Con la ignorancia en flor

Es divertido y a la vez hermoso contemplar la ignorancia con la que nacen los bebés y las ganas de aprender que se les despierta según van creciendo, sus constantes preguntas, su curiosidad, su capacidad para imitar a los adultos. Desde el comienzo de la vida la ambición por instruirse es evidente.

Sin embargo, es triste descubrir como hay adultos que se gustan en su incompetencia y la hermosean por doquier con la excusa de que hay que ser como niños para entrar en el reino de los cielos. No se preparan, ni estudian a fondo la palabra de Dios. Evitan usar el término "improvisación" cambiándolo por el texto aquél de que el Espíritu Santo les iluminará en el momento oportuno, o sea, en el último momento, y por eso meten la pata con frecuencia, tanto en lo que dicen como en su comportamiento, siendo botón de muestra de lo que se denomina vergüenza ajena.

Este presumir de no querer saber, no querer oír, no querer mirar, no querer avanzar, se contagia y no es más que miedo a tener que tomar decisiones. Incluso esta actitud se impone. No sé de qué manera se establece pero, en ocasiones, se comprueba que en ciertos círculos eclesiales, es la ignorancia la que gana en número al conocimiento y este queda apartado, incluso prohibido.

La flor de la ignorancia es atrevida y orgullosa, lleva consigo exhibirse en primera fila. No se reconoce a sí misma, no calla, no se esconde y muere como los peces, por la boca. Los que la padecen se aferran a ella y la presentan como opinión personal certera, como punto de vista indiscutible.

Mantenerse en ella demuestra pereza, no sencillez infantil. Ni sabe ni quiere saber ni deja aprender. Es un roe que te roe que va comiendo el terreno ilustrado hasta aburrirlo.

Del mismo modo que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, la ignorancia sobre el evangelio de Jesús, tampoco. Ignorancia y sabiduría son los polos opuestos de un imán. Imitemos a los sabios.

Cuando tomamos algún versículo como el que dice que tenemos que ser como niños para entrar en el reino de los cielos, ¡esas ganas de aprender con ansia que tienen los infantes de descubrir lo que desconocen, han de estar presentes! Ser como niños no es la excusa para quedarse atrasado en la carrera. El ser humano es inquieto por naturaleza.

Flores existen por doquier. Está la flor de la canela, la flor del azafrán, la flor de loto, la de la pasión, otra muy curiosa es la flor del pensamiento y también tenemos la flor de la ignorancia que siempre nos causa sorpresa, pues no tiene tiempo estipulado para desplegar su esplendor, cualquier momento le viene de perlas para lucir sus pétalos.