El cine hace, con la verdad, lo mismo que la memoria. La limpia y abrillanta, para que sea más soportable.
Hace medio siglo que la historia de Mary Poppins alegra tanto a niños como adultos. Los oscuros libros de Travers –sobre los que Disney basa su personaje– son muy diferentes, pero la película que ahora se publica en DVD, “Al encuentro de Mr. Banks” –literalmente, “Salvando al Sr. Banks”–, nos muestra los problemas que tuvo la autora con este proyecto. Lo sorprendente es que no se queda ahí. Nos lleva al terreno de cómo la ficción responde a una realidad, aunque sea traumática. Nos hace pensar incluso en la peculiar manera que construimos la memoria de nuestros seres queridos, a pesar de sus evidentes imperfecciones.
La producción de Disney que ha cumplido ahora cincuenta años, consiguió varios Oscar –incluidos los de mejor película y mejor actriz, para Julie Andrews–. Se estrenó en 1964. Ese verano acababa de nacer, pero no sé cuántas veces he visto la película en cines, vídeos o DVD. La verdad es que no me canso todavía de leer el cómic. De niño, escuchaba con frecuencia un disco que tenía parte de la historia ilustrada y el texto de un par de canciones. Todavía puedo cantar aquello de “supercalifragilisticoespialidoso / aunque el oir decirlo suene enredoso / quien con rapidez lo dice, suena talentoso”…
Supongo que hay pocos que no conozcan el argumento, pero para aquellos que han dejado de ser niños – ¡algunos no crecemos nunca! –, les recuerdo que es la historia musical de una familia en el Londres de la época eduardiana: los Banks. El padre es un severo, pero amoroso banquero, que tiene poco tiempo para sus hijos. La madre tiene una activa vida social, que los compositores de las canciones convirtieron en sufragista. Ellos fueron los que sugirieron trasladar el relato de las novelas de Travers, desde los años treinta a principios del siglo pasado.
Mary es una niñera que contratan para dominar a los incontrolables hijos de los Banks –dos en la película, Jane y Michael, pero cuatro en los libros–. En el primer volumen, no vemos a Mary a bajar del cielo, ni es tan atractiva como Julie Andrews –lleva una peluca en este su primer papel en el cine, después de representar “Camelot” en Broadway, la obra favorita de JFK–. Ella habla de forma tan poco distinguida como el personaje de Bert, interpretado por Van Dyke –que apenas, aparece en la novela–.
Esta niñera maravillosa une la magia a la sensatez, pero es tan sorprendente que los niños siempre acaban el día sin saber realmente lo que ha ocurrido. Pensaríamos que ella y Bert acabarán sustituyendo a los padres, pero no es así. Al final, unen la familia con un papel redentor.
LA MALA MADRE DE MARY POPPINS
Muchos han observado, por el nombre mismo del Sr. Banks, que podría ser una crítica al capitalismo. En parte es cierto. Travers tenía ideas socialistas, pero también feministas y bastante esotéricas. Era una mujer solitaria, incapaz de conectar con nadie, emocionalmente. Soltera, aunque adoptó luego, un hijo. Seguía las enseñanzas de Gurdjieff, un gurú ruso que mezcló ideas orientales con el ocultismo europeo de principios de siglo. Lo que hace que los niños en los libros, hablen al sol, el viento y los animales, maravillándose de la unidad cósmica del mundo. Hay partes en que una de las Pléyades baja la tierra, o Mary Poppins es saludada como una diosa en un zoo.
Disney en ese sentido, era todo lo contrario a Travers. Por lo menos, esa es la imagen que nos da de él, Tom Hanks en “Al encuentro de Mr. Banks”. Nada que ver con la “leyenda negra” que se ha creado últimamente en torno a él, como “el príncipe oscuro de Hollywood”, ya saben, sexista, racista, antisemita y perseguidor de comunistas. Es cierto que hay muchos mitos sobre él, que no tienen ninguna base en la realidad. El más conocido es que fuera congelado después de su muerte, ¡cuando sus cenizas están en el cementerio de Glendale! La mayoría no son más que ideas conservadoras que compartían en aquella época, la mayoría de los norteamericanos.
La película que ha hecho Disney escenifica el choque entre la irritante escritora que interpreta Emma Thompson y ese “encantador de serpientes” que era el padre de Mickey. El film de John Lee Hancock da la falsa impresión de ser un especial por el aniversario del clásico que dirigió Robert Stevenson –un profesional de la televisión que hizo la mayoría de las películas con actores, que produjo Disney durante los años sesenta y principios de los setenta–, pero no tiene nada que ver con los “making-off”, que aparecen en un DVD. Tampoco es una comedia musical, ni una historia romántica.
SALVANDO AL SR. BANKS
Es el cuadro de dos personajes enfrentados en 1961, que se desarrolla en montaje paralelo a lo sucedido en 1906 en Australia. Allí nació la autora con el siglo. Era hija de un banquero fracasado –interpretado por Colin Farrell en la película–, que intenta paliar el dolor de la enfermedad con el alcohol y muere cuando ella tiene ocho años. Los recuerdos del padre son desenterrados, cuando está sola en un hotel de Los Ángeles, mientras la intentan convencer para llevar Mary Poppins al cine.
