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Noa Alarcón
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El problema de la industria cristiana

Esta nueva industria se está creando a imagen y semejanza de cosas que no tienen nada que ver con los valores del evangelio.

AMOR Y CONTEXTO AUTOR Noa Alarcón Melchor 06 DE NOVIEMBRE DE 2017 12:00 h
war room El éxito de la industria de películas cristianas no ha pasado desapercibido entre las grandes compañías.

Hace unas semanas la revista Vanity Fair se hacía eco en un artículo de una noticia que, a pesar de la repercusión que va a tener para el pueblo evangélico en España, ha pasado totalmente desapercibida. Es muy probable que los propios implicados no quieran que se difundan mucho sus intenciones. En realidad, ni siquiera sé por qué un medio como Vanity Fair ha hablado sobre esto junto a anuncios de maquillaje y artículos sobre las mejor vestidas de Hollywood.



[Advierto que, a partir de aquí, voy a hablar de cosas incómodas. Si alguien quiere huir de ellas porque es de ofensa fácil, está a tiempo de buscar una lectura más acorde con su estado de ánimo o con su punto de vista. Pero si alguien sigue queriendo enterarse un poco de lo que está pasando, me puede acompañar].



La cuestión es que Sony, la productora cinematográfica (que en los últimos años ha estrenado superproducciones como la nueva Cazafantasmas o Spiderman: Home Coming), ha decidido crear una subdivisión dedicada a producir películas cristianas. Os lo explico: no se trata de grandes producciones como los péplum de los años 50 y 60, ni de emular grandes películas de la historia del cine como Los diez mandamientos o Ben Hur, obras de directores y guionistas que utilizaban la cultura bíblica común para crear obras visuales de gran valor estético. No, lo que pretende hacer Sony aquí es adoptar a la gallina de los huevos de oro. En 2003 Alex Kendrick, pastor de una iglesia bautista de Albany, Georgia, recaudó 20.000 dólares en ofrendas para escribir, dirigir y producir una película de trasfondo cristiano para su congregación. Tuvieron tanto éxito que fundaron Sherwood Pictures, una de las productoras de cine independiente más exitosas de los últimos veinte años. La clave del éxito está en producir películas de muy bajo presupuesto y un marcado carácter cristiano evangélico estadounidense que se difundirán en iglesias, centros y escuelas cristianas obteniendo enormes recaudaciones. Los gastos de publicidad son mínimos, los espectadores no exigen calidad y tienen un público fiel. La clave de todo esto reside en que a Sony le da absolutamente igual lo que cuenten o pretendan enseñar esas películas: ellos solo acuden al llamado de una industria muy golosa. Ha ocurrido lo mismo desde el punto de vista editorial con Harper Collins, que hace unos años, sin tener ninguna motivación o compromiso religioso detrás, creó una subdivisión de literatura cristiana para alcanzar a un porcentaje de la población que, si se le vende lo que buscan, va a comprar sus productos. Hay negocio en el pueblo evangélico, y se están empezando a dar cuenta, pero no es algo de lo que deberíamos sentirnos orgullosos.



En el caso de las películas, es obvio que se trata de una inteligente jugada de Sony. Los valores morales o la fe quedan en un segundo plano: la realidad es que los beneficios de las grandes superproducciones son cada vez más escasos, porque cada vez cuestan más de producir. Para enganchar a los espectadores en este siglo XXI las películas tienen que ser espectaculares, y eso cuesta su buen dinero. En películas como la nueva de Spiderman, a pesar de su calidad, el margen de beneficio no es demasiado grande: por mucho que recauden, también costaron mucho de hacer. Sin embargo, una película como A prueba de fuego (2008), que costó medio millón de dólares, recaudó 33 millones, lo que supone un margen de beneficio difícil de ignorar.



Si alguien intenta ver en esto un nuevo interés por el cristianismo o por el evangelio dentro de la industria cultural de Estados Unidos, se equivoca del todo. Se trata exclusivamente del descubrimiento y la explotación de un nuevo mercado, y de la creación de una nueva industria. Lo desconcertante y ciertamente incómodo de esta nueva industria es que se está creando a imagen y semejanza de cosas que no tienen nada que ver con los valores del evangelio.



