La confianza es imprescindible en cualquier campo de la existencia humana.
Los recientes traslados de dos grandes bancos de Cataluña a otras partes de España obedecen al deseo de esas entidades de transmitir confianza a sus clientes y a todo el sistema financiero en general. La posible declaración de una independencia unilateral les ha generado gran temor, porque tendría consecuencias catastróficas para la estabilidad de esas corporaciones, al producirse una retirada masiva de fondos ante la posibilidad de quedar el dinero atrapado en un corralito financiero, de ahí la decisión de trasladar sus sedes sociales a lugares más seguros. Al hacerlo su intención es infundir confianza, condición imprescindible para la existencia, supervivencia y auge de la Banca.
Resulta llamativo que un mundo tan poco idealista y romántico como es el del dinero esté basado en la confianza, que es una palabra que nos retrotrae a algo inmaterial e intangible. Es lógico que la confianza sea necesaria para la amistad, que gobierne cualquier relación sentimental, que sea imprescindible en la relación matrimonial, etc. Pero ¿que tenga algo que ver con el dinero? Si el dinero se puede ver y tocar, hasta el punto de que para muchas personas es lo único real en esta vida, mientras que la confianza no se ve ni se toca. ¿Cómo puede lo material estar basado en lo inmaterial?
Todos aquellos que tienen como divisa en la vida el materialismo, sea teórico o práctico, no reconocen otra cosa más que lo que sus sentidos físicos les transmiten, siendo todo lo demás cuentos chinos para engañar a bobos. Y sin embargo, esos mismos materialistas, cuya razón de ser es el dinero, necesitan de la etérea y abstracta confianza para que su dinero esté seguro. ¡Qué contradicción! ¡Qué negación más contundente de la premisa del materialismo! Que el materialismo para sostenerse necesite de lo inmaterial. Que el dinero no pueda sobrevivir sin la confianza. Es el derrumbe de todas las pretensiones de realismo de las que se pavonea el materialismo, porque lo real, el dinero, no es nada sin lo irreal, la confianza.
Aunque llevando el argumento más allá resulta que la confianza es imprescindible en cualquier campo de la existencia humana. No puede existir ningún acuerdo, sea del tipo que sea, sin confianza, porque ¿cómo acordar algo con alguien de quien no me fío? La confianza ha de estar implícita en cualquier tratado, compromiso, negocio, pacto o firma. Se necesita en las relaciones personales y también en las relaciones colectivas. Y se necesita más, si se pretende que el acuerdo sea profundo y duradero y menos, si el mismo va a ser frágil y efímero. A mayor dosis de seriedad, más dosis de confianza. A menor dosis de seriedad, menos dosis de confianza.
Si la confianza impregna todos los asuntos humanos horizontales ¿cómo no va a ser imprescindible también en la dimensión vertical, esto es, en la relación con Dios? ¿Por qué los materialistas se ríen de la fe cristiana, si resulta que ellos están practicando una fe para que su dinero esté seguro? Porque entre las palabras confianza y fe hay un nexo de unión. La confianza es fe y la fe es confianza. Así que, del mismo modo que el cristiano tiene fe en Dios el materialista tiene fe en su banco. Suponiendo que la primera fe fuera ridícula o absurda, también lo sería la segunda, porque no pasa de ser otra cosa más que fe. Lo que no puede ser es que la primera sea ridícula y la segunda respetable. O las dos son ridículas o las dos son respetables, ya que las dos son fe.
Pero la fe en Dios es infinitamente superior a la fe en un banco. Porque el banco se puede hundir, a pesar de toda la fe que se haya podido poner en su seguridad, como ocurrió en 1929, en el crack de la Bolsa de Nueva York, cuando las grandes corporaciones financieras se hundieron, mientras que hay un nombre de Dios que expresa su solidez y consistencia. Ese nombre es el de Roca. Habla de estabilidad, de permanencia, en medio de los vaivenes a que están sujetas todas las cosas en este mundo, incluidos los bancos. Esa inmutabilidad de Dios es el fundamento de que su palabra y sus promesas son fieles y por tanto dignas de ser creídas, o lo que es lo mismo, confiables.
Que Dios sea la Roca firme me infunde confianza, porque puedo descansar en él, aunque todo a mi alrededor se agite y tambalee. Significa que puedo creer en él, aunque no obtenga todas las respuestas a todas mis preguntas. Pero tampoco el que pone la confianza en su banco obtiene todas las respuestas a todas las preguntas, porque si las obtuviera ya no sería confianza. Que Dios sea la Roca significa que sean cuales sean las contingencias que estén por llegar, no caeré en la desesperación, como le pasará al que se hunda su banco y no haya tenido más que esa confianza.
El hombre prudente edificó su casa sobre la roca, confiando en que cuando viniera el vendaval se sostendría. El hombre insensato edificó su casa sobre la arena, confiando en que no habría tal vendaval. Ambos confiaron. Pero una confianza era verdadera y la otra engañosa.
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