Gracias a Jesús hay poder que se transmite con la resurrección. Un poder que empodera a unas mujeres minusvaloradas, pero que empodera también a todos los débiles de la tierra.
“No temáis, ha resucitado; id, dad las noticias a mis hermanos”, fue lo que les dijo Jesús a las mujeres que se abrazaron a sus pies y le adoraron después de su resurrección. Qué curioso: el gran mensaje del nacimiento de Jesús fue encargado a unos sencillos pastores que guardaban y velaban sus ovejas en medio de la noche. Dios revelándose a los débiles del mundo, pero ¿y en la resurrección? Jesús empodera a las mujeres y las convierte en voceras del mayor mensaje que había de recibir la historia de la humanidad.
Hoy las mujeres buscan voz, igualdad en todos los sentidos, dignidad ante los abusos, protección ante las violencias de los hombres. Sin embargo, a veces, ni siquiera los cristianos recuerdan que esto es ya un asunto antiguo que Jesús pone sobre la palestra humana. Jesús, en el caso de la resurrección no les da sólo la igualdad, sino la excelencia, el lugar de suprema importancia.
Hoy algunos dicen: “Si las mujeres tuvieran que callar, la noticia de la resurrección no se habría dado”. Lo importante es que, en un tiempo en el que la mujer estaba marginada, no tenía voz y su testimonio era menos creíble que el de un hombre, Dios la empodera y le dice que es ella la que tiene que dar el mayor mensaje que ha de llegar al mundo… Y, como algo adjunto pero importante, les deja el mismo mensaje que a los pastores de Belén: “No temáis”. Quizás los cristianos deberían tomar nota de estos ejemplos de Jesús y seguirle en ellos.
Característica de los mensajes de Jesús: Se dirige a los débiles del mundo. Quizás por eso de que el poder de Dios se perfecciona en la debilidad. No es que la mujer sea más débil, sino que ha estado más subyugada y, en muchos momentos, lanzada a los márgenes de la historia, a los carriles de soledad. Gracias a nuestro Maestro Jesús, el mundo va entrando por esas líneas de dignificación e igualdad de la mujer.
Incluso, en algunos momentos de la historia, la ceguera humana llegó a orientar la oración de muchos hombres con esta frase: “Gracias, Señor, por no haberme hecho mujer”. No entienden a Jesús, no comprenden o no quieren comprender su mensaje. Elegidas para ser voceras del más sublime mensaje de parte del mismo Dios.
Hoy podemos decir que, en la medida en la que se va dignificando a la mujer y alcanzando parámetros de igualdad, se va dignificando también al hombre, se le van abriendo los ojos y el entendimiento, va encontrando caminos de verdad. ¡Hay esperanza! Jesús ha resucitado, y vosotras mujeres habéis sido las elegidas para dar el gran mensaje de salvación, de vida eterna.
Jesús, con su resurrección, rompe todos los esquemas de debilidad que ha ido estructurando la sensibilidad de muchos hombres. Jesús se une así, en su resurrección, a los débiles del mundo, a los marginados, los rechazados y abusados, los maltratados y objetos de violencias, muchas de ellas violencias de sus prójimos hombres.
Ya nadie puede considerar débil a ningún ser humano, ya no se puede relegar a nadie a los segundos planos allí donde se da el abandono y la desconsideración. En la resurrección, justo en el tema de la consideración que los judíos tenían de la mujer, se cumple uno de los valores del Reino: “Los últimos serán los primeros”.
Hay esperanza para todos. Ya nadie debe caer en la necedad de sentirse superior. Al contrario, debemos considerar siempre al otro, sea hombre, mujer, joven o niño, como superiores a nosotros mismos. Tremendos ejemplos que el cristianismo también ha olvidado a lo largo de la historia.
Por tanto, no va a ser la muerte la que tiene la última palabra, sino la resurrección. Jesús murió en debilidad y resucitó en poder. Hay poder en Él para empoderar a quien Él quiera, aunque sea alguien mal considerado por sus prójimos. ¿Cuántas veces se tiene que equivocar el hombre para aprender?
El mensaje que Jesús dio a las mujeres también podría redactarse hoy así:
Sufrientes del mundo, mujeres maltratadas y robadas de dignidad, los que estáis sometidos a los poderes de las estructuras injustas de poder, los marginados, despojados y abatidos, los rotos como cañas cascadas, los que estáis en la infravida del hambre, de la exclusión y de la opresión, sabed que esos sufrimientos que os acosan debido al egoísmo, injusticias, desigualdades, injusto reparto de los bienes del planeta y todo sufrimiento en general por el desprecio y la minusvaloración en que están tantas personas en el mundo, no tienen la última palabra. No es la realidad última de la vida. La resurrección es garantía de cambio radical para los minusvalorados, pobres y sufrientes del mundo.
Gracias a nuestro Señor Jesús hay poder que se transmite con la resurrección. Un poder que empodera a unas mujeres minusvaloradas, pero que empodera también a todos los débiles de la tierra. Los cristianos del mundo debemos unirnos al mensaje del resucitado y, más aún, seguir su ejemplo, su estilo de vida, su dignificación de los débiles, la grandeza de una vida entregada por el bien de todos, la igualdad, la justicia y el amor… Gracias a la resurrección.
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