Restaurar el paisaje de la identidad fracturada de Asia del sur.
En toda la región de Asia del Sur, la religión es un componente importante de la identidad de una persona. A la luz de su historia de colonialismo y su amplia diversidad de idiomas y culturas, las identidades religiosas se han fortalecido allí de forma natural. Sin embargo, algunos grupos sociales y políticos las han manipulado para movilizar apoyo. En el pasado reciente, una creciente superposición entre el fundamentalismo religioso violento, el nacionalismo y el mayoritarismo han producido un crecimiento de la violencia y hostilidad hacia las minorías religiosas, especialmente los cristianos. Por ejemplo:
La creciente violencia ha producido inseguridad y pérdidas de vidas y propiedades. También ha producido mayores restricciones del gobierno a la vida religiosa. Esto es porque los gobiernos a menudo usan la existencia de hostilidades sociales para restringir la vida religiosa en general a través de una regulación creciente sobre cómo pueden reunirse las comunidades religiosas, cómo reciben fondos y aun cómo practican sus creencias religiosas. Por ejemplo, la violencia contra cristianos en India por nacionalistas hindúes ha hecho que el gobierno pida repetidamente la promulgación de leyes anti-conversión que solo restringirán más los derechos de los cristianos.[2]
FACTORES QUE ALIMENTAN LA VIOLENCIA MOTIVADA POR LA RELIGIÓN
Los principales factores que alimentan la violencia motivada por la religión son una cultura de impunidad que permite que la violencia colectiva quede sin castigar, la propaganda dirigida contra minorías religiosas y la imposibilidad de forjar identidades comunes entre ciudadanos:
1. Un estado de derecho débil y la cultura de la impunidad
El Índice de Estado de Derecho 2017 producido por el Proyecto Mundial de Justiciaencuestó 113 países en relación a 44 indicadores, como restricciones a los poderes del gobierno, ausencia de corrupción y el sostenimiento de derechos fundamentales, justicia civil, etc. La mayor parte de los países de Asia del Sur ocuparon puestos entre 70 y 100 aproximadamente. Nepal fue el mejor país de la región, con el puesto 58. Estas calificaciones deficientes reflejan un deterioro y una desaceleración en el sistema de administración de justicia que alimenta una cultura de impunidad con relación a la violencia por turbas y los excesos del estado.
Por ejemplo, en India, según informes recopilados por United Christian Forum, ocurrieron más de 250 incidentes de violencia contra cristianos en 2017; sin embargo, en solo 23 casos se presentó un Informe de Primera Información (FIR) o denuncia penal. Según una declaración del gobierno al Parlamento en febrero de 2017,[3] durante los últimos tres años más de 278 personas han sido muertas, y más de 6500 han sido heridas debido a violencia comunal. Hubo más de 2000 ‘incidentes comunales’ en todo el país, pero pocos procesamientos y aún menos condenas.
En un juicio de 2016[4] en WP (civil) 76/2009 con referencia a la horrenda violencia comunal generalizada contra cristianos en 2008 que produjo cerca de 100 muertes y el desplazamiento de más de 50.000 personas en el estado de Odisha (previamente conocido como Orissa), en el este de India, la Corte Suprema de India observó:
La declaración jurada en nombre del Estado el 01.03.2013 indica que, de 827 casos registrados, 512 casos resultaron en la presentación de hojas de cargos, en tanto que en 315 casos se presentaron informes finales. En otras palabras, en 315 casos no se encontró ninguna ofensa cometida o no se pudieron detectar los ofensores. Una proporción tan grande es bastante inquietante. El Estado haría bien en considerar cada uno de estos 315 casos y ver que los ofensores tengan que rendir cuentas. De modo similar, de los 362 juicios que se han completado, solo 78 han producido condenas, que es nuevamente materia de preocupación.
Cuando se combina con bajos niveles de educación, la corrupción y la pobreza, los débiles sistemas de administración de justicia han demostrado ser instrumentales para la creación de una cultura donde el nacionalismo religioso violento puede operar con impunidad. Las turbas saben que pueden salir impunes ante la violencia.
2. Mayoritarismo y propaganda contra minorías religiosas
El nacionalismo religioso es sumamente problemático cuando la religión mayoritaria lo usa para crear una clara distinción entre la mayoría y la minoría:
En India, la literatura y el material de propaganda, a menudo en la lengua vernácula y circulados a través de las redes sociales, crean mitos con relación a los cristianos y los musulmanes, las dos comunidades minoritarias apuntadas en el país. Los mitos, repetidos con la suficiente frecuencia, han obtenido ahora una apariencia de verdad y aun los miembros de las comunidades minoritarias se hacen eco de ellos.
La acusación más frecuente contra los cristianos en India es que participan en conversiones poco éticas y forzosas. Según los rumores, los cristianos dan grandes cantidades de dinero y otros incentivos para hacer que las personas se conviertan. En respuesta, varias provincias en India han promulgado leyes para asegurar que la conversión forzosa o la conversión por incentivos sea una ofensa punible.[5] Sin embargo, a pesar de la promulgación de esta clase de leyes desde fines de la década de 1960, solo ha habido una condena conocida bajo ellas. Además, India tiene ahora leyes muy estrictas que regulan cómo pueden ingresar fondos extranjeros al país y cómo pueden ser usados.
