La doctrina del Juicio Final es eminentemente bíblica y se encuentra representada con fuerza tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento.
La última parte del Credo que hace referencia a Cristo trata del Juicio Final. El Credo de los Apóstoles reclama nuestra fe en este acontecimiento único que tendrá lugar fuera de esta tierra. Dice que Cristo vendrá "a juzgar a los vivos y a los muertos".
La doctrina del Juicio Final es eminentemente bíblica y se encuentra representada con fuerza tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento.
La historia de Israel se halla íntimamente ligada al juicio de Dios. Los juicios y castigos particulares tales como los del diluvio, Sodoma y Gomorra y otros, representan un concepto más universal del Juicio divino.
Por lo que respecta al Nuevo Testamento, la idea del Juicio se expresa desde su inicio con la predicación de Juan el Bautista. "Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre, porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aún de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego" (Mateo 3:7-10).
Pablo enfatiza la realidad del juicio en el discurso que pronuncia en Atenas. Dice: "Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos" ( Hechos 17:30-31 ).
El juicio final se llevará a cabo sobre todas las criaturas humanas, incluso sobre los demonios, pese a haber sido ya condenados. El texto más amplio sobre este tema es el de Apocalipsis capítulo 20. Dice así: "Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros según sus obras. Y el mar entregó a los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego" (Apocalipsis 20:12-15).
El día del Juicio será un día de sorpresas para todos. En aquel día los corazones humanos serán puestos al descubierto y las cosas se verán como son en realidad. Salomón dice: "Porque Dios traerá toda obra a juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena o mala" (Eclesiastés 12:14). Será un día de sorpresas para los hombres, pero no para Dios. Dios nunca se sorprende, porque no hay pensamiento que se oculte a Él. "No hay cosa creada que no sea manifesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta", afirma el autor del libro de los Hebreos (Hebreos 4:13).
Jesús habló de la sorpresa que para algunos sería el día del Juicio. Tratando este tema tan importante, dijo: "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad" (Mateo 7:22-23). Muchos en ese día estarán totalmente sorprendidos de los resultados del Juicio, pero desde luego, no será porque Dios los ha mantenido en tinieblas, sino porque ellos hicieron caso omiso a las advertencias de Dios y se burlaron de la divinidad, como dice el salmista: "Dijo el necio en su corazón: No hay Dios" (Salmo 14:1). Es de necios, desde luego, creer en la inexistencia de Dios, cuando tantas pruebas hay a favor de su existencia.
El día del Juicio todos compareceremos ante el Todopoderoso. Entonces comprenderán su error todos los ateos. Aquel día nadie podrá negar la existencia de Dios, porque todos le verán frente a frente, cara a cara. Con razón nos dice el autor de la carta a los Hebreos: "¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!" (Hebreos 10:31). Por ello es conveniente, para el que no cree, rectificar ahora de actitud; el día del Juicio será demasiado tarde para merecer la misericordia y el perdón de Dios.
Para los que tuvieron la oportunidad de creer en Cristo y no lo hicieron, será otro día de sorpresas. San Pablo dice que en el nombre de Jesús se doblará toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que están en la tierra, y de los que están debajo de la tierra. Y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor. Ahora podemos, libremente, aceptar la divinidad de Cristo y confesarlo como Dios y Señor. Pero si no lo hacemos ahora nos veremos forzados a hacerlo el día del Juicio. Allí, todos comprobarán que Cristo es quien dijo ser, todo lo que el Evangelio afirma de Su persona. Los que niegan que Jesús nació de una virgen, allí tendrán que admitirlo; los que discuten si fue Dios o simplemente un hombre, allí se convencerán de Su divinidad. Pero rectificar luego, como ya hemos dicho, no aprovechará nada para la salvación. Aquél será el día de las grandes sorpresas. Hay quienes dudan del Juicio Final. Dicen que nunca tendrá lugar. Pero la Biblia afirma claramente: "Está establecido a los hombres que mueran una vez, y después el juicio" (Hebreos 9:27). Ese día todo el mundo tendrá que comparecer ante Dios. El hombre tiene un destino eterno. Job se preguntó si muriendo el hombre volvería a vivir. La pregunta del antiguo profeta queda contestada con las palabras de Cristo. Sí, el hombre volverá a vivir en el más allá y habrá de enfrentarse al Juicio del Altísimo. Muchos se sorprenderán grandemente cuando este día llegue.
Personas hay que admiten la existencia del cielo, pero no la del infierno. No pueden concebir que exista un castigo eterno para los malvados. Pero la Biblia dice que hay un abismo entre el pensamiento de Dios y el pensamiento del hombre. Isaías escribe, inspirado por Dios y de parte de Dios: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos" (Isaías 55:8). ¿Quién dice la verdad, el hombre o Dios? Cuando Dios dice que habrá un castigo para el incrédulo, el hombre haría bien en creerlo. Muchos se van a sorprender al comprobar que Dios, efectivamente, llevaba razón. He aquí lo que dice Dios por medio de San Pablo: "Y a vosotros, que sois atribulados, dar reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales serán castigados de eterna perdición excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder" (2ª Tesalonicenses 1:7-9). Y puedes estar seguro de que Dios hará lo que dice.
Si Dios no cumpliera sus palabras, ¿qué clase de Dios sería? ¿Cómo podríamos confiar en Él? Jamás ha dicho Dios algo que no cumpliese. Cuando dice que condenará a los incrédulos, éstos pueden tener la seguridad de que lo hará. Por otra parte, cuando dice que bendecirá a los que creen, lo hará también. Dios, como dice el apóstol Pablo, no puede mentir. Y los que no creen en las promesas divinas se llevarán una gran sorpresa en el día del Juicio Final.
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