Travers fue a Estados Unidos dos semanas, para ver lo que querían hacer con su personaje. Disney llevaba intentando comprarle los derechos desde 1938, pero ella no quiso hasta 1959, que empezaban a bajar las ventas de sus libros y la escritora necesitaba dinero. La condición era que ella tenía que aprobar el guión. Lo que fue una pesadilla para sus adaptadores, lo hermanos Sherman. Sus ideas no le gustaban nada. Las canciones le parecían horribles. Y lo último que quería ver son pingüinos bailando.
El recuerdo del padre trae sentimientos contradictorios a Travers, que relaciona con el personaje del Sr. Banks. Ella le quería, pero le decepcionó. Por un lado, intenta ser fiel a él y defenderle frente al mundo, pero sabe que tienen parte de razón, los que le critican. Está claro que escribió sus libros, para intentar procesar su dolor de infancia. Hay un momento en la película original, en que Jane y Michael salen huyendo del banco. Le dicen a Bert que tienen miedo de su padre. Creen que no les ama.
El deshollinador que interpreta Van Dyke, les dice a los niños que su padre les quiere mucho. Se lo explica por medio de una canción. En ella les dice que va cada día al banco. Habla de la frialdad de su lugar de trabajo y cómo se esfuerza, sin recibir aprecio alguno. El Sr. Banks es el padre prototípico, que vemos en el cine. Ni bufón, ni villano. Alguien gris, atrapado por la rutina diaria, que no puede dedicar suficiente tiempo a sus hijos.
EN BUSCA DEL PADRE
No sé cuánto de verdad hay en esta historia, pero me da lo mismo, la verdad. Me parece maravillosa, la idea de Travers encontrando a su padre en el personaje de Banks. La escritora se enfrenta así, al mundo infantil de Disney, para defender un personaje más sensible, complejo y maduro, que encarna a su progenitor. Al “salvar al Sr. Banks”, rescata la figura de un padre, lleno de defectos, llegando amar lo imperfecto.
El “final feliz” de Disney es que logra al final hacer la película que quería. Estaba tan orgulloso del proyecto, que invirtió en él más que ninguna otra producción anterior. Es la única cinta a la que asistió al estreno, después de “Blancanieves y los siete enanitos” en 1937. Ella abandonó la “premiere” llorando. Parece que por rabia por lo que Disney había hecho con su personaje, pero en esta película con un llanto catártico. Lo cierto es que no permitió hacer una secuela.
El personaje de Hanks es un hombre encantador, que intenta seducirla, llevándola a Disneylandia, pero también hace lo mismo su padre, cuando la fascina y sorprende con historias de un mundo mágico, que no le sirven para la vida real. Hacía el final, Walt le dice a Travers: “inspiramos a la gente, le damos esperanza, eso es lo que los contadores de historias hacemos”. Disney hace ahora lo mismo con el relato de Walt, Travers y Mary Poppins, algo que la escritora habría odiado.
“LA VERDADERA VERDAD”
Lo que nos lleva a la cuestión de la verdad. “Al encuentro de Mr. Banks” está basado en una historia real, pero como todas las adaptaciones, embellece y hace ingeniosos, unos personajes, cuyos sucesos se transmiten en escenas fácilmente digeribles. Hay giros emocionales en su momento justo y un final feliz. El cine hace con la verdad, lo mismo que la memoria. La limpia y abrillanta, para que sea más soportable.
Francis Schaeffer llamaba la historia del Evangelio, “la verdadera verdad”, para diferenciarla de tantas otras verdades que creamos en nuestra mente: “el cristianismo histórico que encontramos en la Biblia, no sólo es verdad en el sentido doctrinal, sino que es literalmente verdadero, cierto, respecto a la verdad que está ahí”. Ante la “dictadura del relativismo”, tenemos que recuperar la claridad y precisión de Schaeffer, pero también su caridad y compasión.
Al final de su vida, este pensador nos dejó como legado, un librito llamado “La característica del cristiano”, que defiende lo que él llama “la apologética última”. Basado en las palabras del Evangelio según Juan 13:34-35, dice que Jesús ha dado al mundo el derecho a probar la autenticidad de nuestra fe, por el amor que tenemos, los unos por los otros: “Esto significa amar a pesar de nuestras diferencias –grandes o pequeñas–, cuando nos cuesta algo, bajo momentos de tremenda tensión, de modo que el mundo lo vea”. Y concluye: “sólo por esta marca, el mundo sabrá que somos cristianos y que Jesús fue enviado por el Padre”.
El Dios que nos presenta en la Biblia, es infinito y personal. Ambas realidades están incluidas en la descripción de Dios como Padre que nos hace el Nuevo Testamento. El es el Creador pero también el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Es un Padre como ningún otro. Todo lo sabe, pero su amor trasciende al padre más amoroso que podamos tener en este mundo. En Cristo Jesús, se nos muestra como Aquel en quien podemos confiar, pero que también puede sanar toda herida. Más allá de nuestra memoria.
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