Lo considerado indigno, lo percibido como diminuto, lo pequeño, lo no válido puede llegar a avasallar a lo grande, digno e importante según el mundo.
Triste. Quizás el hombre de hoy sea cada vez menos utópico. Como si le hubieran cortado las alas. Se encierra en la jaula de lo práctico y realista.
Tiene cierta ansiedad y lo quiere todo ya mismo. Su encierro mental le obliga a vivir más el presente que el futuro. Ha acortado las cuerdas de su tienda. Muchos sólo creen en lo que pueden tocar, pesar, experimentar. Se valora lo que se tiene en el presente y se intenta morder el momento actual buscando algo de dulzura y de placer mientras se intenta escupir rápidamente lo que no se puede saborear en el momento.
Hay que alargar la visión oteando los montes y el horizonte aunque nuestra vista no lo alcance todo. Lo utópico necesita lucha, espera, proseguir al blanco incluso detrás de lo que parece imposible alcanzarlo.
Reflexionad, cristianos. Es posible que desde vuestra fe que los valores del reino que nos dejó Jesús sean más aptos para los utópicos, los que tienen paciencia, los que esperan y trabajan creyendo incluso en lo imposible.
Mirad y escuchad algunas de las que parecen utopías del Reino de Dios: Lo perdido se puede encontrar aunque se tarde, aunque tengamos que barrer el mundo. Recuerda: Dentro de la utopía del reino, no te des por perdido ni des por perdido a nadie. El utópico mira en busca del milagro.
Si conoces la Biblia observa y escucha dentro de las líneas utópicas: El parado que está en la plaza hasta última hora, cuando para otros no hay ya esperanza, él continúa esperando y confiando en que la utopía se cumpla, en que el Señor de la viña salga a última hora, le contrate y le pague lo mismo que a los demás. Es en el entorno de los valores del reino donde se pueden cumplir todas las utopías.
Si lees muchas de las parábolas del reino, atiende y valora todo aquello que tiene regusto utópico: Muchos últimos serán primeros. Nos da un poco de miedo, no nos lo creemos. Nos parece que están en el reino oscuro de las utopías, pero esperad, confiad, no desmayad. El tiempo pude llegar en el que se haga todo el trastoque de valores que el cumplimiento de estas promesas necesitan.
Si leéis los Evangelios contemplad sus historias desde lo utópico: Los pobres, lisiados, los que andan sin casa por los caminos de la vida, los marginados y excluidos pueden ser invitados a un gran banquete antes que los poderosos, ricos e integrados del mundo. Esperad, por tanto y confiad, pobres de la tierra. Estad tranquilos rayando en la utopía, porque alguien os puede invitar a las bodas del Reino e incluso, si sobra sitio, os pueden incluso obligar a entrar para que disfrutéis de la acogida que deja fuera a otros autoconsiderados más dignos.
Si dedicáis tiempo a las Escrituras, admiraos, dejaos fascinar por la utopía, pues en el Reino de Dios y sus valores parece que lo utópico se puede cumplir, lo imposible puede llegar a ser posible. Así, pues, vosotros, los pequeños y los débiles, aprended a mirar desde la utopía. El pequeño grano de mostaza podrá llegar a ser el gran árbol que dé cobijo a las aves del cielo. El niño irá antes que los ya maduros al Reino y los ya viejos se deberán volver como niños. Por tanto, os digo que no os preocupéis, pequeños de la tierra. Se puede dar el gran trastoque utópico para que se cumplan todas estas cosas.
Que nadie os estigmatice para que os sintáis marginados del reino de Dios. Mirad al cielo, confiad en la utopía, vosotras las rameras y prostitutas, pues quizás lleguéis al reino de los cielos antes que muchos religiosos. ¿Os parece algo utópico e inalcanzable? Pues sabed que en el entorno de los valores del Reino la utopía se puede cumplir. Lo considerado indigno, lo percibido como diminuto, lo pequeño, lo no válido puede llegar a avasallar a lo grande, digno e importante según el mundo. Os parecerá una utopía, pero no una mentira.
Nademos contra corriente. Marchemos, pues, detrás de lo que para el mundo es utópico, lancémonos en la búsqueda de lo perdido, en la liberación de los débiles y de los proscritos, en la valoración de lo pequeño y de lo pobre. La utopía del reino nos debe mover en pos de lo que parece imposible.
Escuchad vosotros los creyentes, reflexionad, pensad, sabed: Desde los pigmentos utópicos del reino no se ve como más dignos, ni como invitados especiales o prioritarios a aquellos que se creen más dignos, con una dignidad basada en el poder o en las riquezas, sino que los primeros merecedores van a ser los excluidos de la mesa del mundo, los débiles y los pobres. ¿No os lo creéis, pensáis que es una utopía necia? Entonces es que no conocéis bien al cristianismo que trastoca los valores sociales injustos basados en el poder y en la acumulación.
Valorad, escuchad, cristianos del siglo XXI: La utopía del Reino considera que se debe construir no sobre los valores de la riqueza como prestigio, ni bajo la humillación ante el oro o las riquezas conseguidas muchas veces con el despojo de los débiles, sino que es una utopía en la que el mundo es de todos, y todos tienen derecho igualitario a disfrutar de los bienes del planeta tierra, dando la prioridad a los que son despreciados, oprimidos, debilitados, empobrecidos, marginados y sin hogar por los caminos del mundo.
No os equivoquéis los que decís creer en la Biblia. Esta lucha tras la utopía no es ingenua, sino montada sobre el amor y la verdad, sobre la justicia y la misericordia. Nadie podrá contra ella. Así, pues, predicad esperanza, confianza y fe que hace posible lo imposible. Nunca deis nada por perdido, creyentes del mundo. Nuestra utopía es que llegue a la tierra la justicia y la paz. Aunque parezca el mayor imposible entre los imposibles. Nuestra utopía ve a los débiles del mundo como los elegidos para disfrutar del mayor banquete jamás habido en la tierra. Vamos detrás de ti, utopía del Reino. No descansaremos hasta que las fuerzas nos abandonen y alcancemos la meta que para muchos, en su increencia, es utópica… o mentira.
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