Los hombres han avanzado en la historia de las culturas, se puede decir que los niveles culturales han ido al alza. Las civilizaciones se han ido perfeccionando y el desarrollo social lo vemos como un hecho. Pero la constante de la violencia no ha desaparecido. Aún hoy los problemas del mundo se quieren resolver con el uso de la violencia, de las guerras... pero también más que nunca se levantan voces críticas contra el uso de la violencia. El “No a la Guerra” es sólo un ejemplo. Esperamos que pronto, la voz crítica se convierta en exigencia de paz.
Esta exigencia de paz, nos debería llevar a ir trazando las líneas fundamentales de una cultura de paz. Porque la cultura de paz es algo que aún no se ha dado en la historia de la humanidad. No hay precedentes de culturas de paz, o de esfuerzos especiales para crearlas. Las líneas de una cultura de paz tienen que ser originales y nuevas. No hay modelos... es algo inédito. ¿Será una utopía? Lo que sí es cierto es que los que trabajan por una cultura de paz no son ilusos desarraigados de la cruda realidad. No son ignorantes que desconozcan los modelos socio-políticos dados a lo largo de la historia. Son personas imbricadas en la realidad y que conocen todos sus elementos, todos sus componentes. Pero dentro de la realidad aún violenta, se quieren mover en horizontes utópicos. Porque la utopía es un elemento válido para ir trazando líneas de futuro. Los cristianos podemos incluso hablar de las utopías de Reino que a veces olvidamos los cristianos. Pero no olvidemos que las utopías de justicia y paz del Reino, como proyecto de Jesús, pueden ser el principio que vaya perfilando las líneas de una cultura de paz.
Así, el mundo necesita de gente utópica, de soñadores, de visionarios que sean capaces de captar intuiciones que les ayuden a ir creando las líneas maestras de una cultura de paz.
Una cultura de paz necesita un conocimiento amplio de la realidad socio-política. Necesitaría conocer y comprender las causas de las violencias que se producen en el seno de la humanidad. Tiene que observar la realidad socio-política sin tener miedo a hacer las mayores inversiones en técnicas de observación de la realidad, para que de ahí pueda obtener los datos necesarios para poner en marcha políticas de prevención que muchas veces deberían coincidir con políticas en busca de la justicia social, la mejor redistribución de las riquezas y la seguridad en el más amplio sentido de la palabra, pues, muchas veces, entendemos por seguridad sólo la derivada del uso de la violencia, de la militarización, de las políticas de represión policial, lo cual estaría en contra de una cultura de paz, cuya idea de la seguridad debe ser mucho más amplia: seguridad en el empleo para todos, seguridad alimenticia, seguridad en las posibilidades de educación y capacitación para todos, seguridad económica, seguridad en el derecho a no emigrar, seguridad en el tratamiento de la naturaleza que daría una seguridad ecológica.
Tenemos que, entre todos, hacer posible que el concepto de seguridad militarista o policial, sea un concepto que salte hecho pedazos, que caiga en crisis y se busque la seguridad por otras vías que hemos comentado. No se puede seguir pensando que la seguridad depende de poner en marcha ejércitos que humillen y destruyan países, maquinarias bélicas que intentan hacer justicia con una infinita violencia, agresiones que nunca son preventivas, pues la violencia nunca puede ser usada como prevención.
Una cultura de paz debe tener otros medios de hacer prevención, pues su primera idea de prevención consiste en prevenir la violencia. Porque una cultura de paz es la que destruye las ideas de que la vida se fundamenta en formas de soberanía absolutas basadas en las ideas de ejércitos, imperialismos o imperios, dominadores y dominados, mundo rico y mundo pobre, así como otras formas de terror y dominio, y pasar a otros fundamentos de la propia vida con sus dinámicas socio-políticas que deben estar basadas en ideas de cooperación internacional, diálogo entre los pueblos, fraternidad entre las distintas razas y etnias, igual dignidad para todos los hombres del planeta, equilibrio en el reparto de los bienes del planeta tierra...
Estas son las ideas garantes de la seguridad y de la paz en el mundo ¿Utópico? También los ideales del Reino en donde los últimos serán los primeros y los trabajadores más débiles y que nadie quería contratar al final son contratados y pagados los primeros en igualdad con los más fuertes, son utopías del Reino de Dios. Utopías que los cristianos no deben de perder, si quieren seguir trabajando en las líneas y prioridades que marcó su Maestro. De lo contrario, el llamarnos cristianos será otra de las hipocresías que nos conviertan en “sepulcros blanqueados por fuera” como denunció Jesús. Pero el interior será putrefacción y hedor pestilente. Los cristianos demos ser utópicos, soñadores y llenos de intuición, a la vez que arraigados en una realidad que hemos de conocer en profundidad para transformarla con nuevos valores.
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