La literatura sapiencial ocupa un lugar importante en los libros del Antiguo Testamento, primera parte de la Biblia. Cinco de ellos han sido clasificados como libros sapienciales: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y El Cantar de los Cantares.
Las versiones católicas de la Biblia añaden dos: Sabiduría y Eclesiástico. Estos libros, llamados por los católicos deuterocanónicos y por los protestantes apócrifos, no son aceptados por los judíos como libros inspirados. Los excluyen de sus versiones bíblicas del Antiguo Testamento. Y fueron ellos, los judíos, quienes a través de siglos de historia, han sido celosos guardianes de los libros sagrados, para ellos desde Génesis a Malaquías.
Roland Murphy pregunta qué entendemos por poesía hebrea. Quien tenga el oído hecho a la poesía como ingrediente indispensable de la rima no gustará de la poesía hebrea, donde no hay rima y con frecuencia el lector se encuentra ante un juego de palabras o de alteraciones.
En los libros poéticos de la Biblia destaca la sentencia breve que, en ocasiones, llega a desarrollarse en poema didáctico, la elegía, el cántico de alabanza; según los respectivos estilos e ideologías de sus autores, en los diferentes libros sapienciales la poesía adquiere caracteres peculiares.
Además de EL CANTAR DE LOS CANTARES, en la Biblia figuran otros dos libros cuya autoría se atribuye a Salomón, tercer rey de Israel: ECLESIASTÉS y PROVERBIOS.
En la forma simple proverbio significa parecerse, comparar, ser semejante. El proverbio bíblico testifica su origen popular y su contenido ideológico sacado del conocimiento o de la experiencia. Los autores de proverbios no sólo utilizaban la sabiduría y la imaginación, también se inspiraban en expresiones tradicionales del pueblo.
El teólogo y místico Ramón Lulio, nacido en Palma de Mallorca en 1233, compuso hacia 1290 un libro de proverbios que en su versión castellana tiene 413 páginas, al que tituló LOS PROVERBIOS DE RAMÓN.
El libro de PROVERBIOS escrito por Salomón data del siglo décimo antes de Cristo. Tiene, pues, más de 3.000 años de antigüedad. Está compuesto por 31 capítulos. El prólogo presenta el nombre y oficio del autor, el fin de la instrucción y los destinatarios.
Proverbios de Salomón, hijo de David y rey de Israel.
Han sido reunidos para conocer sabiduría y educación,
para entender expresiones inteligentes,
para adquirir la educación adecuada, justicia,
derecho y honradez; para enseñar agudeza a los
ignorantes, conocimiento y discreción a los jóvenes,
el sabio atiende y aprende más, el inteligente adquiere maestría, para entender proverbios y refranes, los dichos y enigmas de los sabios” (1:1-6).
Cuatro versículos del capítulo 5 presentan un cuadro de felicidad al que sólo se puede llegar a través del amor. Este, el amor, no se menciona en el texto, pero las figuras que en él se exponen enseñan a evitar los fracasos y salir victoriosos en la batalla del amor.
En la primera parte el sabio utiliza el agua como elemento relacionado con el amor. El agua era de gran valor en Oriente. Los israelitas conocían las múltiples manifestaciones del agua en la tierra. Aquí, en este capítulo cinco de Proverbios, el agua mantiene una estrecha relación con el amor.
La cisterna: “bebe el agua de tu misma cisterna” (5:15).
La cisterna es un depósito subterráneo en el que se recoge el agua de lluvia. En muchas casas de España, especialmente en Andalucía, donde le llaman aljibe, cuando el agua falta por cualquier motivo las mujeres acuden a las cisternas instaladas normalmente en los patios.
El amor que empieza siempre con el amor debe hacer acaparamiento de amor para que no falte cuando llegue el desamor, los días negros.
El amor es la vida llena. Si no hay reserva de amor, como hay reserva de agua en la cisterna, el puñal del desafecto rompe los corazones.
El Pozo: “y los raudales de tu propio pozo” (vs. 15).
El pozo es distinto a la cisterna. Pozo es el hoyo que se cava en tierra ahondando hasta encontrar vena de agua. Luego, para mejor conservación, se le reviste de piedra o ladrillo.
En las islas canarias para hallar agua hay que cavar hondo.
Para descubrir los auténticos valores del amor hay que profundizar en el corazón del otro o de la otra.
En Europa hay países como Bélgica, Portugal y Hungría donde el divorcio afecta a 70 de cada cien matrimonios. En Estados Unidos se cuentan 53 divorcios por cada cien. Países de América Latina están en torno al 35 por cada cien. ¿Por qué tantas parejas rotas? Sencillamente, porque no profundizan en los corazones hasta que brote el agua del amor.
La fuente: “¿Se derramarán las fuentes por las calles?” vs. 16.
Fuente es el aparato o artificio con que se hace llevar el agua a las casas, a los jardines, a los parques, calles y plazas, conduciéndola desde depósitos o manantiales por medio de tuberías.
Como la tubería lleva el agua a la fuente, él debe llevar constantemente el amor al corazón de ella y ella al corazón de él. El poeta francés Baudelaire decía que la persona a la que más amábamos antes de casarnos es a la que menos amamos después de casarnos. ¿Es así? Si lo es, ¿por qué? Tal vez por la falta de comunicación sentimental. Es necesario amar siempre, incluso después de haber amado.
