En la película del verano El hombre de acero, vemos a Clark Kent –o sea Superman– en una iglesia, lleno de dudas. Para salvar a la humanidad, tiene que entregar su libertad y probablemente su vida. A su espalda vemos una vidriera en la que está Cristo de rodillas, en el huerto del Getsemaní. ¿A quién se le está comparando?
En una reciente entrevista, el director Zach Snyder dice: “la relación entre Jesús y Superman no es algo que nosotros hayamos inventado con esta película”. Ya que “se ha hablado de ello desde la creación de Superman”, recuerda el autor de “Watchmen”.
Aunque a algunos parece que todavía les sorprende la comparación, el mito –que ahora cumple 75 años– tiene un claro carácter mesiánico desde su inicioen 1938. Sus creadores judíos le presentaron como un “salvador de los indefensos y oprimidos”.
Lo extraño es que ya a finales de los años treinta descubrimos que el amable matrimonio de Kansas que encuentra este niño enviado por su padre desde el cielo, tiene un nombre familiar: “¡Mira María, es un niño!”. No nos sorprende, a continuación, que el padre se llame José, aunque para que parezca menos descarado, prefieran llamarlos a partir de ahora Martha y Jonathan, ¡eso sí, conservando las iniciales y José como segundo nombre!
En 1942, el autor, narrador y director del popular programa de radio “Las aventuras de Superman”, le da al verdadero padre el nombre de El –la palabra hebrea para Dios–. Desde ese momento el padre es Jor-El, pero el hijo es también Kal-El. Los dos son uno en su plan de salvar la tierra…
DE LA PROFECÍA A LA VENIDA DEL HIJO
Cuando Superman nació en la revista Action Comics, no era simplemente alguien que saltaba edificios. Sus autores eran dos chicos judíos que se habían conocido en un colegio de Nueva York, cuyo Hombre de Acero era un super-judío, capaz de enfrentarse a sus opresores.
Su héroe llevaba una ese en el pecho, que hacía referencia a sus apellidos: Siegel y Shuster. Aunque estaban en la
Gran Manzana, Jerry Siegel (1914-1996) había nacido en Cleveland (Ohio) y Joe Shuster (1914-1992) en Toronto (Canadá). La muerte del padre de Jerry, disparado por un ladrón, dicen algunos que es el origen de Superman. Lo cierto es que estos dos aficionados a la ciencia-ficción, entraron a trabajar en la compañía DC tras crear el personaje en 1933. Siegel hacía los guiones y Shuster los dibujos.
Cuando uno lee las historias originales de Los Archivos de Superman –publicadas por Norma Editorial en Barcelona desde el año 2005–, es sorprendente hasta qué punto ha cambiado la serie. El héroe de la América conservadora, amable y decente, era en realidad alguien mucho menos políticamente correcto. Sus aventuras de los años treinta le muestran como un personaje al margen de la ley que se enfrenta al poder establecido, como un salvador de los oprimidos. Así en la revista nº 8 de enero de 1939, Superman destroza las casas de un barrio pobre, para obligar a las autoridades a construir edificios más modernos de apartamentos que tengan mejores condiciones. Su idea de justicia le enfrenta una y otra vez a la libertad de empresa, luchando por un estado de bienestar en la línea del
New Deal de Roosevelt.
Superman viene de un planeta llamado Krypton, cuya pronunciación recuerda el
Tikkum Olam hebreo, el concepto de restauración de los males de este mundo, que está en el fondo mismo de la esperanza mesiánica bíblica.
La serie de televisión de los años cincuenta –que hacía el actor muerto misteriosamente George Reeves–, comenzaba siempre con las palabras: “el extraño visitante vino a la tierra con poderes y capacidades que van más allá de las de los mortales”. Ya que,
si Superman en comic representaba la fe del Antiguo Testamento de un pueblo judío que anhela la liberación de su opresión, su llegada al cine en los años setenta anuncia la venida del evangelio de Krypton, en un Nuevo Testamento que proclama el cumplimiento de la esperanza mesiánica…
EL SALVADOR DE LA HUMANIDAD
Richard Donner es el autor de la que para muchos es la mejor película de Superman, en 1978. Para él, “la metáfora está claramente ahí, cuando Jor-El envía a Superman a la tierra, es como Dios mandando a Cristo a salvar la humanidad”. Cuando Donner lleva a Superman al cine con Christopher Reeve, acababa de hacer en 1976 una película sobre el Anticristo,
La Profecía, inspirada por un evangélico.
