La Iglesia del Señor, el Cuerpo de Cristo, no puede tener muchas cabezas. Como existe un solo cuerpo existe también una sola Cabeza: Cristo.
Tras pedirnos fe en el Espíritu Santo en la tercera parte del Credo, sus autores quieren que tengamos igualmente fe en la Iglesia. "Creo... en la santa Iglesia universal", continúa diciendo el Credo.
Fue el apóstol Pablo quien más escribió acerca de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo. Pablo, más que ningún otro apóstol, penetró en el misterio de la unidad de la Iglesia y la concibió como un cuerpo cuya cabeza es Cristo y todos los cristianos sus miembros. Esta doctrina se contiene en varias epístolas del Nuevo Testamento, pero principalmente en la que escribió a los efesios. Pablo dice que cuando el Señor Jesús hubo resucitado, Dios le colocó "sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Efesios 1:21-23).
En otro lugar, escribiendo acerca de las relaciones entre marido y mujer, usa estos ejemplos para hablar de la unidad entre la cabeza y el cuerpo. Dice: "Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es Cabeza de la Iglesia, la cual es Su Cuerpo, y él es Su Salvador" (Efesios 5:21-23).
El mundo cristiano está terriblemente dividido. Hay cuatro principales organizaciones: la Iglesia católica, la Iglesia anglicana, la Iglesia ortodoxa y la Iglesia protestante. Cada una de estas iglesias tiene centenares de ramificaciones, órdenes y denominaciones.
Ante esta situación, muchos líderes religiosos dicen que el cuerpo de Cristo está dividido. No es cierto. Porque su cuerpo ya no es cuerpo si está dividido, y el de Cristo, que es la Iglesia, sigue entero. Están divididas las organizaciones cristianas, pero no el cuerpo de Cristo. Pablo es bien claro cuando habla de la Iglesia usando como figura el cuerpo. Dice: "Mas ahora, muchos son los miembros a la verdad, empero un cuerpo" (1ª Corintios 12:20).
Si hay una sola cabeza no puede haber muchos cuerpos. Tiene que haber uno solo, y este cuerpo es la Iglesia. Quien no esté dentro de esta Iglesia se encuentra fuera del cuerpo. Y quien está fuera del cuerpo no tiene vida, está perdido aquí y en la eternidad. Como existe un sólo cuerpo existe también una sola Cabeza. La Iglesia del Señor, el Cuerpo de Cristo, no puede tener muchas cabezas. Esto es importante. No puede haber una cabeza en Roma, otra en Canterbury, otra en Atenas y otra en Ginebra. Un cuerpo con muchas cabezas sería un monstruo, como lo sería también una cabeza con muchos cuerpos. En la Iglesia del Señor sólo hay una Cabeza, un Jefe. El Espíritu Santo dice en el Apocalipsis, refiriéndose a Cristo: "Yo soy el primero y el último; el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades... Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre" (Apocalipsis 1:18 y 3:7).
Si en la Iglesia de Cristo hay una sola Cabeza, esa Cabeza sólo tiene una mente y de esta mente dimana una sola autoridad. En el Cristianismo divino de hoy hay muchas autoridades que imponen sus propias opiniones en materia religiosa. Pero hay una autoridad a quien debemos escuchar con reverencia y con espíritu de obediencia, la de Cristo, la autoridad que emana de la Cabeza. Dice Mateo que cuando los judíos vieron a Jesús que enseñaba en el templo, le preguntaron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas?" (Mateo 21:23). La respuesta está en el mismo Evangelio de Mateo. Cuando Jesús mandó a los apóstoles que fueran a predicar por el mundo, les dijo: "Toda potestad (o autoridad) me es dada en el cielo y en la tierra" (Mateo 28:18). Por cuanto Cristo es la Cabeza de la Iglesia, solamente es Su autoridad la que cuenta en materia religiosa. Si no tenemos la autoridad de Cristo en nuestras propias creencias y en nuestras prácticas espirituales, lo que creemos y hacemos no vale.
Pablo dice claramente que el cuerpo de Cristo, la Iglesia, obtiene la salvación solamente de la Cabeza: "...Así como Cristo es la cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador" (Efesios 5: 23). El Salvador del cuerpo es Cristo mismo. No hay otro. Fuera del cuerpo no hay salvación. Porque la salvación viene de la Cabeza. Así dicen los apóstoles en otros lugares de la Biblia: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1ª Timoteo 2:5). "Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12). Si quieres ser salvo has de acudir a Cristo, has de ser un miembro del cuerpo del Señor.
En la celebración de la última pascua que Jesús pasó en la tierra, cuando instituyó la Santa Cena, reunido con los doce apóstoles les dijo: "Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: “Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados" (Mateo 26:27-28). Y el apóstol Pablo comenta: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan" (1ª Corintios 10: 16-17).
El cuerpo físico de Cristo fue partido en la cruz para dar vida a ese otro cuerpo espiritual que es la Iglesia.
Para que los miembros tengan vida han de estar en el cuerpo, firmemente unidos en El, cumpliendo todas sus funciones. El apóstol Juan, hablando de Cristo, dice que "en Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Juan 1:4) .
Estamos viviendo -de esto no hay duda- una grave crisis institucional. Se ha perdido la fe en las instituciones. El hombre de hoy no cree en la patria como institución, ni cree en la institución del Estado, ni tampoco se siente atraído por la institución matrimonial. Lo mismo ocurre con la Iglesia. El grito de moda es "Cristo, sí; Iglesia, no", como si pudiera separarse la Cabeza del cuerpo.
Ante esta crisis evidente, son muchos los líderes religiosos que están marginando la Iglesia. Promueven organizaciones, lanzan movimientos juveniles y ni siquiera mencionan a la Iglesia. De ahí el que se estén multiplicando las organizaciones y al mismo tiempo se estén cerrando muchos templos de congregaciones locales.
Tenemos que hacer frente a esta confusión. Hemos de promover el retorno a la Iglesia como institución divina. Hemos de establecer congregaciones locales donde nos sea posible, cuantas más mejor, a fin de que los convertidos puedan disponer de auténticos hogares espirituales donde alimentar sus almas y alcanzar el anhelado desarrollo espiritual.
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