Si, ya sé que he hablado de ellas en innumerables ocasiones, pero no puedo remediarlo. ¡Ten paciencia conmigo!
La verdad es que casi todos los días mis hijas me enseñan lecciones espirituales que no puedo dejar de compartir.
Déjame que te explique lo que sucedió esta misma semana, durante una cena con unos amigos. Estábamos hablando acerca del fallecimiento de un conocido político gallego, cuando alguien comentó que habría un acto especial de reconocimiento pocos días después de su entierro: "Asistirá mucha gente, políticos, ministros, personas relacionadas con diferentes campos de la cultura... pero parece que el rey no vendrá".
Yo estaba sentado a la mesa, justo en medio de Lami, mi hija mayor y Kenia, la segunda.
Tan pronto como ellas escucharon la última frase, Kenia dijo: "Cuando sea nuestro entierro sí vendrá el Rey, ¿verdad papá?" , Inmediatamente Lami respondió: "Sí, cuando muramos, el Rey estará con nosotros, ¡seguro!".
Sonreí, porque comprendí que ellas hablaban del "Rey" con mayúsculas.
Quién estará con nosotros en el momento de nuestra muerte es el Rey de reyes y Señor de señores, Jesús. De eso no tengo ninguna duda.
Tan pronto como las niñas terminaron de hablar, recordé la petición que un ladrón asesino le hizo al Señor muy poco antes de morir: "Acuérdate de mí, cuando vuelvas como Rey" No tenía ninguna posibilidad de reformar su vida, ni de cambiar absolutamente nada. Le quedaban sólo unos pocos minutos de existencia y era imposible para él hacer ningún tipo de penitencia religiosa, o demostrar que sus deseos de seguir a Jesús eran sinceros y no sólo el producto de la desesperación total que se siente al ver a la muerte "cara a cara".
Aquel asesino estaba siendo ajusticiado en una cruz, y a su lado ¡Increíble! se encontraba clavado en otra cruz el mismo Hijo de Dios, el Rey.
Ese ladrón comprendió que el Rey no estaba muriendo como él, sino que "entregaba" su vida. Voluntariamente. ¡Todavía más increíble!
Allí, en la cruz, supo que si su Creador estaba entregando su vida, es porque más tarde la volvería a recibir. Un asesino descubrió lo que a muchos les cuesta años creer: que Jesús volvería un día para reinar. Que Él es el único Rey.
Nuestro único Rey.
El Señor le regaló mucho más que un recuerdo: le dijo "Hoy estarás conmigo en el paraíso". Él le pidió un favor, Dios le regaló la vida para siempre. Sin condiciones.
El Señor Jesús sigue haciendo lo mismo hoy en todo el mundo. Sigue regalando vida, y no una vida cualquiera, sino ¡la mejor que existe!
Una vida sin final, porque sí, ¡sí es cierto que El nos acompaña siempre! Prometió no abandonarnos nunca, y Dios siempre cumple su palabra.
Para que jamás lo olvidemos, antes de ascender a los cielos, nos pidió que bautizáramos en su nombre a todos los que creen (Cf. Mateo 28) Un acto muy sencillo, pero con un significado impresionante.
Recuerdo el día de mi bautismo, cuando tenía doce años: bajé al bautisterio y me dejé "llevar" por el pastor de la iglesia mientras me introducía por completo en el agua.
Cerré los ojos por instinto, y no me preocupé de nada porque sabía que quién me sumergió, me iba a "sacar a flote" rápidamente.
No me digas que soy muy "espiritual" si te comento que comprendí la razón por la que en la Biblia se compara al bautismo con el día de nuestra muerte. Cerraremos los ojos casi "por instinto" sabiendo que estamos en las manos de nuestro Creador, el que nos llevará a disfrutar de una vida absolutamente nueva, diferente, impresionante, sin límites ni final. En ese día, Él no nos "sacará a flote" simplemente ¡Nos transformará por completo para que jamás volvamos a sufrir ni a ser vencidos por el mal!
El compositor del Salmo describió el transcurso de la vida y su final, de una manera única "Con tu consejo me guiarás, y después me recibirás en gloria" (Salmo 73:24).
Nuestro Rey vive en una dimensión diferente, no es como nosotros, no está limitado como nosotros. Tiene el poder para acompañarnos a todos al mismo tiempo ¡Y lo hace! Nos ama tanto que no nos abandona ni un solo instante. De eso se trata la vida cristiana.
Cuando llegue el momento en el que tenga que cerrar los ojos casi por instinto, el Rey, no sólo estará allí conmigo, ¡Me llevará de la mano!
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