De repente, el ciclo de prosperidad se acaba y comienza el de escasez. Y de pronto todo aquello que había sido considerado como signo de riqueza pierde su valor y lo que había sido considerado mercancía corriente y moliente, el trigo, se convierte en el valor por excelencia.
Si hubiera habido un Wall Street en Egipto se habría producido un vuelco en las cotizaciones. Los que habían invertido en vivienda, obras de arte, caballos, especias o lino fino se arruinan, porque esos valores han caído por los suelos, ya que de lo que se trata ahora es de sobrevivir. Quien había invertido, José, en algo cuyo precio había estado por los suelos, el trigo, de la noche a la mañana es quien tiene el control de la situación. Pirámides, esfinges, sarcófagos, palacios, grandeza… todo queda en entredicho a causa del hambre, mientras que el modesto grano de trigo asciende a la cúspide del mercado.
Lo cual nos enseña algunas lecciones que están muy de actualidad: que la estimación del valor de las cosas es algo muy relativo, que los tiempos pueden cambiar estando nosotros a expensas de los mismos(2) y que en última instancia dependemos de la tierra para nuestro mantenimiento. Esto no solo fue así hace 3.700 años cuando vivía José, sino que ahora, a pesar de nuestros avances y conquistas científicas y tecnológicas, seguimos dependiendo del producto de la tierra para subsistir. Lo cual tiene también sus derivaciones, porque si lo que la tierra produce depende del clima, llegamos así a una pregunta crucial: ¿De quién depende el clima? La Biblia no deja lugar a dudas sobre la respuesta. Es decir, la economía fue, es y será una buena escuela para aprender humildad y buscar a Dios.
José fue un hombre de clarividencia y sabiduría. Su clarividencia consistió en el hecho de ver más allá de lo que el presente permitía ver y en verlo no de manera turbia sino clara y transparente. Cuando alguien lee el programa económico que propone a Faraón lo entiende todo. Cuando alguien escucha o lee las declaraciones de los responsables actuales de economía de tantos países no entiende nada. ¿La razón de esta disparidad de mensajes? Muy sencilla. José explica con palabras llanas algo complejo porque conoce lo que se trae entre manos. Muchos expertos de economía actuales explican con palabras enrevesadas y subterfugios algo complejo porque no saben por donde se andan. Lo abstruso de sus argumentos no es prueba de profundidad sino de ignorancia; una ignorancia que pretende hacerse pasar por conocimiento. No es censurable si alguien no sabe; lo censurable es pretender saber sin saber. Es la misma diferencia que hay entre teólogos buenos y malos. A los primeros les entiende hasta un niño, los segundos ni ellos mismos se entienden.
Pero
la clarividencia de José no es una habilidad propia; tampoco es una casualidad. Él mismo lo deja claro ante Faraón, quien le supone un experto en la materia(3). Y aquí es donde llegamos a un punto crucial en la personalidad de José: en este hombre hay un don que no es natural sino sobrenatural, es decir, que procede de Dios. Su clarividencia es una investidura con la que Dios le ha querido dotar. Así que
estamos ante alguien en el que se conjugan la capacidad profesional y la capacitación espiritual. Sin esta última, la primera hubiera servido de poco ante la emergencia que se avecinaba.
Ahora bien, dadas las limitaciones de los expertos, que ignoran no ya lo que pasará dentro de siete años sino lo que sucederá mañana, ¿por qué automáticamente se descarta hoy que alguien pueda ser un buen candidato a un puesto de responsabilidad pública, simplemente porque hay una dimensión espiritual en su vida?
La señora Sarah Palin ha sido ridiculizada por haber aludido a Dios en cuanto a su futuro en la carrera política. No sé si tendrá la capacidad para ser presidenta de su nación un día, pero los que la descalifican simplemente por la faceta espiritual de su personalidad harían bien en callarse, dado el descomunal fracaso económico que los expertos seculares, que se burlan de cualquiera que ponga a Dios en los asuntos de este mundo, no han sabido vislumbrar. Si ridiculizan, que tengan en cuenta que ellos ya han hecho el ridículo primero. Y suponiendo que la señora Palin no sea muy inteligente, ellos no han demostrado serlo más. Así que, por esa parte, estamos en paz. Bueno, no exactamente en paz, porque los expertos seculares ya han demostrado su incapacidad y la señora Palin todavía no ha demostrado nada.
Claro que de poco le hubiera servido a José tener clarividencia si no hubiera tenido la sabiduría necesaria para ejecutarla. Uno de nuestros grandes problemas es que tenemos más información que nunca y más conocimiento que el que jamás haya habido. Sin embargo, nuestro grado de sabiduría es tan ínfimo que toda la información y el conocimiento almacenados resultan ser un inmenso cúmulo de datos manejados según criterios de dudosa validez.
Si el estado de nuestro mundo fuera un reflejo de nuestro nivel de conocimiento este mundo debería ser un paraíso. Pero sabiduría no es lo mismo que conocimiento. Por eso este mundo anda de cabeza, a pesar de tener tanta información. Sabiduría es la capacidad para saber aplicar de forma adecuada el conocimiento que se posee. Tiene que ver con prudencia, discernimiento, comprensión y no está divorciada de aspectos morales como justicia, bondad o integridad. En último término está íntimamente unida a Dios, porque el principio u origen de la sabiduría está en su temor(4).
1) Génesis 41:48
2) Eclesiastés 9:12
3) Génesis 41:15-16
4) Proverbios 1:7
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