.500 años de forma ininterrumpida y -lo que es más importante- que no tenían otro lugar históricamente relacionado con ellos que la tierra de Israel.



En el año 1917 -después de la derrota de los turcos- se estableció el mandato británico sobre lo que hoy es Jordania, Israel, Iraq, los emiratos del golfo y Kuwait, mientras Francia se quedaba con lo que sería Siria y el Líbano. Por primera vez desde los tiempos de los cruzados, la zona estaba bajo dominio de un poder nominalmente cristiano.



El 11 de diciembre de 1917, el general británico Allenby entró a pie desmontado de su caballo en Jerusalén por la puerta de Jaffa - por respeto a la ciudad y su importancia. Pocos saben que Allenby era un dedicado creyente evangélico.



¿Llegaría ya el cumplimiento de esa esperanza albergada en el alma judío durante 2000 años?


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

sergio de lis
11/10/2019
15:45 h
2
 
¡Estupendo! Artículo muy interesante.
 
Respondiendo a sergio de lis

jomagofu
09/10/2019
14:06 h
1
 
La historia del pueblo judío es sobrenatural, nunca ha pasado que un pueblo derrotado y desterrado durante dos mil años, vuelva a su tierra tal y como anunciaron los profetas y el mismo Señor "Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que los tiempos de estos se cumplan". Es lastimoso que en las iglesias evangélicas no se le de importancia a este hecho, cuando deberíamos estar frotándonos los ojos de asombro y admiración al observar el cumplimiento profético.
 



 
 
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