Hay diferentes estilos de industrias culturales. Las hay que apelan a cuestiones más elevadas o trascendentales, a la creación de cultura como motor de la cohesión social y como uno de los medios principales en que avanzan las sociedades humanas. Luego, dentro de esos conceptos elevados, muchas veces defienden cosas que no están necesariamente cerca de la verdad de Dios, pero eso es otro tema. También están las industrias culturales que derivan más hacia formas de ocio o entretenimiento que tienen sus propias desviaciones, pero la mayor parte del tiempo no tienen más peligro que ser una pérdida de tiempo. Sin embargo, también están ese otro tipo de industrias que no aspiran a nada elevado, y ni tan siquiera quieren entretener, sino que aprovechan una especie de veta mental de sus acólitos, un patrón común de consumo que cuanto más cerca esté de la adicción más beneficios genera. Por desgracia, esta industria del cine cristiano de la que hablo tiene incómodos puntos en común con esta última clase de industrias, entre las que se podrían incluir a la de la literatura romántica y la pornografía.



No digo que sean lo mismo, pero tienen puntos en común: 1) se condiciona la calidad a la cantidad; 2) bajo presupuesto y mucho margen de beneficio; 3) conseguir consumidores antes que espectadores. Lo explico:



Las tres industrias buscan más consumidores que espectadores. Ofrecen cosas (romance, sexo, experiencias de fe) que no se pueden disfrutar realmente de forma vicaria: si no las experimentas en persona, no te sirven para la vida real. Sin embargo, tienen apariencia de vida real. En todos los casos en el cerebro se activan los mecanismos de placer y recompensa, junto con la liberación de las sustancias que provocan adicción. No, insisto: no son lo mismo. Lo sé. Pero funcionan de forma muy parecida.



Conozco a gente muy enganchada a este tipo de películas cristianas que te hablan de ellas y las defienden en el mismo tono en que he conocido a mujeres enganchadas a la literatura romántica. No se percatan de que, desde un punto de vista estético y artístico, son productos de bajísima calidad y (como pretende hacer Sony) que se producen como churros porque su única intención es tener contento y ocupado al público que les paga. Sin embargo, los cristianos que no están acostumbrados a ver estas películas cristianas son incapaces de disfrutarlas. Ocurre lo mismo con quien no está acostumbrado a la pornografía o a la literatura romántica.



Una cosa es que haya películas que hablen de la experiencia de la fe, o que propongan interesantes cuestiones teológicas y vitales que tengan que ver con el evangelio. Si os dais un paseo por el blog de José de Segovia, o por su página de Entrelíneas, donde también escriben otros autores, podéis encontrar decenas de casos en que eso es posible. Otra cosa muy diferente es esta nueva industria. Y creo que es peligroso que la tomemos como buena, o como habitual, y que la potenciemos entre nuestros grupos e iglesias. Primero, porque estaremos alimentando a una industria con intenciones que no van más allá del hacer negocio; segundo, porque Dios nos hizo seres sensibles a la experiencia estética, y estas películas carecen de ello (y eso es independiente de que nos gusten o no. El gusto no tiene que ver con la profesionalidad, la calidad y la intención artística). Y, tercero, porque da la apariencia de que estamos haciendo algo que favorece nuestra fe, pero no lo hace.



Yo he visto unas cuantas, quizá las más famosas, y he de reconocer que me generan dudas una vez superado el impacto de la pura emocionalidad. Primero, se realizan exclusivamente desde un punto de vista de la cultura evangélica estadounidense de clase media y, preferentemente, del Medio Oeste. De hecho, se generan para consumirlas allí, y aquel es su mercado principal. El que estén traducidas al castellano no es más que intentar sacarle algunos dólares más de rendimiento. No es malo que existan esas películas, pero sí que se impongan como modelo a seguir. Lleva décadas ocurriendo con los libros y aún no nos hemos dado cuenta.



