¡Qué importante es para el pueblo de Dios tener memoria histórica! Precisamente el olvido de esa memoria fue el comienzo de su decadencia.
La memoria es una de las facultades que los seres humanos tenemos y como tiene que ver con el recuerdo de lo pasado está relacionada con la historia, de ahí la expresión memoria histórica que tanta importancia ha adquirido en nuestro tiempo. Por memoria histórica se entiende no la personal de un individuo, que llega a alcanzar unas décadas atrás, sino la de un colectivo, que retrocede mucho más allá en el tiempo.
Pero mucho antes de que se acuñara tal frase, para subrayar la importancia que tiene la retención de las enseñanzas de la historia, la idea ya aparece una y otra vez en la Biblia, siendo el pueblo de Dios el sujeto al que va dirigido el mandato de retener en la memoria lo que le sucedió en el pasado, dado que su olvido le puede acarrear un daño irreparable. Hay un libro que recalca una y otra vez la orden de recordar el pasado y ese libro es Deuteronomio, repitiéndose la palabra acuérdate a lo largo del mismo.
Hasta en cuatro ocasiones se afirma: ‘Acuérdate que fuiste esclavo en la tierra de Egipto’ (Deuteronomio 5:15; 16:12; 24:18,22). La primera ocasión tiene que ver con el establecimiento del sábado y la cesación de trabajo en ese día, a fin de apartarlo especialmente para Dios. Es muy apropiado que Israel no olvide sus bajos orígenes y quién le liberó de los mismos, para lo cual Dios instituyó ese día, como perenne recordatorio motivador de gratitud y dependencia. La diferencia entre Israel esclavo e Israel libre es que cuando era esclavo no tenía reposo alguno, pero al ser libre sí lo tiene y lo tiene por la obra rescatadora de Dios. Tener memoria de esa diferencia y de quién la hizo posible es vital.
También aparece el recordatorio de la esclavitud en relación a las tres grandes festividades de Israel: Pascua, siega y tabernáculos, cuando debían ir a Jerusalén para presentarse ante Dios con regocijo. De nuevo es muy apropiado el mandato de recordar, porque la diferencia entre la posesión de la tierra y los frutos que le da y la condición cuando eran esclavos, que no tenían tierra propia ni frutos, sino que estaban en tierra de otros y tenían que darles los frutos a ellos, es una diferencia que deben a Dios, que hizo posible tal cambio.
Igualmente el mandato de tener presente en la memoria que fueron esclavos en el pasado, repercute en el trato que han de dar a los extranjeros en el presente, ya que su recuerdo del abuso y opresión con el que fueron tratados cuando ellos eran extranjeros en Egipto, debe impulsarles a obrar de modo diferente hacia los extranjeros que ahora hay entre ellos. Se trata de un recordatorio que desemboca en una actitud humanitaria y compasiva hacia el prójimo (Deuteronomio 24:18,22).
Pero también el recordatorio de las experiencias del pasado debe servirles para afrontar las contingencias que se puedan presentar en el futuro. Y de ese modo cuando haya enemigos muy fuertes y poderosos, que parezcan invencibles, Israel debe acordarse de lo que Dios hizo en su favor cuando abatió a Faraón y a todo Egipto (Deuteronomio 7:18). El recuerdo de lo que pasó entonces, debe echar fuera el temor que quiera atenazarlos, porque Dios es el mismo.
Siempre hay un peligro latente en atribuirse a uno mismo el mérito de los logros conseguidos y en ese sentido es muy oportuno el recordatorio para que Israel no olvide que lo que consiga en la tierra de Canaán cuando entre, en cuanto a prosperidad, no es resultado de su propio poder sino del poder que Dios le da para que tenga la facultad de conseguir riquezas (Deuteronomio 8:18). Recordar eso es esencial para no caer en la engañosa confianza propia, que es la antesala para independizarse de Dios.
Igualmente, es fácil que Israel pensara que, en última instancia, si Dios le hizo objeto de tantas mercedes debía ser por alguna cualidad especial. Pero su trayectoria en el desierto, con sus constantes murmuraciones, incredulidad, rebeliones y caídas, demuestra que, lejos de ser un pueblo excelente, es un pueblo imposible, de dura cerviz, sirviendo ese recordatorio para acentuar la paciencia de Dios hacia ellos (Deuteronomio 9:7). No es por su justicia propia sino por la continuada gracia de Dios que tienen lo que tienen.
¡Qué importante es para el pueblo de Dios tener memoria histórica! Precisamente el olvido de esa memoria fue el comienzo de su decadencia, cuando una vez asentado en Canaán se levantó una generación que se olvidó de Dios, de sus hechos y de su palabra, cavando así su propia tumba.
Tener memoria histórica es lo que en el Nuevo Testamento se afirma, cuando Jesús instituyó la Cena, como recordatorio de lo que éramos, cautivos del pecado, y de lo que somos ahora, libres del mismo, gracias a su muerte expiatoria (1 Corintios 11:24-25). Cada vez que en una iglesia se celebra la Cena, se está ejerciendo la más importante memoria histórica que pueda haber. La que es imprescindible retener, porque no tiene que ver con una realidad temporal y terrestre sino con una imperecedera y celestial.
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