¿En qué grupo de personas estás tú? ¿En el de los que desechan la buena noticia, al desechar al Salvador y su salvación? ¿O en el de los que lo reciben a él y se acogen a su obra?
Que vivimos rodeados de malas noticias no es ninguna afirmación pesimista sino la más realista que pueda haber. Día tras días las nuevas que recibimos oscilan entre malas y pésimas y cuando son solamente regulares ya es motivo de alivio, aunque aguantamos la respiración al sospechar que mañana o pasado mañana ocurrirá algo, en alguna parte, peor de lo que hasta ahora habíamos visto u oído.
Pero a pesar de este panorama desesperanzador y en medio del mismo surge una buena noticia, que se anunció hace ya mucho tiempo, y que tuvo su momento álgido en un momento dado, pero cuya vigencia sigue intacta hasta el día de hoy. Esa buena noticia gira en torno a una persona y su obra, según el anuncio que un ángel le hiciera a José: 'Y dará a luz un hijo y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.'i La persona es Jesús y su obra es la salvación y fuera de él y de ella no cabe esperar buena noticia que sea de valor imperecedero.
Pero con esta noticia sucede algo parecido a lo que ocurre con determinados productos, cuya eficacia está sujeta al sometimiento a unas condiciones previamente estipuladas. Es decir, aunque la noticia es buena objetivamente sólo llega a serlo subjetiva y personalmente cuando se respetan las normas bajo las cuales opera. Por eso para muchos nunca llega a ser una buena noticia y, sin embargo, para otros es la más excelente de todas.
¿Por qué esta noticia no es buena para muchos? Básicamente por tres razones:
1. Porque han deformado a la persona sobre la cual gira la noticia. Aunque tal vez admiran a Jesús, lo reconocen en unos casos como profeta, en otros como iluminado, en otros como maestro, en otros como benefactor y en otros como revolucionario, por poner unos ejemplos. Hacen con Jesús algo parecido a lo que se hace con una foto o imagen que se deforma con el Photoshop, que se altera de acuerdo al gusto del usuario.
2. Porque han desfigurado la obra hecha por Jesús, reduciéndola a una mera mejora moral o ética, o a un programa social, en el que las palabras solidaridad o fraternidad son las que importan. Otros han desvirtuado su obra al imaginar que él vino para cambiar unas estructuras injustas por otras más justas, a fin de crear una sociedad mejor.
3. Porque no se reconocen necesitados en lo más profundo, pensando que el problema está en otros o en otra parte. Tal vez sean los planteamientos económicos o políticos lo que hay que arreglar, o tal vez el problema está en ciertos sectores de la sociedad impermeables al cambio o pueden ser determinadas ideologías que alimentan un estado de cosas perverso. Pero nunca piensan que la raíz del problema pueda estar en su propio corazón.
¿Por qué esta noticia sí es buena para otros? Por tres razones:
1. Porque han reconocido a la persona sobre la cual gira la noticia en su auténtica dimensión, esto es, como Salvador. No simplemente como reformador, maestro, profeta o revolucionario. Así ha habido muchos a lo largo de la historia. Incluso ha habido muchos salvadores con minúscula, como Moisés, Gedeón o Samuel. Pero sus salvaciones fueron provisionales, sombras de la verdadera. Pero con Jesús estamos ante el único Salvador, con mayúscula, que merece ese nombre.
2. Porque han reconocido la verdadera naturaleza de la salvación que trae Jesús. Una salvación que es del pecado. No es la salvación que muchos esperaban cuando él nació, del mismo modo que no es la salvación que muchos esperan hoy. Entonces muchos esperaban una salvación consistente en la liberación del yugo de un imperio político extranjero. Sin embargo, la salvación que trae Jesús es la liberación del yugo de otro imperio: El del pecado, que se ha apoderado de nosotros con todas sus letales consecuencias.
3. Porque se reconocen a sí mismos necesitados y se acogen a Jesús y su salvación, confesando su culpa por el pecado y asumiendo su responsabilidad por su estado de perdición. Eso significa una humillación personal, que no evade ni echa sobre otros la obligación de dar cuentas.
Un prototipo de individuo para el cual el nacimiento de este Salvador no fue buena noticia es Herodes. Él ha pasado a la historia con el apelativo de el Grande, al ser la cabeza de una dinastía y por haber llegado a la cumbre partiendo prácticamente de la nada. Sin embargo, para alcanzar esa posición y mantenerse en la misma no dudó en actuar con total falta de escrúpulos, liquidando a quien pudiera ser un obstáculo para su ambición desmedida. Y así mandó ejecutar a su mujer Mariamme, al sospechar de ella, y a otros parientes próximos, además de las crueles represalias que ordenó contra los judíos. De modo que en vez de el Grande el apelativo que moralmente le cuadra sería el de el Miserable o el Infame. ¿Estaba Herodes necesitado de la salvación del pecado? Ciertamente que sí. Pero él consideró que una salvación de esa clase no tiene valor alguno. Y por supuesto, estimó el nacimiento del Salvador como una amenaza para su propia posición.
Pero en contraste con Herodes están los magos, quienes hicieron un largo trayecto para venir a adorar al Salvador. El título con el que le reconocieron fue el de rey de los judíos. Ahora bien, en aquel momento ser rey de los judíos no eran gran cosa, al tratarse de un pueblo desperdigado por muchas naciones, sin independencia nacional y siendo Judea simplemente una oscura provincia en una esquina del Imperio romano. Si el anuncio hubiera sido que había nacido el rey de los romanos, eso sí habría sido una gran noticia, porque Roma era el brillo y la magnificencia. Pero los judíos eran un pueblo de cuarta o quinta categoría, sin importancia alguna.
Pero los magos, lejos de dejarse llevar por lo que dijera la opinión pública o lo que les dijera su sentido común, se guiaron por un conocimiento especial, mediante al cual discernieron que lo importante no se mide por las categorías humanas. Y cuando llegaron al lugar donde estaba el rey de los judíos no vieron nada extraordinario que llamara la atención. Al contrario, sólo percibieron sencillez y humildad. Pero no se dejaron llevar por lo que sus sentidos les trasmitieron sino por la revelación que ve más allá de lo externo.
¿En qué grupo de personas estás tú? ¿En el de los que desechan la buena noticia, al desechar al Salvador y su salvación? ¿O en el de los que lo reciben a él y se acogen a su obra?
i Mateo 1:21
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