Pero el mayor problema que yo le veo tiene que ver con la experiencia de fe. En las películas cristianas que yo he visto (o que me han obligado a ver) se asiste al espectáculo de una experiencia de fe que muchas veces, para que encaje en el guion, se modifica ligeramente y se aleja de la realidad de la que nos habla la Biblia. Muchas veces la fe nos lleva por caminos desagradables o experiencias desgarradoras que no tendrán una feliz resolución en los próximos 90 minutos. Muchas veces no hay esa clase de finales felices (o al menos no en esta vida), pero esa idea resulta completamente inapropiada para una película que lo que busca es hacer salir al espectador con la sensación de triunfo y de victoria que generará esa respuesta de placer y recompensa en su cerebro y que hará que regrese para ver la próxima película. La vida real, la auténtica experiencia de fe, la obra del reino de Dios en nosotros, es otra cosa muy diferente a lo que se nos cuenta ahí. Por esa razón resulta completamente inútiles como medio de evangelización, como las propias productoras admiten. No son material evangelístico y no están producidas como tal (y quien pretenda que lo son se llevará una gran desilusión al descubrir que no funcionan). Son productos fabricados para suplir esa necesidad de vivir experiencias de fe artificiales en cierta clase de cristianos.



A pesar de todo esto, sé que hay gente que las ve, y las defiende: no estoy en contra de eso, siempre y cuando se haga con mesura, con buena conciencia y sin ninguna clase de imposición. Si se respeta que no es más que un producto de consumo y que hay cristianos a quienes no les gusta, si se omite intentar evangelizar a través de ellas, si se deja de creer que su existencia se debe a que los señores de Hollywood se están “empezando a dejar seducir por el cristianismo” o cosas así, no habrá problemas.



La triste realidad de esta industria abre el melón de un problema serio que llevamos arrastrando en el pueblo evangélico décadas. Desde el principio, hubo grupos que se opusieron al cinematógrafo y a toda la industria de Hollywood por su lógica diferencia de lo que era la moral y los valores. Pero en vez de resolver el problema fortaleciendo la fe y la convicción de los creyentes para que pudieran enfrentarse a cualquier cuestión sin flaquear, se optó por empequeñecer la fe prohibiendo a los cristianos ir al cine. Entre otras muchas cosas. Aunque esos viejos complejos, con los años, se hayan ido suavizando, son el germen de que haya grupos muy conservadores que opinen que la mejor manera de solucionar el viejo dilema no es haciendo que los creyentes sean maduros y sabios, sino imitando la industria para enfrentarse al dilema no desde la fe, sino desde el mercado. Así, se le añade la etiqueta de cristiano a cualquier producto y se vende como una nueva forma de kosher o hallal para que los creyentes puedan consumirlo sin miedo… y sin necesidad de usar el criterio propio. Nada de esto es malo de por sí: ni el cine cristiano, ni la música cristiana… siempre y cuando se usen bien. Y no se ha estado haciendo.



Creo que Dios, cuando nos hizo a su imagen y semejanza, nos hizo sensibles al arte y a la belleza; solo hay que ver en qué planeta vivimos para entenderlo. Como seres creados por un Dios artesano y creativo, somos igualmente artesanos y creativos, y en la creación encontramos una fuente primigenia de bienestar para nuestras almas. Quienes escriban, pinten, cocinen o hagan punto, por ejemplo, lo saben bien. El arte y la cultura también quedaron corrompidos con la caída (se ve claramente en Babel), y hay una dimensión del evangelio que también busca restaurar esa cultura humana a la imagen de Dios. Sin embargo, no hay nada en esta industria cultural cristiana que he explicado que apele a eso. Más bien, al contrario: no busca reflejar a Dios al mundo, sino retroalimentar a los ya convencidos y seguir conservándolos bien guardados dentro de las iglesias, donde los tienen localizados.



