Las masas de población que dan la espalda al cristianismo echan de menos los auténticos compromisos de amor, misericordia y servicio de los cristianos en el mundo.
El fenómeno no es solamente el de cristianos que abandonan las iglesias, que, ya en sí, es muy significativo según las encuestas. El fenómeno o el problema hoy, es que también hay grandes masas sociales que dan la espalda al cristianismo, mostrando una indiferencia tal que pareciera que la espiritualidad cristiana es hoy totalmente inoperante.
Preguntas: ¿Cuál es la razón de que se produzca ese fenómeno? ¿Qué parte de culpa tenemos los cristianos, quizás, simplemente, por la forma en la que vivimos el cristianismo? ¿Es que, acaso, hay demasiados cristianos en el mundo que no viven la espiritualidad cristiana con autenticidad y compromiso aportando razones para la indiferencia de tan grandes masas sociales? ¿Es que, acaso, hay muchas formas de vivir la religiosidad de forma cómoda y falsa, apartada de los compromisos que exigen los valores del Reino en cuanto al servicio, práctica de la misericordia y búsqueda de la justicia en el mundo?
Si esto fuera así, si hubiera una fundamentación real de que el cristianismo en nuestro momento histórico no se vive con la radicalidad y el compromiso demandado por Jesús a sus seguidores, no sería de extrañar que tantas masas humanas pasaran del cristianismo y le dieran la espalda de forma acrítica. El cristianismo, la vivencia de la espiritualidad cristiana, está reñido con el encierro de los cristianos en sus templos, con una religiosidad vivida intramuros de la iglesia, una huida de los lugares de conflicto allí donde el prójimo nos necesita, y el olvido de las dimensiones de la projimidad, de la misericordia y del amor que, en el fondo, es la fe actuando en un mundo de dolor.
Cuando del cristianismo hacemos algo solamente para el más allá, dando la espalda al dolor de los hombres y al servicio, la indiferencia de estas masas de población está siendo abonada. Muchos piensan que el cristianismo, vivido en la huida y la insolidaridad para con el hombre, es solamente apariencias de lo que predican. Volvería el curioso refrancillo español: “No es lo mismo predicar que dar trigo”. Apariencias inútiles.
Pues no. El cristianismo que el mundo espera y la vivencia de la espiritualidad cristiana que Dios demanda de nosotros, no es asimilable solamente al cumplimiento de ciertos rituales, al guardar domingos y fiestas, a practicar ciertas ceremonias que muchas veces se transforman en rutinas frías a las que les falta vida, observancias y prácticas externas que solamente nos dan, muchas veces, fachadas bonitas, pero que no engañan a los hombres que las ven como meras apariencias al faltarles la coherencia de los compromisos, los hechos y la práctica de la projimidad.
Pues no. No es eso. Eso sería un cristianismo vivido en huida. Quizás por eso, la gente, las masas de población que dan la espalda al cristianismo, echan de menos los auténticos compromisos de amor, misericordia y servicio de los cristianos en el mundo. Quizás sea por eso que pasan de largo, no miran hacia las prácticas religiosas, dan la espalda a un cristianismo que, quizás, adolece de lo que estamos comentando: ausencias de compromisos, no visibilidad de manos tendidas en la línea de la ayuda al prójimo necesitado, la búsqueda de la justicia y la paz, el clamor contra la opresión y la pobreza en el mundo, cuando todas estas cosas son hitos centrales del mensaje bíblico y de las exigencias de Jesús a sus seguidores.
Lo que sí está claro es que el cristianismo vivido de espaldas al dolor de los hombres, vivido en huida, difícilmente puede interesar a nuestros coetáneos. Muchos pasan del cristianismo por nuestra incoherencia, nuestra falta de compromiso, el no sentirnos movidos a misericordia ante las problemáticas del mundo y del prójimo, la escasa voz de denuncia de la opresión y de la injusticia, olvidando la denuncia profética, de los ayes bíblicos contra los acumuladores y contra los que se enriquecen a costa del pan de los pobres. Quizás sea que no tenemos voz profética, y esto se nota en el mundo, lo perciben todas esas grandes masas de población que permanecen indiferentes al discurso y rituales de los cristianos del mundo.
Aunque no me cabe duda de que hay excepciones entre los hijos del pueblo de Dios, hay siempre un remanente fiel que hará que la iglesia y el compromiso cristiano persista, a pesar de todo lo dicho en las líneas anteriores. Siempre estará ese remanente que harán que siempre haya un testimonio de acción y de servicio, de práctica de la misericordia, de fe actuando por el amor que hará que el cristianismo, de alguna manera, siga encarnado en la historia de los hombres, en nuestro aquí y nuestro ahora, y hasta que el Señor vuelva. Sí. Todavía hay cristianos que no están en eso de la huida.
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