El cine y las tonterías interesantes

Muchos se quedan boquiabiertos al conocer las cantidades de dinero que cobran los grandes actores por cada película. Lo que no todos saben es cómo fue el comienzo de alguno de esos actores en el mundo del cine.

Gary Cooper, por ejemplo, empezó siendo un simple figurante. Trabajaba como “extra” en películas de vaqueros, y ganaba cinco dólares cada vez que se tiraba del caballo al suelo.

Otro ejemplo: Sean Connery. Cuando visitas Edimburgo, en Escocia, te enseñan el lugar en el que comenzó a trabajar dividiendo su tiempo como modelo para los estudiantes de arte y arquitectura, y su trabajo cargando cajas y muchas otras cosas antes de llegar a ser uno de los mejores actores del mundo.

Nuestra familia tiene un ejemplo mucho más cercano. Ángel de la Cruz, uno de los directores de la película “El bosque animado”, es primo de Miriam mi mujer, y la verdad es que tuvo que arriesgarse al trabajar en una película de animación en la que pocos creían al principio. Mucho tiempo, muchas fuerzas y mucho dinero invertido, más tarde tuvo como fruto uno de los premios más prestigiosos en España: el Goya, aparte del éxito del público de varios países del mundo.

Hay un proverbio inglés que dice: “La persona que nunca comete una tontería, nunca hará nada interesante”, a lo que yo añado siempre que es mejor gastarse por el uso que ¡oxidarse por no hacer nada!

Para cualquier cosa que merezca la pena en la vida hay que trabajar duro, poner nuestra vista en la meta y no aflojar por muy duros que parezcan los tiempos. Y sobre todo tener paciencia; saber esperar y tener mucha paciencia.

En la vida es trascendental la disciplina, el esfuerzo, el orden de prioridades en las cosas que hacemos… Vivimos en una sociedad en la que muchos tienen más de lo que merecen, y quizás han recibido las cosas de una manera demasiado fácil, con lo que acaban creyéndose con el derecho a tener todo lo que piden y en el momento en el que lo piden. Nadie quiere esperar y todos quieren tenerlo todo ya.

El problema es que pocos quieren trabajar duro para obtener algo.

Muy pocos siguen con paciencia y lealtad su trabajo con la satisfacción que da el saber que merece la pena hacer las cosas bien. Esperan que todo “caiga del cielo” como si eso fuese lo más normal del mundo.

En ese mismo deseo tienen su propio castigo, porque todo lo que viene sin trabajo, sin disciplina, y sin riesgos nos deja con la debilidad de haber perdido todo el proceso de lucha para conseguirlo. Y nuestro carácter pierde la oportunidad de fortalecerse en ese proceso. Sin ninguna duda, una de las mejores oportunidades en la vida.