Ya
en 1968, un pastor presbiteriano, John T. Galloway Jr., había hecho un libro negando que “El evangelio según Superman” sea el de Jesucristo. A partir de la película, la comparación se convierte en un lugar común, por las claras referencias cristianas del guionista Tom Mankiewicz. Su “evangelio”, sin embargo, parece más humanista que cristiano. Cuando Jor-El envía a su hijo a la tierra, dice: “pueden ser un gran pueblo; sólo les hace falta la luz que les muestre el camino; por esta razón, sobre todo su capacidad para el bien, te envío a ellos, mi único hijo”.
La película comienza cuando el planeta Krypton está destinado a la destrucción. Hay tres criminales que han sido juzgados y considerados culpables, como la trinidad de Apocalipsis 16:13: el dragón, la bestia y el falso profeta. Van a ser expulsados, como Satanás del Cielo (
Lucas 10:18). Jor-El
–interpretado por Marlon Brando
–, decide enviar a su hijo Kal-El al mundo, cuyo nombre
kryptoniano significa Estrella. Le bendice, asegurándole que nunca le abandonará. Todo lo que tiene, se lo da. Él mismo le llevará en su interior el resto de los días de su vida. “El hijo se convierte en el padre, y el padre en el hijo”, dice Brando en unas palabras que recuerdan al
Evangelio de Juan.
El Hijo vendrá a este mundo de una forma sobrenatural, en una cueva en forma de útero, creada por una nave espacial que trae el Nacimiento de la Estrella. Como Cristo, Superman tiene una doble naturaleza. Vive en una familia humana, pero tiene un origen celestial.
Tras un tiempo de preparación en la Fortaleza de la Soledad en el Ártico, que parece una catedral, comienza su actividad a los treinta años. Sus prodigios recuerdan los milagros de Jesús, mientras trabaja en un periódico que va a dejar registro de las hazañas que anuncian su venida.
El enemigo de Superman, Lex Luthor, suena en inglés como Lucifer. Vive bajo tierra, y ofrece a nuestro héroe un reino en este mundo.
Superman, sin embargo, lleva su cruz colgada al cuello en forma de kryptonita. Enterrado bajo el agua, experimenta una resurrección, con una nueva Eva como testigo.
Superman baja al fuego del infierno, en medio de un terremoto en el que muere su amada Lois, con un coche como tumba, siendo resucitada por Superman. Para ello nuestro héroe tiene que alterar el tiempo. Lo que logra dando vueltas a la Tierra, para invertir su rotación. Tras cambiar así la Historia, Superman levanta los brazos y asciende a los cielos…
LA SEGUNDA VENIDA DE SUPERMAN
La película fue concebida originalmente como un díptico. Por lo que la continuación fue rodada enseguida por Richard Lester, ante los desacuerdos de Donner con la producción, pero estrenada dos años después.
A partir de los años ochenta hay ya más artículos y libros sobre la relación de Cristo con Superman que sobre cualquier otro aspecto del superhéroe. El más importante, tal vez, es un estudio académico del año 81, que hace una mujer llamada Sara Kozloff para una publicación universitaria, bajo el título: “Superman como Salvador: alegoría cristiana en las películas de Superman”.
El cómic del año 92 continúa la metáfora con “La muerte de Superman” por la Criatura de Armagedón, pero Lois Lane descubre: “¡Oh, Señor, su tumba está vacía!”. A principio de este siglo aparecen varios libros sobre el tema y
el episodio piloto de la serie “Smallville” nos muestra a Clark atado a un espantapájaros en medio de un campo de maíz, por los matones del colegio, como si fuera una cruz.
El año 2006 un director judío retoma la serie, volviendo a los orígenes. Aunque Bryan Singer nació en una familia secularizada,
cree que “la primera película se inspiró en la historia de Moisés”, que fue salvado en una cesta de la destrucción de su pueblo. Su lectura de la serie es por lo tanto típicamente judía, pero también cristiana. “Sería estúpido no admitir la clara alegoría judeocristiana de los orígenes de Superman”, dice Singer, que vivió en un barrio católico de New Jersey, y recuerda haber ido incluso a un club de jóvenes cristianos. Igual que el héroe, creció en una familia adoptiva. Pertenece además a un grupo que parece tener también a Superman como uno de sus iconos, la comunidad
gay –que ve en su encubrimiento en la persona de Kent a alguien que no “ha salido del armario” –.
Varias revistas evangélicas han entrevistado a Singer sobre el aspecto religioso de su película, aunque parece que no le entusiasma hablar del tema. “Sería absurdo decir que esas imágenes mesiánicas no existen en la película”, dice a
Christianity Today.
Algunas de ellas no son intencionadas, pero otras están “muy bien pensadas”, hasta el punto de calificarlas de “celebración”. ¿Significa eso que él es creyente? Como tantos hoy, Singer piensa que su espiritualidad pertenece a un mundo personal, que no se identifica con un solo credo. “Al crecer en una cultura judeocristiana, estas cosas encuentran su camino en tu inconsciente y tu forma de narrar historias, pero no hablo mucho sobre esto, ya que soy un director de cine, ¡no un predicador!”, dice riéndose. “Tengo mi propia espiritualidad”, dice Singer: “Oro a mi manera”.