En cambio, la cultura redimida en la que creo me obliga a ser cada vez mejor profesional. Me obliga a buscar la excelencia y la verdad de la experiencia estética tal y como Dios la imaginó en un principio. La solución al conflicto no reside en crear una industria paralela. No reside en una respuesta desde el mercado, porque esa es una respuesta que carece del todo de Dios. Creo que debemos entender la profundidad de la creación y de su necesidad con tanta intensidad que busquemos el modo de ser creadores en medio de los otros creadores, y que nos abramos un hueco por derecho propio para hablar de la vida y de la luz. Desde mi experiencia, puedo decir que cuando uno es honesto y auténtico (cualidades que solo se pueden alimentar desde Cristo), es capaz de crear cosas que transforman el mundo y crean decenas de oportunidades de hablar del evangelio. Cuando se hace a la inversa, buscando el producto y no el contenido, el evangelismo se queda en un triste simulacro. Y nos hemos acostumbrado a ese simulacro, y nos hemos convencido de que con él es suficiente, pero está lejos de la amplia realidad que Dios nos ofrece en cambio.


 

 


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COMENTARIOS

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Noa Alarcón
13/11/2017
12:47 h
18
 
Hola. No sé cómo habéis leído el artículo. Cito textualmente: "A pesar de todo esto, sé que hay gente que las ve, y las defiende: no estoy en contra de eso". Y "No es malo que existan esas películas". Bravo por quien las ve y las disfruta; ningún problema con eso. Saludos y bendiciones.
 
Respondiendo a Noa Alarcón

Noa Alarcón
17/11/2017
10:47 h
21
 
Creo que no he sido clara a la hora de explicar que lo que critico es a la industria, no a las películas. Como creadora, soy consciente de que no todo son productos de alta calidad; que a veces se intenta hacer bien pero la falta de experiencia o de visión hace que salgan resultados regulares. Eso es una cosa, y fabricar productos mediocres como parte de una industria establecida es otra diferente. Mis disculpas si no se entiende bien, lo intentaré mejor la próxima vez.
 
Respondiendo a Noa Alarcón

Earendil
17/11/2017
04:48 h
20
 
SaludosNoa. Con esa frase tratas de que se no se lea lo que has escrito? cito textualmente: ''desde un punto de vista estético y artístico, son productos de bajísima calidad y que se producen como churros porque su única intención es tener contento y ocupado al público','''Son productos fabricados para suplir esa necesidad de vivir experiencias de fe artificiales'' ''no es más que un producto de consumo'' que ''imita la industria para enfrentarse al dilema no desde la fe, sino desde el mercado.'
 
Respondiendo a Earendil

TeoGraduado
12/11/2017
15:34 h
17
 
Yo también he visto algunas de esas películas. Pintan a un dios intervencionista al estilo del genio de una lámpara y la fe cristiana se predenta con triunfalismo y aires de superstición. Además promocionan valores machistas y patriarcales entendiendo mal los modelos epistolares de Pablo al respecto. En definitiva reflejan el sector popular del cristianismo made in USA
 
Respondiendo a TeoGraduado

Alberto Vega
09/11/2017
21:42 h
9
 
Por eso, no comamos pastel, es decir, comida chatarra que engorda y produce obesos espirituales. Mejor comamos vianda, ésta la encontramos en la Palabra de Dios, no en "joligud".
 
Respondiendo a Alberto Vega

Rubén Gómez
08/11/2017
10:37 h
6
 
No podría estar más de acuerdo con Noa y contigo. Simplemente añadir que también es aplicable a la eclesiología de mercado que también me parece de "pastel"
 
Respondiendo a Rubén Gómez

Alfonso Chíncaro (Perú)
15/11/2017
03:48 h
19
 
Hollywood se parece mucho al Vaticano y del mismo modo en que no debemos creer en las historias de uno, tampoco debemos creer en las del otro... Sin embargo admitimos en el segundo de éstos la posibilidad de que entre sus seguidores existan personas que han desarrollado una relación personal con Dios. No creo que la gracia de Dios sea distinta para la persona por su contexto religioso o cultural, sin que eso signifique presumir como espiritualmente honesto todo el discurso de dicho contexto.
 
