La evangelización tiene un valor de rescate del hombre en desventaja social, del hombre abusado u oprimido.
¿Te gustaría evangelizar al estilo de los profetas del Antiguo Testamento? Los profetas anunciaban y denunciaban simultáneamente. Dispuestos a comunicar el Evangelio, a la vez que denunciaban haciendo evangelización en la línea de mejorar las comunidades, ciudades o barrios en los que estaban insertos llevando los valores bíblicos de tal manera que se hagan vida en esas comunidades por el bien espiritual y también social de sus habitantes, de los vecinos o conciudadanos.
Los profetas buscaban cambios, transformaciones tanto sociales, como económicas en relación con una mejor justicia redistributiva dentro de sus comunidades. Si les siguiéramos, quizás podría surgir en nosotros un planteamiento evangelístico que nos llevara a preguntarnos cómo podríamos cambiar los valores culturales y sociales de nuestro entorno vecinal, de ciudad o país, para que los valores antibíblicos que modelan nuestros entornos sociales puedan ser cambiados por otros en la línea de los valores del Reino.
Si entráramos en esas líneas de trabajo evangelizador profético, estaríamos evangelizando las culturas, evangelizando los parámetros sociales, las normas de convivencia. Sin embargo yo creo que en la concepción que tenemos de la evangelización hoy, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera nos planteamos esas líneas evangelizadoras. No nos atrae la evangelización de valores culturales y sociales que marginan, que empobrecen, que oprimen dando la ventaja a los más integrados económica y socialmente en nuestros ámbitos.
La evangelización de la cultura y de los parámetros sociales requieren un esfuerzo evangelístico mucho mayor que la evangelización a la que, normalmente, estamos acostumbrados y, además, esa evangelización exige un compromiso de vida, nos demanda el ser algo transversal en relaciones con las gentes y no sólo cuestión de momentos evangelísticos puntuales, aunque éstos también pueden ser de gran ayuda.
Muchas veces, para la evangelización de los ámbitos culturales y sociales, no es suficiente con el anuncio público que se puede hacer del Evangelio que debe ir acompañado del cambio de estilos de vida, prioridades y valores, sino que a ese anuncio se debe añadir también la denuncia de los abusos, injusticias, desequilibrios económicos y maldades en general que impregnan nuestra comunidad… al estilo de los profetas. Leed los libros proféticos y cómo estos profetas del Antiguo Testamento daban testimonio de su fe en sus comunidades.
Por supuesto que yo no estoy quitando mérito ni importancia el preocuparse de mostrar el camino de salvación a las personas, tanto en el ámbito individual como colectivo, sino que quiero añadir nuevas perspectivas a la evangelización, unas perspectivas éticas, culturales y sociales que evangelicen los contextos sociales y culturales siguiendo las líneas proféticas. Da igual que pensemos en el barrio, que en pueblo, que en la ciudad, que en el país o en el mundo.
El evangelizar al estilo de los profetas hace que el amor al prójimo y el deseo de que llegue a ser evangelizado con nuevos valores, nos lleve a querer cambiar aquellas relaciones, costumbres y estilos de vida que están fundamentados en valores insolidarios, materialistas, egoístas e, incluso, inhumanos.
En las líneas evangelísticas que siguen las formas proféticas, llegamos a darnos cuenta de que la evangelización tiene un valor también de rescate del hombre en desventaja social, del hombre abusado u oprimido, del prójimo en debilidad o pobreza y llegamos, como con el mensaje profético, a promocionar social y culturalmente al prójimo sumergido en redes que le atrapan.
Cuando conseguimos entender la importancia de la evangelización de los valores culturales y sociales, siguiendo el estilo profético, nos damos cuenta que estamos superando posturas individualistas que aportaban poco al ámbito social en el que nos movemos. Hay que seguir la búsqueda de la promoción humana que comporta el evangelio de una forma que supera al individualismo y beneficia a nuestros contextos sociales.
A veces, el concepto prójimo lo vemos siempre de forma individual que, aunque es correcto, nos lleva a privarnos del concepto de projimidad colectiva, amor al prójimo representado por grupos de personas que sufren las mismas opresiones o marginaciones. Puedo pensar en cómo ayudar a redimir a mi prójimo que se me conforma como colectivo, como inserto en comunidades con valores antibíblicos que hemos de evangelizar. Hay líneas proféticas que ven el conjunto comunitario en el que se mueve el prójimo sufriente.
Evangelizando desde la mentalidad profética, me doy cuenta de que las bendiciones que yo recibo como discípulo de Jesús, me pueden lanzar al deseo de que otros, en mi comunidad o en mi ciudad, en pura justicia, puedan llegar a disfrutarlas también todos los individuos que componen mi comunidad. Compartir Evangelio, compartir valores, compartir felicidad y bienaventuranza, buscar hacer justicia y amar misericordia se complementan en la evangelización al estilo profético. Sí, la cultura, al igual que todos los entramados sociales con sus valores antibíblicos, también puede ser evangelizada siguiendo los estilos proféticos.
Por tanto, si creemos que el trabajo evangelizador de los profetas tiene aún un valor para nosotros, no habría que perder nunca la dimensión comunitaria de la evangelización y deberíamos buscar nuevas estrategias y métodos evangelísticos que nos ayudaran a cambiar los valores en los que nos movemos que, en tantos casos están en contracultura con el Evangelio. Son formas evangelísticas solidarias con el prójimo sufriente.
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