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Emergencia. Dios calla

La iglesia no ha entendido la radicalidad de los mandamientos bíblicos que nos hacen vivir la vida cristiana en relación con el prójimo, al que siempre debemos tender una mano de ayuda.

DE PAR EN PAR AUTOR Juan Simarro 23 DE NOVIEMBRE DE 2016 09:38 h
Canon / Young Gon LEE (flickr - CC BY-NC-ND 2.0)

¿Has notado alguna vez el silencio de Dios? Hay muchos creyentes que lo han notado. Muchos, en los tiempos proféticos se quejaban de este silencio. Pensaban que Dios no les hacía caso alguno: “Ayunamos y no hiciste caso; humillamos nuestras almas y no te diste por entendido”. Se quejaban porque el silencio de Dios les atronaba, les hundía en el sinsentido del ritual insolidario. Ellos querían gritar a Dios en busca de respuesta ayunando, afligiendo su alma, inclinando su cabeza como junco y haciendo cama de cilicio y de ceniza. Pero sólo escuchaban el silencio de Dios.



Emergencia: Silencio de Dios. ¿Qué pasa cuando Dios calla? ¿Por qué Dios nos responde muchas veces con su silencio que nos agobia y nos hunde en la desesperanza? ¿Por qué a veces el Seños nos deja que nos sepultemos en nuestras quejas injustas hacia él? La respuesta parece que no es fácil, pero si miramos a las Sagradas Escrituras, se ven respuestas claras a las experiencias sobre la escucha agónica del silencio de Dios. 



Leed, por ejemplo, Isaías capítulo 1 y el capítulo 58 del mismo libro. En ambos capítulos se habla de esa experiencia tremenda de un Dios que no nos habla o, en su caso, de un Dios que no nos escucha. 



Un pueblo quejoso porque Dios no les respondía. En Isaías 1 se nos dice más: no oirá cuando le hagamos oraciones, no se agradará con nuestras fiestas solemnes o cultos ni con las vanas ofrendas. ¿De dónde viene este silencio, este enfado de Dios, este estar sordo a nuestros clamores y oraciones? ¿Se pueden dar hoy estas terribles situaciones?



Emergencia: Dios no se da por entendido. ¡Qué tristeza ente el silencio de Dios! Lo notaban con gran preocupación. ¡Qué gran tragedia estar ante un Dios que calla! ¡Qué horrible un Dios que no se da por entendido! Algo horrible e importante debería estar sucediendo para que los religiosos, los que buscan a Dios cada día según nos narra el libro de Isaías en su capítulo 58, los que practicaban el ritual martirizando sus cuerpos, no hallaran ninguna respuesta de Dios y se sintieran englobados por un silencio que les aplastaba.



La razón era ésta: Se puede dar una esquizofrenia espiritual en la que, mientras que buscamos el rostro de Dios oprimimos a nuestros trabajadores, no nos preocupamos de hacer justicia al huérfano y a la viuda como representantes de los muchos colectivos empobrecidos y marginados que hay hoy, no damos de comer al hambriento, no damos agua al sediento, dejamos al desnudo que sufra su propio frío sin que nos interpele de una manera tan positiva que nos lance a la acción. Esas eran las causas del silencio de Dios, un pueblo religioso pero insolidario, un pueblo que no buscaba la justicia, un pueblo que daba la espalda al grito de los excluidos, empobrecidos y oprimidos de la historia.



Y algunos dirán: Juan Simarro vuelve a su tema, pero yo os digo que vuelvo a lo que dice la Palabra de Dios de una manera tan clara que no caben otras interpretaciones. ¿Podrá la iglesia hoy estar escuchando también en muchos aspectos el silencio de Dios o adorando a un Dios que enmudece ante nuestras insolidaridades y falta de compromiso con el prójimo?



Nos podemos equivocar y Dios nos puede decir las mismas palabras que pronunció en aquellos contextos veterotestamentarios: “Me buscan día a día, y quieren conocer mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia”. Ese era el fallo. Buscaban al Señor como “gente que hubiera hecho justicia”. Sin embargo, el señor nos pide la reconciliación con el prójimo en estas áreas de solidaridad o projimidad como condición previa para que Él escuche nuestras plegarias, para que Él acepte nuestro ritual, para que él conteste, para que se elimine el silencio de Dios.



