Un dulce día

“Nunca había imaginado vivir sin tu sonrisa
Cuando siento y conozco que me escuchas,
eso me mantiene vivo
Y yo sé que tu estás brillando para mí desde el cielo
Como muchos amigos
que hemos perdido a lo largo del camino. (...)
Y sé que un día estaremos juntos, Un dulce día. (...)
Señor, yo sé que cuando vaya a dormir
Siempre me escucharás cuando oro”

Estas son algunas de las líneas más recordadas de la canción “One sweet day” que María Carey y Boyz II Men llevaron al número uno de las listas de éxitos durante los años 1996-97. La trama es muy sencilla: uno de los más importantes amigos ha muerto, y ahora la única esperanza es volver a verlo un día (“un dulce día”) en el cielo.

A lo largo de la vida perdemos muchas cosas. Y desgraciadamente también perdemos muchas relaciones. Algunas de ellas por circunstancias que parecen escapar a nuestras manos: un cambio de domicilio, un malentendido, una situación diferente... Otras, las más tristes sin ninguna duda: perdemos a seres queridos porque la muerte se los lleva.

Y entonces luchamos toda la vida con la tristeza de no poder ver otra vez a quien significaba tanto para nosotros, y con la amargura de no haberle dedicado el tiempo que –ahora nos damos cuenta–, debíamos haberle dado. Y lo que más nos ata es que ninguna de las dos cosas parecen tener solución.

Sin embargo, todavía hay algo que podemos hacer. Podemos traer a nuestro recuerdo lo mejor que nos ha pasado en esa relación: las cosas que merecen la pena, las situaciones que amábamos juntos, las palabras que nos hacían reír y los momentos que son sólo nuestros... Y, por otra parte, también podemos abrir nuestros ojos y contemplar a los amigos que ahora tenemos. Buscar a aquellos que no hemos perdido a lo largo del camino, y dedicarles nuestro tiempo y nuestro cariño. Dejar que brillen en nuestro corazón hoy, antes que tengan que hacerlo desde el cielo.

Y desde luego, no debemos olvidarnos de agradecer también a los que están más cerca de nosotros, a nuestra familia. Los que ponen su mano en nuestras heridas cuando vamos a dormir. Los que nos sonríen aún en los momentos más duros.

Y al final del día, recuerda que Alguien nos escucha cuando oramos.