¿Sabemos nosotros la importancia de la obra que Dios pone en nuestras manos? ¿Sabemos decir "no" a las citas trampa?
Dos cosas estoy intentando aprender: No caer en las trampas del enemigo y huir, si es necesario incluso, sin dar explicaciones.
El libro de Nehemías en el capítulo 1 nos muestra el interés de éste por saber en que estado se encontraba la ciudad de Jerusalén y sus habitantes. Cuando supo que sufrían grandes males y afrentas, que el muro de la ciudad estaba derribado y sus puertas quemadas, lloró, oró y ayunó durante varios días ante el Señor. Su tristeza era tan visible que el rey Artajerjes, al observarlo, le preguntó qué le pasaba. Nehemías, hijo de Hacalías, le contó que la tristeza se debía al estado de su pueblo y de las defensas de su ciudad. El rey le concedió permiso para ir a reconstruir las puertas y las murallas de Jerusalén.
Hasta aquí podemos sacar en conclusión que el Señor puso en su corazón la reconstrucción de Jerusalén. Le encomendó que se hiciera cargo de esta obra de reparación que sería testimonio ante los ojos del propio Dios y de los hombres. Puso también en el corazón del rey el deseo de ayudar en todo lo que fuera menester. Todo parecía perfecto. Sin embargo, aparecen en escena Sambalat horonita, Tobías el siervo amonita y Gesem el árabe. Estos hombres se disgustaron al saber que Nehemías iba a ayudar a los hijos de Israel.
El capítulo 3 relata como fueron rehabilitadas y por quienes las distintas partes en que se dividió la obra. Pero el propósito de los enemigos de Jerusalén era que no se reconstruyera.
En el capítulo 4:14 leemos: Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos, acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas”. Versículos 16,17,23: Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad tenía lanzas, escudos, arcos y corazas; y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa de Judá. Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada. Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes, ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para bañarse.
En el capítulo 6 podemos observar como el enemigo pone trampas para que la obra de Dios no continúe. Dice el versículo 2: Sambalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado hacerme mal.
Nehemías supo que aquella cita era una trampa que entorpecería la obra del Señor. ¿Cuál fue su respuesta? Veamos el verso 3:Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros.
Nehemías no abandona la obra que el Señor le había encomendado para ir a aquella cita. Esta respuesta que da a Sambalat y Gesem tendría que haber sido suficiente para ser respetado, pero veremos que no lo fue.
¿Por qué no acudió? Porque aquella cita suponía el atraso de la obra que el Señor puso en sus manos. Nehemías era responsable y conocía su importancia. ¿Sabemos nosotros la importancia de la obra que Dios pone en nuestras manos? ¿Sabemos decir "no" a las citas trampa?
Seguimos en el capítulo 6 versos 4, 5, 6: Y enviaron a mi con el mismo asunto hasta cuatro veces, y yo les respondí de la misma manera. Entonces Sanbalat envió a mí su criado para decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano, en la cual estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros; y que por eso edificas tú el muro, con la mira, según estas palabras, de ser tú su rey.
En estos versículos encontramos como muchas veces, cuando estamos trabajando en la obra que el Señor nos encomienda, nos malinterpretan. Cambian nuestra intención de buena a mala. Nos culpan de ir buscando nuestro propio provecho. Y otras tantas, para no dar esa impresión ante los demás, abandonamos enfadados y enfurecidos la obra del Señor diciendo que la hagan otros.
Seguramente, ante esta provocación a Nehemías le hubiera gustado ir y verse las caras con Sambalat para aclararlo todo, pero esto es lo que hizo, verso 8:Entonces envié yo a decirle: No hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas.
No abandona la obra, e igual que recibía los recados, él los envía sin apartarse de la obra que el Señor le encomendó y pidiendo mediante la oración que el Señor siguiera con él.
Veamos lo que dice el versículo 10:Vine luego a casa de Semaías, hijo de Dalaía, hijo de Mehetabel, porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte.