No obstante, la propaganda contra los cristianos sigue siendo fuerte y alimenta un sentido de desconfianza hacia los cristianos en India. Esta es, lamentablemente, la experiencia de cristianos en muchas partes del mundo,[6] especialmente en la región de Asia del Sur. La propaganda establece el fundamento para la violencia y la hostilidad al crear al ‘otro’ que es diferente de nosotros.
3. Imposibilidad de forjar identidades comunes
A menudo, los grupos nacionalistas religiosos se enfocan en un solo aspecto de la identidad de una persona o un grupo. Así se crea una división entre comunidades, al resaltar las diferencias más que las similitudes. Aun el idioma y la cultura, que deberían ayudar a unir a las personas y ayudar a que fluyan las ideas, se convierten en un punto de discordia.
En realidad, nadie tiene una sola identidad. Somos seres compuestos que disfrutamos de una amplia variedad de intereses. El premio Nobel y destacado escritor Amartya Sen escribe en su libro Identity and Violence: The Illusion of Destiny:[7]
En nuestra vida normal, nos vemos como miembros de diferentes grupos, y pertenecemos a todos ellos. La ciudadanía, residencia, origen geográfico, género, clase, política, profesión, empleo, hábitos alimentarios, intereses deportivos, gustos musicales, compromisos sociales, etc. de una persona hace que pertenezca a diferentes grupos. Cada una de estas colectividades, a las que esta persona pertenece simultáneamente, le da su identidad particular. Ninguna de ellas puede ser tomada como la identidad única o categoría de membresía singular de la persona.
Los grupos nacionalistas religiosos tienden a reducir nuestras identidades a meras identidades religiosas, con lo cual aíslan a las minorías y logran convertirlas en blancos.
¿CÓMO DEBEMOS RESPONDER?
¿Cómo deben actuar los cristianos ante esta violencia y hostilidad crecientes? Basándome en mi experiencia aquí en India, me gustaría ofrecer algunas sugerencias para encarar estos 3 factores que las alimentan:
1. Trabajar para fortalecer el estado de derecho
a. Alfabetización legal: La iglesia y demás grupos de la sociedad civil deberán comprometerse con el fortalecimiento del estado de derecho ayudando a las comunidades a entender mejor los procesos legales y los marcos de los derechos humanos básicos. Las comunidades podrán hacerse más resilientes frente al extremismo religioso a medida que entiendan cómo acceder a la justicia para remediar violaciones de sus derechos humanos por actores del estado y fuera del estado.
b. Ayuda para la litigación: Los sistemas legales son lentos y complejos, y a menudo las víctimas necesitan ayuda para recorrerlos. Con frecuencia los casos no tienen seguimiento y llegan a su fin lógico en los tribunales porque las víctimas y los testigos tienen temor, son vulnerables y están solos. Los cristianos harían bien en ponerse al lado de las víctimas para permitirles hacer el seguimiento de sus casos mediante la provisión de ayuda legal.
c. Promoción de cambios de políticas: Los cristianos deben seguir creando oportunidades para que minorías religiosas y otras comunidades vulnerables participen en la promoción de cambios de políticas. Una mejor protección de los derechos fundamentales, una mayor separación de los poderes entre las diferentes instituciones del estado y una mayor transparencia en todas las instituciones del estado son pasos cruciales para el fortalecimiento del estado de derecho.
2. Responder a la propaganda
a. Es imperativo que los cristianos y la sociedad civil confronten las mentiras con la verdad, contada de una forma atrayente. Una forma de hacerlo es crear oportunidades para que las personas compartan sus propios caminos de fe.
b. Deben crearse oportunidades en escuelas y universidades para ayudar a que niños y jóvenes entiendan la cultura compuesta de una región. Ninguna comunidad religiosa puede atribuirse la cultura de un país por sí sola. Esto es especialmente cierto en Asia del Sur.
c. Los cristianos deben también, donde corresponda, iniciar acciones legales contra agencias o personas que inciten a la violencia contra minorías religiosas, presentando denuncias ante la policía.
3. Forjar identidades comunes
Para construir identidades comunes, las iglesias deben crear oportunidades para que el cuerpo de Cristo trabaje en eventos conjuntos compartidos con el público en general sobre asuntos relacionados con el bien común mayor. Con demasiada frecuencia las políticas divisivas meten a los grupos vulnerables en silos. Los cristianos en Asia del Sur, como minorías, deben resistir esa tentación y más bien abrazar sus identidades compartidas mayores para forjar nuevas relaciones. El Pacto de Lausana ofrece un importante recordatorio para cada uno de nosotros de que ‘la Iglesia es la comunidad del Pueblo de Dios, mas bien que una institución, y no debe identificarse con una cultura, sistema social o político, o ideología humana particular’.
CONCLUSIÓN
En respuesta a la creciente superposición entre identidades religiosas y nacionalistas, y la violencia resultante contra minorías religiosas, la diversidad dentro de un cuerpo junto con el amor y respeto por diferentes miembros de ese cuerpo que representa la iglesia mundial es un modelo singular e importante para un mundo herido. Es imperativo que los cristianos sigan viviendo esto. Los cristianos deben trabajar para fortalecer el sistema de administración de justicia y construir relaciones profundas y significativas en nuestros barrios y en la sociedad más amplia, y con las personas más vulnerables.
Notas
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
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