El islam no es, por definición, una religión tolerante, a no ser cuando le conviene serlo, ya que su meta consiste en imponer la uniformidad religiosa allí donde llega siempre que puede.
Los recientes atentados terroristas llevados a cabo por musulmanes en Francia por las caricaturas de Mahoma han desatado una catarata de reacciones en todo el mundo. Los dirigentes políticos occidentales se han apresurado a señalar la diferencia entre terrorismo e islam, aunque los terroristas hayan perpetrado sus crímenes en nombre de esa religión. Pero en su énfasis en subrayar la diferencia entre ambas cosas han ido más allá, llegando a afirmar que el islam es una religión de tolerancia y de paz. Ciertamente no es la primera vez que se hacen manifestaciones en esa línea, porque nada más cometerse los atentados del 11-S el presidente George Bush afirmó en un discurso televisado que el islam es paz.
Es verdad que hay musulmanes que aprueban y practican el terrorismo, al que denominan martirio y guerra santa, como forma de expandir el islam y castigar a los infieles; como también es verdad que hay otros que rechazan tal método. Y tanto unos como otros se consideran musulmanes y apelan a su libro para defender sus posturas. La cuestión a resolver sería determinar quién representa al verdadero islam, esto es, quién tiene la patente de autenticidad.
Pero sea cual fuere la respuesta a esa pregunta, una cosa sí es clara: A pesar de todos los intentos para presentar al islam como una religión de tolerancia, los hechos muestran que eso es sólo cierto en tanto en cuanto sus seguidores viven en un entorno en el que son minoría o allí donde no han alcanzado el poder político. Porque una vez que lo han conseguido, sea por el medio que sea, deja de existir tal tolerancia para los seguidores de otras creencias, que automáticamente se convierten en ciudadanos de segunda categoría, quedando limitadas las expresiones de su fe a una esfera my reducida y siéndoles prohibido todo intento de acercamiento a musulmanes para exponerles dicha fe.
Si el islam es una religión de tolerancia ¿por qué no es posible fundar iglesias en suelo musulmán? Si el islam no está frontalmente reñido con la libertad de conciencia ¿por qué los misioneros cristianos en países musulmanes tienen que hacer su tarea clandestinamente? Si el islam, como dicen, es tan amplio en su noción de la libertad ¿por qué se castiga con la cárcel o la muerte al musulmán que se convierte al cristianismo? ¿Se puede poner alguien en una plaza de una ciudad musulmana a repartir literatura cristiana o a proclamar de viva voz a los que pasan el mensaje del evangelio? ¿Se puede invitar en Arabia Saudita, por poner un ejemplo, a los vecinos musulmanes a una casa para leer y comentar la Biblia, sin que aparezca la temida policía religiosa? Hace poco el Real Madrid en su visita a ese país tuvo que eliminar la cruz que corona su escudo. ¿Es eso tolerancia?
Nos quieren vender una idea que solamente los ingenuos se la pueden creer. El islam no es, por definición, una religión tolerante, a no ser cuando le conviene serlo, ya que su meta consiste en imponer la uniformidad religiosa allí donde llega siempre que puede. En este punto habrá voces que se levanten afirmando que la tolerancia del islam se muestra por la existencia, durante siglos, de coptos en Egipto, de nestorianos en Irak, de jacobitas en Siria y de otros grupos de corte no cristiano, como los judíos. Ahí está, dicen, la prueba de que hay un islam tolerante, que permite la libertad de otras creencias en su territorio.
Pero el elevado precio que tuvieron que pagar los grupos mencionados, y otros, para poder subsistir en un ambiente hegemónicamente musulmán no deja lugar a dudas de la hostilidad y persecución sufrida. A causa de su heroica perseverancia no quedó más remedio que dejarlos que existieran, si bien imponiéndoles severas limitaciones en lo religioso, económico, jurídico y político.
Para que la tolerancia no sea mera palabrería los países musulmanes han de cambiar sus constituciones, reflejando en ellas que está garantizada la libertad de adoración, de culto y de expresión pública pacífica de cualquier creencia, sin que nadie tenga que sufrir represalias ni viva bajo el temor de la denuncia o la delación. Que la conciencia es un reducto sagrado y que nadie puede interferir en ella para obligar a un individuo a que crea de acuerdo a una determinada persuasión. Que quienquiera puede cambiar a otra convicción, sin sufrir por ello. Que la libertad religiosa no es una frase hueca para adornar un texto legislativo, sino para ponerla por obra en el día a día y para con todos.
Cuando eso suceda, el islam podrá ser considerado una religión tolerante. Entonces será verdad lo que ahora los gobernantes occidentales proclaman tan ardorosamente. Porque una cosa es separar islam y terrorismo, lo cual hay musulmanes que lo ponen muy difícil, y otra muy distinta aunar islam y tolerancia, lo cual muchos gobiernos musulmanes lo ponen más difícil todavía, por no decir que lo hacen imposible. Y es que, en última instancia, la cuestión consiste en si el islam puede ser tolerante y seguir siendo fiel a sí mismo.
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