Cuando decidimos permanecer en los caminos del Señor, también recibimos consejos que parecen provenir de amigos. Consejos que parecen venir de quienes nos quieren bien. Esto es otro tipo de trampa más disfrazada aún que la anterior. Incluso nos sugiere que nos refugiemos en el templo, el lugar más seguro. Pero Dios no nos pide que nos refugiemos, nos pide que trabajemos en la obra que nos da a cada uno y que lo hagamos a cara descubierta.
Nehemías respondió en el verso 11, 12: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvarse la vida? No entraré. Entonces entendí que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí porque Tobías y Sambalat lo habían sobornado.
En este caso “ huir” hubiera sido abandonar la comisión de reconstruir la muralla. Nehemías había recibido esa revelación.
¿Era Nehemías cobarde por no asistir a la cita con su enemigo? De ninguna manera. ¿No estuvo su valentía en la decisión de ir y reconstruir la muralla? Una cosa es ser valiente o cobarde y otra, muy distinta, actuar con sabiduría.
Durante nuestro ministerio en la obra del Señor recibimos también “ayudas trampa” de los amigos que nos rodean. Caemos una y otra vez. ¿Por qué? Porque aunque veamos cual es nuestro camino, cual es nuestra misión, también nos interesa saber qué opinan los demás sobre lo que estamos haciendo. Y como nos interesa saber que opinan de lo que Dios nos encomienda, nos dejamos influenciar y aceptamos esas “ayudas trampas” que, en el caso de Nehemías, era la de esconderse y que él no aceptó.
Querer saber qué harían otros en nuestro lugar es el problema. Con esto, no quiero decir que no podamos compartir con los demás nuestras inquietudes o buscar consejo. Con esto quiero decir que cada uno es consciente de lo que Dios le pide verdaderamente y a veces buscamos en los demás alguna excusa que nos ayude a abandonar sin sentirnos culpables.
Parece que necesitamos y esperamos la afirmación de los demás: ¿Te parece bien como lo estoy haciendo?¿Será suficiente así?¿Tú que harías?¿Quién sabe si es suficiente o si hemos hecho todo lo que teníamos que hacer? Buscamos la conformidad de los demás a lo que hacemos.
Dice la palabra que cuando respondió: No entraré, fue cuando entendió que era una trampa para infundirle miedo.
Versículos 15 y 16 del capítulo 6: Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, (septiembre) en cincuenta y dos días. Y cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros y se sintieron humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra.
Cuando trabajamos para el Señor, nuestros enemigos lo saben, lo entienden. Mientras trabajemos para el Señor, nuestros enemigos seguirán queriendo interrumpirnos.
Al final del verso 19 leemos: Y enviaba Tobías cartas para atemorizarme.
El miedo es algo que siempre nos va a acompañar en nuestro caminar con Cristo. Porque nuestros enemigos son fuertes, si fueran débiles no serían enemigos. Pero nuestras miras deben estar en el Señor. Si él nos encomienda una obra es porque va a estar con nosotros, la va a llevar a cabo y será para su Gloria. Tampoco hay que aparentar ser inocentes o humildes ante una trampa. Mateo 10:16: He aquí que yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. En mi vieja Biblia católica, en el libro de Eclesiástico 4:28: ...no encubras tu sabiduría en ocasión en que debes ostentarla.
Recuerdo algunas ocasiones en mi vida en las que fui consciente de asistir a citas trampa. Pero no podía mostrarme como mujer cobarde, e iba. Todo lo que de allí traía no era más que miseria y derrota. ¿Quiere el Señor esa clase de valentía? ¿Sirve para algo? Ser sabio es saber dejar a un lado nuestra condición humana y tener el discernimiento de elegir con cautela. ¿Qué demostramos asistiendo a citas trampa si sabemos de sobra que venimos derrotados? Nehemías las rehusó. No le importó lo que dijeran de él. No debe importarnos tampoco. Al enemigo no hay que demostrarle nada. El Señor conoce nuestros corazones. Nuestra dignidad prevalece delante de él ¿Para qué más?
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