¿No hay, igualmente, una relación directa entre desorden y sexo, que desemboca en muerte?
Hasta que se desató en España hace unas semanas el problema de la carne contaminada, las palabras listeria y listeriosis eran totalmente desconocidas, hasta el punto de que ninguna de las dos aparece en el diccionario de la Real Academia. Como suele suceder con todo lo que tiene que ver con la salud, la alarma producida ha sido muy grande, siendo noticia de primer orden al acaparar la atención de los medios, con repercusiones no sólo sanitarias y sociales sino también políticas, al pender de un hilo ciertos cargos cuando un problema de salud ocurre. Ahora somos conscientes de su existencia y de los graves males que comporta la bacteria, males que pueden acarrear incluso la muerte. En ese sentido, la listeriosis ha provocado la de tres personas de avanzada edad y cinco abortos.
Pero el hecho de que se hayan contabilizado cinco casos de aborto directamente relacionados con la listeriosis, me ha hecho pensar en tantos casos de abortos que pasan totalmente desapercibidos y no despiertan ningún interés, ni suscitan preocupación, ni provocan alarma social de tipo alguno. Ninguno de esos abortos pondrá en peligro nunca a ningún cargo político relacionado con la sanidad. Jamás serán noticia destacada.
Para llegar a la conclusión de que los cinco abortos se han producido por ingerir las embarazadas carne en malas condiciones, se han hecho los rigurosos análisis pertinentes a fin de descubrir la causa. Aunque la asociación entre listeriosis y aborto es casi automática, es evidente que es preciso tratar el asunto de forma científica, porque no se puede ni se debe llegar a conclusiones serias simplemente sobre indicios, de ahí el concienzudo examen efectuado.
Pero no hay análisis que nos puedan dar pistas de cuáles son las causas de los miles y miles de abortos que cada año se producen en España, siendo, de hecho, tales análisis ilegales. Porque, a diferencia de los cinco abortos de la listeriosis, que obedecen a causas físicas, la gran mayoría de los demás abortos tienen causas de origen moral, al ser fruto de decisiones. Como esas decisiones pertenecen al ámbito de lo privado y están tuteladas y protegidas en lo jurídico, es imposible investigar qué llevó a que se produjera tal aborto en aquella clínica que legalmente lo practicó, de manera que el estudio que permita conocer las razones últimas detrás del luctuoso hecho no se puede llevar a cabo.
No obstante, es posible intuir que muchos abortos son el resultado de ciertos malos gérmenes, que no son detectables por el microscopio, pero son letales al fin. Dada la clase de mundo en el que vivimos es fácil deducir que tantos abortos se producen por causa de la casi infinita variedad de malos gérmenes que están alojados en el corazón humano. Sus efectos son devastadores sobre sus mismos portadores, llevándose la peor parte las víctimas que los sufren.
Con la palabra listeriosis sucede como con tantos otros términos médicos, en el sentido de que está presente la terminación –osis en muchas enfermedades, tales como triquinosis, osteoporosis, tuberculosis, cirrosis, arterioesclerosis, etc. Esa terminación procede de la lengua griega, de manera que ha sido uno de los numerosos préstamos que dicha lengua ha legado a tantas, entre otras la española.
Como es sabido, el Nuevo Testamento fue escrito en griego y una de las palabras que usa para describir cierto tipo de pecados es aselgeia, que se traduce de diversas maneras, como lascivia, insolencia, codicia, desenfreno y desvergüenza, aplicándose al sexo desordenado y acompañando a los términos orgías, borracheras y vicios similares. Un autor antiguo definió la palabra como ‘el espíritu que no conoce limitaciones y que osadamente sigue en pos de cualquier capricho, desvarío e insensato desenfreno que se proponga.’ Describe perfectamente la condición del mundo pagano en la antigüedad y en la actualidad, donde lo que interesa es satisfacer el deseo propio, sin importar las consecuencias que acarree a terceros, porque lo primero son las demandas del yo, que han sido elevadas a la categoría sagrada de derechos. Con mucha frecuencia se nos avisa desde la Dirección General de Tráfico de la explosiva mezcla de alcohol y velocidad al volante, que desemboca en muerte. ¿No hay, igualmente, una relación directa entre desorden y sexo, que desemboca en muerte? ¿Hablamos solamente de la listeria como la bacteria dañina a la que hay que combatir y que mata al feto? ¿Por qué no se habla de tantas otras que son morales y mortales?
La listeria es responsable de cinco abortos. ¡Cinco! Por eso hacemos bien en erradicarla. Tenemos los medios y la voluntad. La aselgeia es responsable de millones de abortos. Pero no hay la voluntad de erradicarla. Es más, la voluntad es que la aselgeia siga existiendo y campando a sus anchas y que las nuevas generaciones estén bien sumergidas en ella. Es el mundo en estado puro. Impresionado y sensibilizado hacia unas cosas, pero al mismo tiempo endurecido y extraviado hacia otras.
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