Respondiendo a Alfonso Chíncaro (Perú)

Earendil
12/11/2017
13:09 h
16
 
Escucha su banada sonora. "Love is not a figth". Investiga la calidad y trabajo de sus músicos. ¿Has visto la escena en la que el padre que ha perdido a su hija en un accidente la deja ir? El cristianismo no es sólo evangelismo. Necesitamos a veces que Dios nos hable y ayude en un matrimonio apunto de romperse o cuando dudas en como educar a un hijo. Estas películas lo intentan mostrar. Pueden mejorar, eso es evidente.pero creo que tu crítica está un poco falta de amor e investigación.Un saludo
 
Respondiendo a Earendil

Earendil
12/11/2017
12:48 h
15
 
Saludos Noa. Me divierte que le des con el azote de cuerdas al "sistema" .Pero cuando cojes las piedras como otros que luego críticas, ya no me dices tanto. Alex Kendrick es una persona, que además es cristiano.¿Conoces las luchas y desafíos que ha tenido que superar para realizar esas películas que machacas en este artículo? En mi caso Dios me ha ayudado para ciertas situaciones atraves de estas películas, sin necesidad de convertirme en un "adicto" A ellas.(sigo arriba por falta de espacio
 
Respondiendo a Earendil

Mayorgase
12/11/2017
10:47 h
14
 
Hola. Yo personalmente doy gracias a Dios por muchas de las peliculas cristianas que he visto. me han bendecido a mi y a mi familia. Muchas de ellas tratan sobre testimonios personales, algunas son biográficas, otras intentan resaltar algún valor cristiano sin desarrollar toda la teología detrás de el. Muchas tienen un enfoque apocaliptico desde la perspectiva del productor (cristiano). Pero en contra de lo que este articulo dice, la meta no ha sido solo económica sino sobre todo evangelistica.
 
Respondiendo a Mayorgase

Cris
11/11/2017
17:57 h
13
 
Hola. He visto algunas de esas películas y me parecen que trasladan buen mensaje. Me parece desafortunado la comparación hecha con literatura romantica y pornografia. Si los valores que trasmite la película cristiana de mala calldad estética es conforme a los valores de la Biblia, pues Gloria a Dios. Dios usa burros para hablar a su pueblo. Así que Marcos 9:40, " porque el que no es contra nosotros, por nosotros es". El ganar dinero no es malo, lo malo es engañar para sacar dinero.
 
Respondiendo a Cris

javier 37
11/11/2017
13:14 h
12
 
Excelente articulo. En Chile, en el campo de la literatura el consumo de autores "gringos" es muy alto, y como bien dice el articulo es un tema de marketing y de monopolio por que no hay literatura proveniente de otros países como España o otros países de habla hispana. Hasta me he preguntado ( y cuestionado en mi foro interno) que clase de cristianismo ,que utiliza estas películas como la literatura , se enseña en nuestras comunidades.
 
Respondiendo a javier 37

Samuel Crespo
10/11/2017
17:06 h
11
 
El simple concepto "industria evangélica" es duro de digerir. El merchandising, la enorme maquinaria editorial, el propio "Star System" o la producción audiovisual son una máquina de generar dólares. Para alimentar a la bestia hay que producir y demasiadas veces se trata de producir lo que sea para seguir generando. ¿Se puede luchar contra esa realidad? Complicado, quizá la batalla se deba enfocar a luchar por la calidad y la integridad de una industria que se apropia de nuestro nombre.
 
Respondiendo a Samuel Crespo

Pablo de Felipe
09/11/2017
22:45 h
10
 
Este artículo me hace pensar, y doy gracias por ello. En el campo de la literatura, realmente esto ha pasado desde hace mucho tiempo, pensemos en las vidas de santos y otra literatura 'devocional' de ínfima calidad, tanto católica como evangélica, que nos inunda desde siempre. Dice Andrés que de la literatura pasó a la música, ahora al cine, y... ¿después? ¡Espero que no sean videojuegos cristianos! El problema está en nuestras 'expectativas'. Esto triunfa porque es lo que queremos. ¡Cambiemos!
 
