«Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos»(Cantar de los Cantares 8:7).
No existe en la Biblia otro libro con el poder de seducción amorosa que tiene el Cantar de los Cantares. Esto se comprende mejor si se tiene en cuenta que de cualquier aproximación al texto surge un tema amoroso. Sin necesidad de seguir un orden cronológico o temático, de forma natural, espontáneamente. El poema de amor por excelencia que constituye el Cantar de los Cantares, y el romance nupcial que compone la estructura general del libro, tienen analogías en la antigua literatura egipcia, mesopotámica y fenicia, pero en Salomón el sentido del amor humano cobra proporciones jamás igualadas, ni antes ni después de la aparición del Cantar.
El escritor argentino Arturo Capdevila, citado en otro lugar de este libro, dice en su obra dramática La Sulamita, que «el Cantar de los Cantares aporta el pleno consuelo, una extrahumana alegría de amar, un eterno bien inefable en la dulzura de un epitalamio siempre resonante. El solo del Eclesiastés –¡ay del solo!, se gimió allí– ha encontrado a la esposa ideal, y la felicidad le ha tratado en versos del corazón».
El nicaragüense Rubén Darío, gloria de la poesía hispana, dedicó al Cantar de los Cantares este bello poema:
Aroma puro y ámbar delicado,
miel sabrosa que liban las abejas,
lo blanco del vellón de las ovejas,
lo fresco de las flores del granado;
el pétalo del lirio perfumado;
ojos llenos de ardor, bocas bermejas,
besos de fuego, enamoradas quejas,
caricias de la amada y el amado;
fruición de gozo, manantial de vida,
reflejos de divinos luminares,
pasión intensa en lo interior nacida;
el himno celestial de los hogares…
Con eso sueña el alma entristecida,
al rumor del Cantar de los Cantares.
Broche de oro para el amor
Poner broche de oro a un trabajo literario es abrirlo y cerrarlo con perfección, calidad, originalidad y atractivo. Como la noche pone broche de oro al día. Como la flor abierta pone broche de oro al capullo embrionario.
AMOR DE PRINCIPIO A FIN
El escritor alemán Karl J. Weberdice que «el amor es un verdadero acceso de fiebre, con la diferencia que ésta comienza con frío y termina con ardor, mientras que el amor sigue el camino inverso».
En el Cantar de los Cantares no ocurre esto. Téngase en cuenta que es un libro bíblico y de alguna manera el amor de Dios está reflejado en sus páginas. Este amor divino es eterno, invariable, indisoluble e indestructible. El amor humano del Cantar de los Cantares refleja las características del amor divino.
Por esta razón el aforismo de Weber no tiene aplicación aquí. El amor del Cantar no empieza con frío y termina con ardor, ni empieza con ardor y termina con frío. Es un amor que mantiene sus constantes ardientes de principio a fin.
Comentaristas del Cantar de los Cantares, especialmente rabinos judíos, afirman que el libro escrito por Salomón termina precisamente en el versículo 7 del capítulo 8, donde la enamorada dice eso de «las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos» .Los versículos que siguen, del 8 al 14, constituirían un apéndice, tal vez de un autor posterior.
De ser así, tendríamos en el Cantar de los Cantares una magistral lección sobre la esencia del verdadero amor.
El amor que empieza suspirando por los besos del amado acaba asegurando que esos besos serán eternos, y que todos los fuegos y todas las aguas del mundo son insuficientes para quemar los besos o para apagar el amor.
Recurramos de nuevo al texto del libro.
Principio:
«¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino»
(Cantar de los Cantares 1:2).
Final:
«Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos»
(Cantar de los Cantares 8:7).
¿Puede concebirse amor más bello, más profundo, más duradero?
ARTISTAS SUPERFLUOS DEL AMOR
Estamos viviendo en una sociedad compuesta de personas mediocres. En todos los campos. Basta con encender el aparato televisor para comprobar la mediocridad y chabacanería en la gran mayoría de programas.
Esta mediocridad se da igualmente en la política, en el arte, en la literatura. La mayoría de esa llamada «gente guapa» o «sociedad de la jet» son seres mediocres, casi enfermizos, que alimentan con sus historias a las revistas del corazón y a la vez son alimentados por éstas.
La mediocridad se ha instalado también en los sentimientos humanos. Abundan los artistas tramposos del amor. Gente que dogmatiza sobre el amor en la prensa diaria, en los consultorios radiofónicos, en las pantallas de televisión, en los libros, en las conferencias, en el teatro, en el cine, en concursos vacíos de contenido. Estos pseudoartistas del amor presentan perfiles superficiales, ideas carentes de hondura. En realidad no hablan de amor. Simplemente, hacen chistes. No son maestros, son cómicos, payasos del amor.
Para colmo de males, tanta frivolidad amatoria ha aumentado en los últimos años con la entrada en escena de los teléfonos del amor. El negocio que se hace es fantástico. En Estados Unidos los teléfonos del amor mueven en torno a los 100.000 millones de dólares anuales, esto es, unos diez billones de pesetas. En España, las empresas de los teléfonos del amor están vendiendo ya miles de millones de pesetas cada año.
Algunas líneas telefónicas ofrecen programas puramente eróticos, pero otras están especializadas en temas amorosos e incluso actúan como medio de contacto entre las parejas.
El autor norteamericano Nicholson Baker ha escrito una novela titulada Vox, recientemente publicada en España, en la que pone al descubierto los engaños, las mentiras y, sobre todo, el gran negocio que hay detrás de estas llamadas líneas telefónicas del amor.
¿Son culpables los empresarios, o los consumidores? ¿Qué tienen en la mente, en el corazón y en el alma esos miles de seres humanos que pretenden reducir el amor a poco más que una llamada telefónica?
La voz al otro lado del teléfono puede provocar un clímax sexual, pero otra vez estamos confundiendo amor y sexo.
Desde esa perspectiva telefónica el amor resulta absolutamente ridículo, grotesco, un juego estúpido.
LA ENERGÍA DEL SENTIMIENTO
¡Qué diferencia entre esos amores vacíos, amores de circunstancias que vive el hombre de hoy, y el amor profundo que desborda el corazón de la novia del Cantar de los Cantares!
Diferencia tan abismal como la existente entre el charco y el río, la manzana y la algarroba, el sapo y el cisne, el crudo invierno y la radiante primavera.
Las palabras de la enamorada del Cantar son reflejo de la energía del sentimiento que la invade. El amor que ella siente es fuego, brasas encendidas. Ningún elemento de la naturaleza es suficientemente poderoso para anularlo. Es un amor sin sombra de egoísmo; un amor indomable, hasta tal punto que ni la muerte puede acabar con él, porque es más fuerte que la misma muerte.
El amor que vive en el corazón de la enamorada del Cantar de los Cantares es tan alto como las escaleras del tercer cielo que el apóstol Pablo contempló en arrebatamiento místico; más ancho que el conjunto de los planetas medidos de extremo a extremo; más profundo que la suma de todos los océanos colocados uno sobre otro; más extenso que el camino que conduce desde la tumba del hombre al trono de Dios.
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