La crisis que está a la base y de la que se habla poco es aquella que podríamos llamar crisis de valores, crisis de la ética y la moral.
En los tiempos que vivimos en nuestro país, hablamos de la crisis económica, de cómo ésta ha minado al mundo infantil una parte de los cueles pasan hambre afectados por recortes en comedores escolares o becas, hablamos de crisis económica o financiera, de déficit, de crisis políticas o humanitarias, pero quizás, la otra crisis, la crisis que está a la base y de la que se habla poco o, incluso, se le da la espalda, es aquella que podríamos llamar crisis de valores, crisis de la ética y la moral, la crisis de las esencias humanas, la crisis de los valores bíblicos que parecen no actuar ya en un mundo egoísta que da la espalda al gemido de los empobrecidos de nuestra historia, al llanto de los que sufren, al dolor de los apaleados de la historia.
Sí. Sería esta crisis la que habría que estudiar y ver cómo la podemos eliminar o, al menos, cómo podemos ir reduciendo los efectos de esta otra crisis de la que poco se habla y que lanza al mundo a un desequilibrio en donde los más sagaces o con la fuerza que da el egoísmo, se lucran a costa de los débiles contraviniendo así todo valor bíblico, sean los valores del Reino, los valores que movieron las voces proféticas o los valores de un Dios preocupado por los pobres de la tierra.
Por culpa de esta crisis de la que no hablamos o que parece que queremos silenciar viviendo fuera de lo más específicamente humano, en la otra crisis de la que sí hablamos, la crisis económica o financiera, vemos que muchos se enriquecen mientras que la sima que separa a los pobres de los ricos se agranda dando lugar a ricos más ricos y pobres más pobres, a la caída en pobreza de gran parte de nuestras clases medias, a una crisis humanitaria de espalda a los valores bíblicos, dando el trasero a la moral y a la ética, sin saber nada de lo que es ser movidos s misericordia para el prójimo.
La crisis de valores afecta por igual al hombre que a la naturaleza. Hombres que pasan hambre o que viven en la miseria, mientras que nos ponemos de espaldas también al grito de la naturaleza, a la ecología, a las crisis climáticas, a la contaminación de las aguas… nos convertimos en seres inconscientes dominados por el egoísmo y con valores en contracultura con las enseñanzas bíblicas. No oímos, no podemos escuchar el grito de los hombres oprimidos que se unen al gemido de la naturaleza saqueada.
Hay una urgencia y una necesidad inmediata de que el hombre se gire, se de la vuelta e intente volverse a los auténticos valores. Lo otro, es atentar contra la justicia social y contra el equilibrio ecológico no haciendo caso ni siquiera a la creación que “gime a una como con dolores de parto esperando su liberación”.
No hay solidaridad en el mundo al haberse perdido los auténticos valores. La otra crisis, la de los auténticos valores y los de la moral o la ética, trastornan el mundo como si una banda de ladrones lo hubiera asaltado. Así, se lucran sólo unas minorías humillando al resto de los hombres y de la creación mientras que se levantan como gigantes, aunque con pies de barro, que se levantan orgullosos mostrando su indignidad, su latrocinio, mientras que muchos otros los miran como portadores de prestigio. Maldito prestigio el de los insolidarios que se atreven a desafiar incluso al Dios de la vida.
Caminan muchos por el mundo hoy dando la espalda a los valores auténticos creando la otra crisis, la que está a la base de tantos males sociales, crisis ecocida, que destruye la ecología, y crisis homicida que destruye a muchos hombres reduciéndolos al no ser de la pobreza y exclusión social, crisis maldita que da la espalda a lo auténtico, a lo humano, a lo racional, a lo misericordioso, a lo bueno y lo digno. Esta otra crisis, la de los auténticos valores, somete, oprime y despoja incluso a la propia creación de Dios en la que el hombre no debe ser un saqueador, sino un colaborador.
Esta otra crisis ha perdido su rostro humano. La crisis de los valores no nos permite renunciar a lo que nos sobra, da la espalda al concepto de un mundo sostenible, nos impide la renuncia a nuestros niveles de posesión, la renuncia al consumo y acumulación desmedida. Esta otra crisis es la que nos impide compartir y el que busquemos una mayor equidad en el reparto de los bienes de la tierra que son de todos. Nos impide cumplir con el aserto bíblico de que “no haya pobres entre nosotros”.
Hay que volver, para salir de esta otra crisis, a los valores proféticos, a recuperar la voz profética. Hay que romper esa dinámica de opuestos en lucha desigual: La riqueza y la pobreza. Esta dualidad debería desaparecer si somos capaces de salir de esta otra crisis que nos ata de pies y manos con grilletes en nuestros pies y esposas de acero, esposas de impiedad que nos agarrotan las manos. No podemos ser las manos y los pies del Señor que se mueven en medio de un mundo de dolor.
Hay que usar la voz en esta otra crisis, gritar a voz en cuello como Dios indicaba que hicieran los profetas, gritar clamando por justicia a la vez que, en coherencia, cambiamos nuestros hábitos de vida, nuestras prioridades y nuestros estilos de vida para que estén en línea con los valores del Reino, los valores bíblicos. Hay que ser valientes para poder decantarse por ser seguidores del Maestro intentando salir de esta otra crisis de valores y de humanidad. Los cristianos deberían ser también mucho más humanos en medio de este mundo desigual para poder ser el fermento que nos haga salir de esta otra crisis.
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