Sexo y religión siempre han sido una fuente de tensión para la espiritualidad. Así se refleja en la serie The Secret.
Estos días en Irlanda del Norte aprovecho para ver la serie que ha hecho ahora la televisión británica sobre el dentista que tocaba la guitarra en la Iglesia Bautista de Coleraine y asesinó en 1991 a su esposa, así como al marido de una maestra de escuela dominical con la que tenía relaciones íntimas, cuando estaban en esta congregación en una zona que es lo más parecido al “cinturón bíblico” que hay en Gran Bretaña.
Ese fue el año que prediqué por primera vez aquí. Era un domingo por la mañana en una iglesia presbiteriana de Belfast, que esa misma semana voló por los aires con una bomba del IRA, ya que había un laboratorio de la policía al lado. Entonces vehículos blindados como tanquetas recorrían la ciudad, como se ve en la serie. La escena en la que el marido asesinado, agente de policía, para de repente el coche del criminal en una carretera aislada en medio del campo, mientras le apunta con un arma, la viví yo aquellos días, volviendo de hablar en una iglesia. El tono amenazador y ambiente de sospecha era algo característico, aquel tiempo en el Ulster.
Me alojo estas semanas en una casa cerca del lugar de los crímenes, que llaman Los Doce Apóstoles. Aquí todo tiene referencias religiosas. Hay iglesias por todas partes y donde vayas suena música evangélica de fondo, como en el “cinturón bíblico” americano. No sé si será por la educación que he recibido, pero me pongo nervioso en estos sitios. No puedo soportar hacer cola en un supermercado, rodeado de libros cristianos y música de alabanza. Es algo superior al mí. Al poco tiempo estoy deseando escapar a la gran ciudad, para respirar ambiente pagano...
Aquellos que hemos tenido el privilegio o la desventaja –según cómo se mire– de haber crecido en un medio evangélico, en mi caso hasta soy hijo de pastor –que al principio tenía además un ministerio interdenominacional–, hemos visto de todo. Si les parece increíble la historia que les voy a contar, es que tal vez no conozcan todavía demasiado el mundillo evangélico... ¡les queda todavía por mucho por ver!
DOBLE VIDA
Había una vez un dentista en Coleraine (Irlanda del norte), conocido por su fe evangélica. Colin Howell no sólo era miembro de la iglesia bautista, sino que participaba en todas las actividades de la congregación. Tocaba la guitarra en los cultos y tenía un grupo de estudio bíblico en su casa. Estaba casado y con cuatro hijos. Era alguien afable y popular. Tenía tal moralidad que condenaba cualquier forma de indecencia. Desde luego, nadie que pudieras sospechar que su esposa había abortado tres veces, él tuviera relaciones sexuales con otra mujer de la congregación, la pudiera inducir a abortar y matara tanto a su marido, como a su propia esposa, además de abusar regularmente de las mujeres que tenía como pacientes…
Esta es la historia real que contó en un libro, Deric Henderson. Ahora ha sido llevada a la televisión en una miniserie de cuatro episodios, que desvela el falso suicidio de sus respectivos conyugues en Castlerock. El caso es conocido en todo el Reino Unido, porque fue juzgado en 2010, cuando fue sentenciado Howell a prisión de por vida –lo que en la práctica significa un mínimo de veintiún años–. O´Reilly fue condenada también por su complicidad en los crímenes, a un mínimo de dieciocho años de cárcel, aunque decía ser inocente.
Los dos no estuvieron unidos más que cinco años, ya que se volvieron a casar con otras personas, ella con un policía –por lo que ya no se llama Buchanan, sino Stewart– y él con una mujer divorciada que conoció en la iglesia y tuvo un hijo con ella. Howell fue luego acusado en el 2011 de abusar de nueve pacientes femeninas en su clínica dental. El confesó estos delitos, así como los crímenes anteriores, tanto a los ancianos de su iglesia como a la policía, así como a su segunda esposa, que dice que la obligó a mantener el secreto de los asesinatos durante diez años.
SEXO Y RELIGIÓN
El inquietante actor de Ballymena, James Nesbitt, no se parece mucho a Colin –excepto quizás en lo barbilampiño–, comparado con la atractiva rubia dublinesa Geneveive O´Reilly –que recuerda a la verdadera Hazel–, pero la hermana de Nesbitt asistía a las reuniones que había en casa de Buchanan. No hay duda que conoce este medio. Aunque la iglesia en la ficción tiene un aire demasiado carismático, para ser la verdadera congregación bautista de Coleraine, que es más conservadora.
El ambiente tradicional del Ulster no tiene mucho que ver con el resto de Gran Bretaña. Aquí todavía se va en traje a la iglesia en muchos sitios. La imagen del pastor Biblia en mano no es un estereotipo. En cualquier esquina te encuentras un predicador callejero advirtiendo de “las llamas del infierno”. Es un ambiente evangélico marcado por el fundamentalismo del siglo pasado. Detrás de tanto lenguaje piadoso, uno no imaginaría semejantes engaños, asesinatos, abortos y adulterios. A veces las apariencias engañan…
Siempre me ha llamado la atención que cuanto más moralista es una iglesia, mayor parece ser la perversión que oculta. Es como si hubiera una proporción directa entre la obsesión por la pureza sexual y la atracción por aquello que se está intentando combatir. Sexo y religión siempre han sido una fuente de tensión para la espiritualidad. Es como si la represión produjera una mayor sensualidad. Lo que está claro es que lo que brilla por su ausencia es la honestidad.
GRACIA BARATA
Cuando el hijo mayor de Colin Howell muere misteriosamente caído por el hueco de una escalera en Moscú, él no tiene ninguna duda que es el castigo de Dios. Se confirma para él la analogía que mantiene constantemente con el rey David. Igual que el monarca perdió a su hijo por su adulterio con Betsabé y el asesinato de su marido Urías (2 Samuel 11-12), así Colin piensa que tiene que pagar por su pecado, para tener paz con Dios. Hasta ahora la lectura que ha hecho de su pecado, es que lo justificaba la Providencia de Dios, pero ahora cree que tiene que sufrir un sacrificio, para poder conseguir el perdón de Dios.
El problema es que no hay forma en que nosotros podamos expiar por nuestro pecado, por muy grande que sea el sacrificio que hagamos. La muerte del hijo sin nombre de David (2 S. 12:14-23) nos habla del Hijo mayor de David, cuya sangre es derramada en propiciación por todos nuestros pecados (1 Juan 4:10). Ahora bien, esto no es una gracia barata –como dice Bonhoeffer–, que como “un velo barato” sirve “para cubrir unos pecados de los que no nos arrepentimos y de los que no deseamos liberarnos”. Esa es “la gracia que tenemos con nosotros mismos”, como dice el predicador luterano ejecutado por los nazis.
Debemos tener por lo tanto el valor de llamar al pecado, pecado, porque ¿qué arrepentimiento hay si no vemos el mal más que en los demás? “El que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:10). La raíz de todos los pecados está en nuestro propio corazón. No debemos ser hipócritas, sino reconocer que el mal está en nosotros, pero entender que “la gracia sin seguimiento de Cristo y sin cruz es una gracia sin Jesucristo”. Como dice Bonhoeffer, “la gracia es cara porque ha costado cara a Dios, le ha costado la vida de su Hijo”.
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