Las corrientes: “y tus corrientes de aguas por las plazas” (vs. 16).
Cisterna, pozo, fuente y ahora corrientes de aguas.
La figura cambia. Corriente es movimiento. Aguas en movimiento que corren en una dirección determinada.
En la pareja tanto él como ella deben ser activadores del amor, amor que esté en constante movimiento. Nadie es capaz de evitar el amor. Y nadie es capaz de evitar que el amor se acabe. Pero el amor es cosa de dos. Uno no puede ponerlo todo y el otro o la otra no poner nada. El amor requiere correspondencia. El verdadero amor está en los detalles que tenga cada miembro de la pareja con el otro o con la otra.
Acaparar el amor: “Sean para ti solo, y no para los extraños” vs. 17.
En los versículos que siguen, 17 al 21, el autor de Proverbios describe el encanto del amor y ofrece siete consejos para cultivarlo. El primero de ellos es acapararlo.
Cuando se tiene un buen amor hay que conservarlo, mimarlo, acapararlo.
Alguien dijo que el egoísmo es la mayor maldición en la especie humana. Pero en el amor hay que ser egoísta. La persona a la que amamos es nuestra, la queremos sólo para nosotros. Cuando se aproximan dos bocas consagradas por el verdadero amor se quiere que esos labios jamás lleguen a besar otros labios.
Enaltecer el amor: “Sea bendito tu manantial” vs. 18.
Desde la primaria sabemos que bendito es el participio pasado de bendecir. Pero además de su connotación religiosa, bendecir tiene sentido de alabar, enaltecer, ensalzar.
El amor no se enaltece simplemente a base de palabras. Las palabras no siempre satisfacen. Cuentan los gestos, las acciones, los detalles.
Así cantó al amor enaltecido Al Abbas, poeta árabe del siglo VII:
“¡Amor! Si mi orden pudiera ser ejecutada
haría venir y reunir todo el amor
repartido por cielos y tierras.
Después lo repartiría a partes iguales
entre la amada de mi corazón y yo”.
Alegrar el amor:“Alégrate con la mujer de tu juventud” Vs. 18.
Salomón está pensando en parejas que conocieron el amor en la juventud y se prometieron fidelidad perpetua. La conclusión se desprende por sí sola.
Al amor hay que alegrarlo. Siempre. En la juventud, en la edad adulta, en la vejez. Evitar los malos humores, las peleas, las palabras insultantes. El amor es una pieza de teatro en que los actos son muy cortos y los entreactos muy largos. Los intermedios hay que llenarlos mediante el amor, teniendo en cuenta que para el amor no hay límite de edad. No se ama con el cuerpo. Se ama con el alma y el alma jamás envejece.
Acariciar el amor:“Sus caricias te satisfagan en todo tiempo” vs. 19.
Salomón deja de disertar sobre el amor ideal y roza el aspecto físico.
Los primeros síntomas de amor comunican el encanto natural y tierno de la caricia, ese rozar suavemente el cuerpo de la persona amada como halago, como agasajo, como demostración amorosa.
Pero en el amor no sólo se acaricia con las manos. También con palabras, con la mirada, con el sentimiento, hasta con el silencio. Se hace necesario acariciar el amor como se acaricia la rosa, como se acaricia en la cama al enfermo, como se acaricia al anciano en su invalidez, como se acaricia la carita del niño y de la niña.
Embellecer el amor: “Como cierva amada y graciosa gacela” vs.19.
El autor de Proverbios discurre aquí sobre la belleza del amor utilizando como figuras dos animalitos conocidos y apreciados en Oriente: la cierva, hembra del ciervo, y la gacela, muy celebrada en la poesía árabe y judía. De la gacela se destaca su hermosura, sus ojos grandes, negros y vivos. En otro libro de Salomón, EL CANTAR DE LOS CANTARES, es símbolo de amor y feminidad:
“Tus dos pechos, como gemelos
de gacela, que se apacientan
entre lirios. (4:5).
Actualmente se rompen tantas parejas porque sólo se busca la belleza del cuerpo, no la belleza del alma, no la belleza del amor.
Recrear el amor: “En su amor recréate siempre” (vs. 19).
Bonito consejo: recrear el amor. Recrearse en el amor. Los dos, ella y él.
La frase tiene dos significados: uno es crear de nuevo, cosa que siempre viene bien al amor. La constancia en el amor es esencial para el mantenimiento de la pareja. El amor hay que recrearlo, reavivarlo, rehacerlo de día en día.
Pero este verbo transitivo tiene otro significado: divertir, alegrar, deleitar, esparcir el ánimo y la imaginación. Es frecuente oír a hombres y a mujeres decir: “he perdido la alegría en mi matrimonio”. Cuando esto ocurre es porque se ha perdido la alegría de amar. Y es entonces cuando se impone recrear el amor.
Fieles al amor: "¿Por qué hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena y abrazarás el seno de la extraña?” (vs.20).
El escritor ruso Chejov decía que sólo las personas viejas y feas son fieles al amor. Y añadía: ¡qué otra cosa pueden hacer! Se equivocaba el ruso. Salomón creía lo contrario. Que la fidelidad amorosa es deseable y posible. Para lograrla nos ha dado siete consejos:
Acaparar el amor.
Enaltecer el amor.
Alegrar el amor.
Acariciar el amor.
Embellecer el amor.
Recrear el amor.
Ser fieles al amor.
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