Respondiendo a Pablo de Felipe

Galo Nómez
08/11/2017
18:33 h
8
 
La industria"artística" cristiana siempre se ha pasado entre la moda y el plagio. Gran ejemplo es la música, donde muchas veces se toma la melodía de una canción o ritmo en boga, se modifican dos o tres tonos, se cambia la letra por una con ínfulas bíblicas y ya tenemos a un hermano bendecido por el Señor. Si quieren auténtico cine cristiano, vean a Dreyer, Bergman o Tarkovski. Incluso Von Trier y Buñuel tienen cosas más edificantes que Cameron o Kendrick
 
Respondiendo a Galo Nómez

Rubén Gómez
08/11/2017
10:42 h
7
 
Gracias Noa por el artículo. Creo que están desenmascarando al Cesar de nuestros días, al que yo llamaría "Consumismo" y ante el cual muchos cristianos corremos el peligro de arrodillarnos en vez de volver a declarar "Jesús es Señor". A ver como una iglesia con eclesiología empresarial y generadora de consumistas religiosos, hacemos frente a más de lo mismo. Total, tenemos los bancos y las pantallas y entre púlpito y películitas de estas a veces no se varia mucho.
 
Respondiendo a Rubén Gómez

Dave Fer
07/11/2017
22:11 h
5
 
Excelente articulo, y me siento identificado completamente ya que siempre he pensado que estas películas son al estilo Disney o novela mexicana donde al final al hijo de Dios todo le sale bien y los malos sufren o se arrepienten y todos con final feliz, pero yo voy mas a fondo estas películas son un ejemplo del cristianismo americano donde por ser cristiano te va ir bien, tendrás dinero, trabajo, salud y sino tienes eso es porque eres mal cristiano y ahí es donde veo lo peligroso del asunto
 
Respondiendo a Dave Fer

Andrés
07/11/2017
21:20 h
4
 
Coincido con el artículo. Las comunidades evangélicas (en gral.) se mueven en términos de mercado. Primero fué la literatura, luego la música y ahora las películas. Es el paso lógico en el declive. Lo que pasa es que a medida que pasa el tiempo todo es como más obvio, más grosero. Y la gran tragedia es que el cristiano se vá transformando en fán del personaje sobresaliente del mercado que consume. Ya en los ´90 se advertía de lo que iba a pasar, pero yo ni en sueños me imaginé que vería esto
 
Respondiendo a Andrés

Joel Forster
07/11/2017
17:29 h
3
 
Noa, gracias por darnos que pensar con este artículo. Lo que comentas en cuanto a que estos productos gustan a evangélicos pero no conectan con no-cristianos lo refleja la crítica de "War Room", por ejemplo, en el Hollywood Reporter. Dice: "La película debería tener éxito en atraer a las audiencias literalmente 'fieles', aunque su poco disimulado proselitismo y su narración al estilo telenovela alejará a los que no tienen por costumbre orar cada día".
 
Respondiendo a Joel Forster

bnsalvador
07/11/2017
08:46 h
2
 
Muy bueno. Nos sirve para aprender no sólo sobre cine cristiano (con una gran cantidad de películas de calidad muy pobre) sino de cualquier otro tipo de cine y en general de lo que consumimos. Cuando estuve una semana en Israel y pude reflexionar sobre la gran cantidad de patentes que tienen y como se han podido defender de agresiones externas, tuve que deducir que. Dios les bendice y me entró "sana envidia" de lo que desearía para mis hermanos.
 
Respondiendo a bnsalvador

TeoGraduado
06/11/2017
15:48 h
1
 
Excelente artículo. Aplicable al cine cristiano "pastel", a la música cristiana "pastel" y a los super ventas de librería cristiana "pastel". De hecho muchas iglesias que conozco (hijas de toda esa industria) producen cristianos de "pastel" con eventos pastel, retiros pastel, sermones pastel, etc... Todo ese sistema es la antiesis del reinado de Dios. Más cristianas me parecen películas como Persépolis, La Ola y otras que hacen pensar (pero esas son condenadas por los cristianos pastel).
 



 
 
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