Indignación es una palabra que se ha puesto de moda ante las dificultades, especialmente económicas, que se han presentado en diversos países europeos.
El término tiene en la lengua española un considerable número de palabras afines como son ira, cólera, enojo, irritación, etc., lo cual ocurre también en la lengua hebrea, en la que los vocablos que expresan desagrado son cuantiosos, sirviendo para expresar tanto la indignación del hombre como la de Dios.
Pero en los tiempos que corren casi nadie considera que Dios pueda estar indignado, bien sea porque la falta de temor de Dios ha borrado toda conciencia de esa realidad o porque la idea distorsionada que se ha extendido sobre él es que no puede estar indignado, dado que algo así sería impropio en su ser, pues es solo amor y nada más que bondad.
Pero la realidad es que
la indignación de Dios recorre las páginas de la Biblia, donde abundan los ejemplos en los que la expresa unas veces sobre diversos colectivos y otras sobre individuos. A grandes rasgos su indignación se podría clasificar en tres categorías: Permanente, coyuntural y escatológica o final.
1.- Indignación permanente de Dios. Es la que se enseña en el siguiente pasaje: 'Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.'
[i]
Lo primero que se advierte ahí es que el tiempo verbal del verbo revelar está en presente, lo cual indica que se trata de una indignación actual, que la está ejerciendo y manifestando ahora, un ahora aplicable al tiempo en el que ese texto fue escrito y también a nuestro propio tiempo, porque la causa que provoca esa indignación actual es la misma ahora que en tiempos del apóstol Pablo: la impiedad e injusticia de los hombres. La palabra que se ha traducido por impiedad se puede traducir como irreverencia, esto es, la falta de temor de Dios y la desconsideración y rechazo hacia el Ser supremo. La injusticia tiene que ver con el quebrantamiento de las normas y leyes que él ha establecido como legislador.
La pregunta que puede hacerse es: ¿En qué manera Dios manifiesta en el presente su indignación? Y la respuesta nos la proporciona el mismo apóstol Pablo unos renglones más abajo, cuando dice que, a causa del envanecimiento y tenebrosidad en la que ha quedado el razonamiento y el corazón humano, 'Dios losentregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones...'
[ii] Es decir, que Dios muestra su justa indignación sometiendo, a quienes no quieren reconocerlo a él, a pasiones vergonzosas, en las que además se deleitan. Así pues, lo que ellos creen ser decisión propia, al escoger, practicar y justificar lo vergonzoso, en realidad no es más que el fruto directo de la indignación de Dios. El problema es que al complacerse en tales prácticas acumulan más indignación de Dios aún, con lo que su situación es verdaderamente espantosa.
2.- Indignación coyuntural de Dios. Es la que vemos manifestada en muchos casos en la Biblia, cuando, bajo determinadas circunstancias y tras haberse agotado su paciencia, vuelca su ira sobre pueblos o individuos. Tal vez el caso más conspicuo sea el del propio pueblo de Israel, que, en determinados momentos de su historia, experimentó amargamente esa indignación de forma acentuada. De nuevo, hay causas que la sustentan, pues Dios no actúa arbitrariamente o por capricho, tal como él mismo avisó: 'Pero si no me oyereis... pondré mi rostro contra vosotros'
[iii]
Pero además del caso de Israel vemos en los escritos de los profetas los oráculos pronunciados contra las naciones que, en su soberbia, infringieron los más elementales principios morales. De ahí que haya palabras de indignación contra Egipto, Arabia, Filistea, Asiria, Moab, Babilonia, Tiro, etc.
Esa indignación es coyuntural o circunstancial, manifestándose en juicios y devastaciones que tuvieron lugar en determinados momentos de la historia de esos pueblos. La lección imperecedera de este tipo de indignación de Dios es que él no solo es juez de los seres humanos individualizados, sino que también lo es de las naciones en su curso histórico, ya que su señorío se extiende sobre todas ellas, independientemente de que quieran o no reconocerlo. Eso quiere decir que actualmente Dios puede derramar su indignación sobre naciones concretas, tal como lo hizo en el pasado.
3.- Indignación final o escatológica de Dios.
Es la que está reservada para los últimos tiempos, quedando resumida en la expresión 'día de la ira' y 'día del Señor.' Las escenas que describen en el Antiguo y el Nuevo Testamento esa indignación son bien expresivas del carácter formidable y terrible de la misma. Incluso los grandes objetos celestes, como el sol, la luna y las estrellas, lo comprobarán. Se trata de una indignación de la que se nos proporcionan dos ejemplos comparativos, para que nos hagamos una idea de lo que sucederá, con los casos del diluvio y de Sodoma y Gomorra. El cinismo, la burla y la negación no evitarán la venida de esa indignación, a la que Jesús dio más solidez que al cielo y la tierra.
[iv]
Es fácil indignarnos, unas veces acertadamente y otras no tanto, con muchas cosas que suceden aquí abajo. Pero tengamos cuidado, no sea que obsesionados con la indignación horizontal ignoremos la otra indignación, la vertical, la que procede de parte de Dios. Una indignación que tiene carácter trascendente.
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