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Gritos en la Biblia. ¡Ay, ay, ay!

Los pies del evangelista Lucas echaban sus raíces en el suelo sin dejar por ello de mirar al cielo.

DE PAR EN PAR AUTOR Juan Simarro 27 DE ENERO DE 2015 15:59 h
barca Michael Quinn / unsplash

No tengáis miedo. Se trata de los gritos de Lucas al lanzar sus ayes. Yo los he escuchado y de ahí esta reflexión. Siempre me ha extrañado un poco que los cristianos en general prefieran la versión de las “Bienaventuranzas” que da Mateo que las que da el evangelista Lucas. Siempre he oído citar la referida a los pobres con aquella frase: “Bienaventurados los pobres en espíritu”, formulación que yo puedo aceptar perfectamente, pero que mi mente y si queréis, mi preferencia, se va a la formulación seca y breve de Lucas: “Bienaventurados vosotros los pobres”. 



Lucas se queda ahí en esa sequedad y brevedad y, para mí, que se refería estrictamente a los económicamente pobres, a los dejados tirados al lado del camino por los acumuladores malvados que se nos narra en la Parábola del Rico Necio que, desgraciadamente, es de total actualidad hoy en día. Para mí, la prueba clara y la clave de que era intencionada su afirmación de llamar bienaventurados a los pobres, así a secas como hemos dicho, por su comparación con los “ayes” de Lucas: ¡Ay, ay, ay!



Quizás Lucas se puso al lado de los pobres, como su Maestro, al lado de los proscritos y excluidos, de los tildados de pecadores, de los ignorantes que eran considerados malditos, de los enfermos que también se consideraban malditos de Dios. A todos ellos el apóstol Lucas pudo decir: Bienaventurados los pobres y, en contrapartida tiene que lanzar sus “ayes” a manera de condena y denuncia de los causantes de tanta pobreza.



¡Ay, ay, ay! A esta bienaventuranza dada a los pobres, Lucas lanza como contrapartida denunciadora y condenatoria uno de sus ayes: “Ay de vosotros, ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo”. Para mí es impresionante y una prueba de que se refería directamente en su bienaventuranza a los pobres económicos, mientas que lanzaba a manera de dardo de muerte su malaventuranza contra los que acumulaban lo que también pertenecía a los empobrecidos de la tierra.



¡Ay, ay, ay! Todavía hay más ayes que distinguen a Mateo de Lucas. Mateo nos dirá “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”. Lucas recurre una vez más a la sequedad y brevedad de su mensaje y nos dice: “Bienaventurados los que ahora tenéis hambre”. Lenguaje seco y afilado como el hacha que corta el viento. Y digo que su concienciación debería ser hacia los que pasan realmente hambre en el mundo, hambre en la tierra que son más de mil millones de personas el número de hambrientos, tomando como prueba otro de sus ayes. 



¡Ay, ay, ay! Lucas exclama como línea paralela y maldita que corrobora que se refiere a los hambrientos: ¡Ay de vosotros los que ahora estáis saciados! Porque tendréis hambre. El lenguaje de Lucas es algo más que denunciador, es acusador como si quisiera expulsar de la tierra a los que se sacian sobre el hambre de muchos ahítos que disfrutan de bienes y servicios de espaldas al dolor y al grito de los pobres. 



 



Sermon on the Mount / Christyn (flickr - CC BY-NC-ND 2.0)



La bienaventuranza del llanto, no se refiere al consuelo en la formulación de Lucas, sino que se refiere a la risa: “Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis”. Una risa con gran fuerza en contraposición al lamento del quizás condenado. No se refiere solamente llanto de los débiles al que alguien consolará, sino al llanto de los oprimidos por los que ríen o se ríen de ellos en la tierra. La prueba de ello, el fundamento, yo lo encuentro en otro de los ayes de Lucas que lo pone en paralelo de la bienaventuranza para que todos entiendan el porqué del llanto de algunos, el llanto de los empobrecidos, de los oprimidos y despojados de hacienda y de dignidad.



¡Ay, ay, ay! La malaventuranza de los que ríen en la indignidad como opresores de los débiles es ésta: ¡Ay de vosotros los que ahora reís! Porque lamentaréis y lloraréis. Con este “ay” en paralelo, la bienaventuranza se hace más dura y la malaventuranza a los que ríen injustamente en la tierra se transforma en un torbellino destructor de las risas injustas, de los regocijos insolidarios, de las fiestas y jolgorio a costa del alimento de los pobres de la tierra.



¿Acaso no habéis leído nunca el Evangelio de Lucas en su capítulo 6 desde el versículo 20 al 26? En ese breve texto se concentran las bienaventuranzas y los ayes dándose sentido los unos a los otros, un sentido que para los ayes es de destrucción, mientras que para las bienaventuranzas son un anclaje en la tierra, en nuestra historia, una forma de condena y de denuncia que tiene hoy, en nuestro aquí y nuestro ahora, total y pleno sentido. Leedlo con detenimiento y ved los paralelismos que hay. Los pies de Lucas echaban sus raíces en el suelo sin dejar por ello de mirar al cielo.



Quizás nos han quedado estas dos versiones de las Bienaventuranzas que en Lucas se unen a sus paralelismos con los ayes, para que nos sirvan de reflexión y nos situemos en la doble dirección del cristianismo: la vertical que nos une a Dios, a lo trascendente y la horizontal que nos une al prójimo en sus necesidades y problemáticas que les hacen sufrir, problemáticas que muchas veces se deben al egoísmo de sus propios hermanos.



¡Ay, ay, ay! Yo creo que no está mal que nos acostumbremos también a ver las bienaventuranzas en su paralelismo con los ayes que lanza Lucas nada más formularlas. Es como si estas tres bienaventuranzas pudieran quedar así:




  1. Bienaventurados vosotros los pobres, pero ¡ay de vosotros ricos!

  2. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, pero ¡ay de vosotros los que ahora estáis saciados!

  3. Bienaventurados los que ahora lloráis, pero ¡ay de vosotros los que ahora reís!



¡Ay, ay, ay! Porque quizás la bienaventuranza no alcanza a los que acumulan riquezas y viven en un egoísmo insolidario, a los que triunfan según los parámetros del mundo. Sí. Os lo dice claramente en Evangelista Lucas al poner en paralelo las bienaventuranzas con los ayes de los malditos.


 

 


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