Yo en mi templo. Tú solo, Señor.

Señor, a veces tenemos la impresión de que tú estás en el mundo y nosotros en el templo. Hemos buscado nuestro refugio entre cuatro las paredes eclesiales que parecen bendecidas y que nos dan ánimo y acogida. Sabemos que en el mundo muchos viven como si tú no existieras, como si no hubiera esperanza, ateos o, simplemente, que rechazan al Dios que se les ha presentado. 

Otros blasfeman, roban acumulan desmedidamente, tienen a Mamón por su dios y se gozan en el brillo del oro. Sin embargo, muchos nos hemos metido en nuestro gueto de seguridad y desde allí te alabamos. ¿Te hemos dejado solo, Señor? 

Muchas veces tenemos la sensación de haber dado la espalda al mundo, de haberte dejado sólo entre  personas presas de la increencia, del egoísmo, de la ley del más fuerte y del desamor. Perdónanos, Señor, si te hemos dejado solo mientras estamos cómodos en nuestros templos hechos de manos.

¿Te hemos dejado solo, Señor? Muchos nos sentimos seguros en nuestros refugios eclesiales y apenas salimos al mundo. Estamos llenos de sal y luz que la guardamos para nosotros mismos. Nos convertimos en avaros y egoístas al igual que los que almacenan tesoros humanos para ellos mismos. Es por eso que nuestra acción no puede conseguir que el mundo cambie. 

Sentimos a veces que te hemos dejado solo, en la estacada como decimos algunos. Nos hemos escondido y nuestra voz no suena. Es verdad que estamos algunos locos que hablamos en los medios de comunicación pero, quizás, no se nos ve en la plaza pública, en los mercados, en la vida política o evangelizando la cultura con nuestra presencia entre los más débiles. Nos parece, a veces, que en el ágora de la vida pública, en el cara a cara con la gente, te hemos dejado solo. 

Nos aislamos en una huida insolidaria. Señor, ¿es bueno el aislamiento para buscar espacios de pureza? ¿Apruebas que nos metamos en guetos que nos aíslan? ¿Se pueden convertir las iglesias en guetos en donde conviven algunos puros de espaldas al mundo real? ¿Te hemos dejado solo, Señor, en los espacios de impureza donde se necesita un Evangelio y unos estilos de vida y prioridades que cambien vidas? 

Buscamos nuestro refugio en el templo. La verdad es que nos sentimos más tranquilos en el seno eclesial como si fuera nuestro seno materno que nos aísla de la impureza. Sin embargo tú comiste con pecadores y llenaste tu banquete del Reino con todos los pobres, lisiados y proscritos. ¿Te hemos dejado solo entre ellos, Señor? 

Lánzanos contigo a las calles, Señor. A ve ces nos parece que la fe cristiana que nos debería habilitar para actuar a través del amor no se esparce por el mundo, que no hay agentes del Reino transportando por calles, caminos y veredas los valores del Reino que son contracultura con los valores que hoy reinan en el mundo, valores antibíblicos. 

Desde ese aislamiento en nuestro refugio eclesial, ¿cómo se van a acercar los valores del Reino al mundo para producir cambios? Quizás te hayamos dejado solo, Señor, porque tú sí sigues actuando en el mundo, aunque sabemos que quieres que nosotros seamos tus manos y tus pies que se mueven en medio de un mundo de dolor, pero nos hemos refugiado demasiado en las seguridades del templo. 

Christ went alone to pray, on Mount Olivet / Waiting For The Word (Flickr - CC BY 2.0)

Creo que te hemos dejado solo, Señor. Con esto no queremos decir que tú no tengas las fuerzas y el poder para moverte entre los bajos fondos, en el mundo de la increencia, en el ámbito de los acumuladores y ladrones del mundo. Sabemos que eres autosuficiente. Lo mismo que has creado, puedes cambiar o corregir tu creación, pero tú nos nombraste tus colaboradores para la transformación del mundo con el Evangelio, pero quizás hemos tenido miedo y nos hemos encerrado en ambientes de protección, pero que te dejan a ti solo y al mundo en la estacada. 

No queremos dejarte solo en el mundo. Ayúdanos, Señor. Queremos ser presencia viva de que tú aún reinas en la tierra que creaste. La verdad debe encarnarse a través de nosotros, junto a ti, sin que te dejemos solo en medio de un valle humano de dolor y corrompido en tantas vertientes. 

Tú solo en el mundo. No lo entendemos, Señor. ¿Acaso te has equivocado? ¿Por qué has elegido el camino de ser tú a través de nosotros quien se encarna en el mundo potenciando las relaciones de justicia y paz? ¿No lo podías haber hecho tú con tus ángeles? Nosotros somos demasiado débiles y te abandonamos muchas veces, te dejamos solo mientras nos refugiamos en ámbitos que hemos creado para encerrarte, quizás, a ti también con nosotros como si tú también pudieras dar la espalda al mundo. 

Queremos entenderte, Señor. Sí, esa fue tu elección, que colaborásemos junto a ti, lo aceptamos, pero quizás te hemos fallado. ¿Te hemos dejado solo, Señor? ¿Nos necesitas esparcidos por el mundo? ¿La verdad se tiene que mostrar por la acción, el compromiso y el servicio de tus seguidores por la tierra? A veces pensamos que hubiera sido mejor que lo hubieras hecho tú solo, Señor, porque nosotros, no sólo que nos quedamos a la retaguardia, sino que huimos a los espacios seguros, muchas veces de falsa seguridad.

Gracias por elegirnos para trabajar contigo en medio de un mundo en conflicto. Queremos aceptar el reto, Señor. Sácanos de nuestras comodidades, de nuestras seguridades que muchas veces son falsas y lánzanos al mundo, allí donde tú estás.  Que sepamos sacar la iglesia al mundo, que hagamos del mundo nuestro templo. Que seamos agentes tuyos en el barrio, en los bajos fondos de marginación, en los espacios de  pobreza urbana, en el ámbito de las tres cuartas partes del mundo en pobreza. Lánzanos al mundo para juntarnos allí contigo. No te queremos dejar solo, Señor. No queremos que tú estés solo en el mundo mientras nosotros nos acordamos de ti cuando clamamos en el templo y, además, desgraciadamente, muchas veces de espaldas al dolor y al grito de los pobres y sufrientes del mundo.