El crítico de El País, Javier Ocaña, cree que la película “convierte a su personaje en una especie de Jesucristo que muere y resucita, para seguir salvando a la humanidad, a través no sólo de una trama que abunda en esos detalles vitales, sino también de una inconfundible iconografía religiosa”. Volvemos escuchar aquí a Brando como Jor-El, enviando su hijo al mundo.
Como Dios hecho hombre, Superman sufre un proceso de humanización, que le lleva a un dolor supremo. Así “el Padre se convertirá en el Hijo”. Lo que pasa es que, frente a las analogías, hay también muchas diferencias…
Si los cristales
kryptonitas en la primera parte parecían mantener el espíritu divino de Jor-El, ahora es sólo una forma de tecnología. Luthor cita incluso al escéptico Arthur C. Clarke, para decir que cualquier forma avanzada de tecnología es indistinguible de la magia.
Cuando padre e hijo hablan con tal intimidad, más que un eco del Evangelio, hay aquí el ansía de paternidad de alguien que se ha sentido huérfano en este mundo. Su anhelo del padre es conmovedor, pero nos muestra a alguien necesitado de un salvador, no al Salvador mismo. Sin embargo, como dice Luthor, “el corazón humano está sujeto a un engaño monstruoso”. Es por eso que Lois dice que “el mundo no necesita un salvador”, ni ella tampoco. Aunque, como Superman nos recuerda, “la gente clama por él cada día”.
¿EL JESUCRISTO DE LOS SUPERHÉROES?
Desde que Singer dijera, al regreso de Superman, que su personaje era “el Jesucristo de los superhéroes”, a nadie en Estados Unidos le sorprende que la Warner haya querido utilizar la analogía para lanzar su última película al mercado religioso con una estrategia de marketing que ofrece “recursos para el ministerio”, como un sermón y varias guías de discusión.
La comparación es evidente, pero ahora hay un uso interesado de ella. La manipulación llega hasta el punto de que en “El hombre de acero” no se menciona a Superman por su nombre.
Snyder es tan poco sutil que Clark Kent no sólo tiene 33 años –la supuesta edad de la muerte de Jesús–, sino que le entrega como crucificado. Su padre adoptivo José –bueno, Jonathan de primer nombre–, le dice que será su hijo, aunque vuelva su Padre del cielo. Aparece hasta el nacimiento virginal en un sorprendente giro, a través de un planeta donde todos nacían por una inmaculada concepción, Kal-El es el único que nace naturalmente. “En mi mundo la S significa esperanza”, dice Kent / Kal-El, mostrando su carácter redentor y mesiánico. “Sólo le falta redimirnos de nuestro pecados”, como dice Carlos Reviriego.
Jor-El dice a Lara que su hijo será rechazado y muerto, pero finalmente “para ellos, será un dios”. Su padre adoptivo observa “que cuando el mundo descubra lo que puede hacer, cambiarán las creencias religiosas y la concepción de lo que es ser humano”.
En vez de trabajar como carpintero, es un pescador con barba, al estilo de la representación tradicional de Jesús y sus discípulos. Al incendiarse la plataforma petrolífera, Clark aguanta el peso de una estructura metálica que tiene forma de cruz, postura en la que flota luego en el agua con los brazos extendidos.
Por si todo esto fuera poco, vemos en un flashback a Clark de joven, acosado por los matones de su instituto, como en la serie “Smallville”. Aunque aquí en vez de estar atado a un espantapájaros, simplemente está agarrado a una valla con los brazos en cruz y la cabeza medio agachada hacia un lado. Su detención posterior, para la que no ofrece resistencia, le muestra esposado con gesto de humildad. Se entrega voluntariamente, no a su enemigo Zod, sino a la humanidad.
Como el soldado de la cruz, el coronel Hardy declara que “este hombre no es nuestro enemigo”, cuando sale de los escombros.
Kal nos asegura que “puede salvarnos a todos”, mientras se deja caer en el vacío del espacio con los brazos en cruz, pero su fe, como vemos en la iglesia, no es en el Padre, sino en la humanidad. Salva vidas, pero no para la eternidad. Lo único que tiene es esperanza. Kal-El no es el Salvador del mundo.
La historia de Superman no es más que una sombra de la mayor historia de amor de un Padre por su Hijo y del Hijo por el Padre, pero para ello no hay que ver una película, hay que leer el Libro. Es la mayor carta de amor que nunca nadie haya escrito…
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