¡Qué fuerte es el mandato de amor al prójimo, el mandado de no oprimir, de no robar el salario justo, de compartir, de denunciar, de clamar contra la opresión! Quizás la iglesia no ha entendido todavía la radicalidad de estos mandamientos bíblicos que nos hacen vivir la vida cristiana en relación con el prójimo al que siempre debemos tender una mano de ayuda. ¿Cómo queremos escuchar la voz de Dios, eliminar su silencio y hacer que deje su enmudecimiento cuando nuestro ritual no tiene en cuenta al prójimo que sufre? 



¡No! No es posible ese ritual, no es acepto ese culto, no es acogida esa alabanza, nuestras oraciones no suben más arriba del techo de nuestras iglesias. Sólo escucharemos el silencio de un Dios que calla, que permanece sordo a nuestro clamor, que no aprueba nuestro culto o ritual que sufre y busca profetas que griten “a voz en cuello” contra esta considerada por Dios como rebelión, la rebelión de su pueblo. (Ver Isaías 58).



La pregunta resuena: ¿Cómo te atreves a buscar el rostro de Dios sin practicar la justicia? Dios nos diría: Necio, no vas a encontrar ninguna respuesta, sólo experimentarás mi silencio pues permaneceré mudo frente a tus súplicas.



Te dejo con las palabras que el profeta debería decir a estos religiosos, palabras recibidas directamente de la boca de Dios: ¿No es el ritual que yo escogí —nos dice Dios—, “que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en tu casa?... ¿No es soltar las cargas de opresión y dejar ir libres a los quebrantados?”. Y mi pregunta sería esta: ¿Cuándo entenderemos las líneas del auténtico ritual, del que nos abre las puertas del cielo y nos da acceso a un Dios que nos dice que el amor a Dios y al prójimo están en relación de semejanza? “Venid luego”, nos dice el Señor. Entonces escucharemos su voz y los cielos comenzarán a derramar bendiciones sobre nosotros hasta que sobreabunden y aceptará nuestro culto, nuestras oraciones y alabanzas. Porque Dios no quiere ser con nosotros ese Dios mudo que calla y que sólo nos regala su silencio.


 

 


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COMENTARIOS

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chispa
27/11/2016
15:16 h
3
 
Me gusta. Los dones que cada uno tenemos son para poner al servicio del prójimo.Las O.N.G. son imprescindibles porque las iglesias en general no dan a basto.Los voluntarios hacen un maravilloso trabajo, incluso los profesionales que lo hacen por amor al prójimo.Las injusticias sociales ya son en sí mismas pecado, de modo que se predica , a veces, más con el ejemplo que con las palabras.Las iglesias no son O.N.G. y tienen la Palabra sin cesar, pero a la vez ayudan en lo que pueden. Ser y hacer
 
Respondiendo a chispa

Lavapiés
24/11/2016
11:54 h
2
 
Qué poco conoce Eladius el mundo de la pobreza. Tres cuartas partes de la humanidad en pobreza en diferentes grados hasta llegar a la pobreza severa. Mil millones de hambrientos. Ni siquiera tiene razón al hablar de nuestras sociedades occidentales. Niños que pasan hambre, familias en la calle, el mundo de los sin techo, la feminización de la pobreza... ¡Despierta Eladius!
 
Respondiendo a Lavapiés

Eladius
23/11/2016
13:15 h
1
 
Sigue teniendo sentido ese llamado universal a ayudar a todo pobre en nuestras sociedades occidentales cuando estamos sosteniendo unos servicios médicos y sociales que ni siquiera los reyes tenían en época de Jesús?. No será más bien al revés?.Que quizá la Iglesia se obsesiona más por ser ONG´s que luces de la palabra ante el mundo, que denunciamos más la injusticia social que el pecado?.
 



 
 
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