Sin duda ha conmocionado a la opinión mundial en el entorno evangélico, y a todo Estados Unidos el suicidio de Matthew Warren, que se ha producido en el seno de una enfermedad mental, y que según nos informa el periodista Wolfgang Streich se trataba de la conocida como trastorno bipolar, que produce cuadros de euforia alternando con otros de profunda depresión.
Para analizar esta enfermedad, y las connotaciones que vinculan enfermedad mental, fe cristiana, Biblia y Medicina, tenemos el auténtico lujo de contar en esta entrevista (*) con la
opinión del Dr. Pablo Martínez Vila, reconocido psiquiatra que ejerce en Barcelona (España), y que reúne en su persona junto a su calidad de profesional de la Medicina el ser un líder cristiano comprometido.
Pablo Martínez Vila es ex Presidente de la Alianza Evangélica Española (1999-2009) y miembro actual de la Comisión Sociopolítica de la Alianza Evangélica Europea. Director del European Christian Counselors Network (Red Europea de Consejeros Cristianos), conocido escritor y conferenciante internacional.
Pregunta.- ¿Podemos decir que el trastorno bipolar es una enfermedad puramente orgánica, es decir, que no es una “enfermedad espiritual”?
Respuesta.- Sí, es una enfermedad orgánica, relacionada con una alteración de lo que podríamos llamar el “metabolismo” del cerebro. Al igual que otras partes del cuerpo, el cerebro tiene un funcionamiento bioquímico que depende del equilibrio adecuado entre diversas sustancias (los neurotransmisores). Cuando este equilibrio bioquímico se altera da lugar a diversas enfermedades mentales, una de las cuales es el trastorno bipolar. El origen de la enfermedad no es espiritual, aunque como es lógico puede tener consecuencias espirituales porque el ser humano es una unidad donde todas las partes –cuerpo, mente y espíritu- se interrelacionan.
P.- Cuando alguien se suicida en el curso de un brote agudo de una enfermedad mental, ¿es un acto voluntario, un acto irracional, o puede ser según cada caso una de estas circunstancias?
R.- Cuando una persona se suicida bajo los efectos de una enfermedad mental como es el trastorno bipolar, la voluntad y los pensamientos están muy ofuscados por la enfermedad. Hay una distorsión profunda de la percepción de la realidad como nos recuerdan algunos casos de depresión en la Biblia (Moisés, Elías) en que incluso aparece el primer grado de la ideación suicida (“Señor, quítame la vida...”).
En los casos más graves, esta distorsión puede ser delirante, el enfermo imagina cosas que sólo existen en su mente. Por tanto, podemos decir que no hay plena conciencia de lo que se hace. Es un acto que el paciente no realizaría nunca en condiciones normales, fuera del episodio de enfermedad. Prueba de ello es que cuando una persona así (con enfermedad mental) comete un acto penal –por ejemplo, una agresión o incluso un homicidio- la justicia humana atenúa o incluso anula la imputabilidad (responsabilidad) del paciente en estas circunstancias.
P.- Una vez aclarada la pregunta anterior, la Biblia condena el suicidio ¿en qué manera podemos entonces entenderlo?
R.- Es importante diferenciar entre dos situaciones distintas. Por un lado, la persona que con frialdad, en plenas facultades mentales, de manera racional y voluntaria decide quitarse la vida. Este tipo de suicidio es condenado en la Biblia porque es un acto que encierra en sí mismo la esencia del pecado: “yo soy el dueño de mi vida, nadie por encima de mí me ha de decir cómo vivir, ni cuánto tiempo”. La gravedad del suicidio radica ahí, en esta autonomía absoluta que lleva al hombre a hacerse dios decidiendo sobre algo que corresponde sólo al Creador de la vida. Como nos recuerda el libro del Apocalipsis, Dios es el que tiene las llaves de la vida y de la muerte. Yo no puedo coger estas llaves porque es usurparle a Dios algo que sólo a Él le pertenece.
Situación bien distinta es la de la persona que comete suicidio bajo los efectos de una enfermedad mental. Como he intentado explicar en la anterior pregunta, la responsabilidad (imputabilidad) viene dada por el grado de conciencia de una persona; cuanto menor es la conciencia (ofuscada por el episodio de enfermedad), menor es su responsabilidad. Como he dicho, si un juez humano tiene esto en cuenta, ¡cuánto más nuestro Dios que es el juez perfecto! Esta realidad aporta mucho consuelo y esperanza a los que han perdido a un ser querido en estas circunstancias.
P.- Has escrito un libro sobre el duelo (Más allá del dolor) ¿qué dirías, harías o aconsejarías en una situación como esta?
R.- La muerte de un hijo es la forma de duelo más dura que existe. Si encima esta muerte es por suicidio, el dolor es devastador y el duelo muy intenso y probablemente muy largo.
En el caso que estamos comentando, alivia mucho saber que Dios es el Justo, el Padre cuya misericordia es tan grande que le llevó a entregar a su propio Hijo para darnos la vida. Contemplar la cruz de Cristo con todo lo que nos revela sobre el carácter de Dios, sobre nuestra frágil condición humana y sobre la esperanza que tenemos en Cielos nuevos y Tierra nueva es el mejor bálsamo para mitigar el lacerante dolor. En una situación así las palabras sobran y el silencio habla muy alto. Lo que sí hace falta es acompañar estar al lado de- y dolerse juntos como familia en la carne y como familia espiritual.
Entrevista realizada por Pedro Tarquis
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