Pim-pom a-ti te-to-có

-Hay una persona en el 7º banco de la derecha con problemas en el riñón izquierdo. Que suba para que pueda orar ella. El Señor quiere curarla.

Y como no salió nadie, pasado un tiempo prudencial, siguió probando suerte:

-A ver, quizás no he entendido bien el mensaje del Espíritu, y sea una persona que está en el 7º banco de la izquierda, con problemas en el riñón derecho.

Nadie se movía.
-¿Y en el 4º banco de la derecha, hay alguien con problemas de riñón?

No se oía ni la respiración de los que estábamos presentes, porque no respirábamos.

Es más, creo que algunos queríamos que nos tragase la tierra. Teníamos miedo. Particularmente pensé que en un acto de desesperación podía llegar a usar el método del pim-pom-a-ti-te-to-có, y me hiciera subir señalándome con el dedo.

Aquel hombre, además de tener el don de sanidad parecía que deseaba más el de adivinación. Nunca estamos conformes con lo que tenemos.

Al darse cuenta de que su credibilidad empezaba a flaquear de un modo alarmante, siguió durante unos minutos más probando suerte.
-Bueno, vamos a dar libertad al Espíritu. ¿Hay alguien en el templo con problemas de riñón? (lo del riñón lo tenía bien claro) Por favor, ya sea en el derecho o en el izquierdo, y esté en el banco que esté, que salga. Quiero orar para que se cure.

Pues aunque no lo parezca, hubo alguien que salió con fe. Creo que padecía de jaqueca.

Me pregunto, ¿es el don de sanidad el que cura, o es la fe que pone el enfermo desesperado en curarse? Porque no me negaran ustedes el valor que hay que tener para lanzarse de esta manera a mejorar el mundo.

Y es que parece ser que cuando jugamos a los dones, el Espíritu Santo se divierte desorientando al personal. Ejem...