Miedo a la luz, terror a la luz, es la fotofobia y los que la padecen son fotófobos. La pregunta es ¿cómo es posible que algo tan maravilloso como la luz pueda provocar terror? ¿No es la luz sinónimo de vida como la falta de ella lo es de muerte? ¿Por qué hay personas que son fotófobas? Es entendible la tanatofobia, terror obsesivo a la muerte, o la sidafobia, temor morboso al sida, dado que la muerte y el sida son en sí mismos temibles. Pero ¿la fotofobia? ¿Es posible tener temor a lo benéfico, excelente y magnífico? Y si es posible ¿dónde está el problema? ¿cuál es su causa?
Como no soy médico no voy a tratar de responder a esas preguntas, pero es evidente que el problema no está en la luz sino en la persona que le tiene miedo a ella, aunque para la persona afectada el problema sea la luz. Si ha de haber curación para el fotófobo me imagino que el primer paso será reconocer la realidad de las cosas: que no está en la luz el trastorno sino en él mismo, o mejor dicho, en su concepción de la luz y su reacción ante ella.
Creo que este asunto de la fotofobia es más amplio de lo que parece y podríamos trasladarlo a otros terrenos más allá del estrictamente psicofísico. Cuando entramos en esos terrenos descubrimos que hay una clase de fotofobia que lejos de ser un problema de unas pocas personas que pueden contarse con los dedos de la mano, es un mal universal, porque está enraizada en la constitución actual del ser humano. Esa fotofobia sería la explicación del actual estado de cosas del mundo: su desarreglo, su confusión y su maldad. Pero también sería la explicación del actual estado de cosas de ese microcosmos que es el ser humano, es decir, tú y yo. De nuestras contradicciones, miserias y de todo aquello que nos rebaja, degrada y destruye.
Es interesante que el libro de Génesis enseña que lo primero que Dios hizo fue la luz(1). De manera que la luz ocupa un lugar especial en el proceso creativo, siendo el factor primordial que hará posible que la existencia y la vida, en cualquiera de sus formas, permanezcan. Sin la luz, hubiera sido imposible que nada de lo que Dios creó posteriormente, saliera adelante. Por lo tanto la lección es tan clara como la luz misma: la luz es buena. No con una bondad subjetiva o relativa sino con esa bondad con la que Dios mismo, el Bueno por excelencia, la ha dotado.
Si Génesis nos enseña que sin luz no es posible la vida, ya comenzamos aquí a darnos cuenta de que nuestra fotofobia es la causa de todos nuestros males. Ahora bien, hay una luz que es superior a la luz creada, porque es su origen y causa. Es la luz a la que el apóstol Juan se refiere, cuando hace una de las definiciones más escuetas, pero más profundas, que nunca se hayan hecho sobre Dios: Dios es luz(2). En tres palabras, dos en algunas lenguas en las que el verbo ser se obvia, ha resumido la naturaleza de Dios. No es extraño que la antigüedad le otorgara a Juan el título de teólogo. ¡Qué diferencia con otros denominados teólogos, cuya característica consiste en enmarañarlo todo, porque lo enrevesado es para ellos sinónimo de profundidad!
Sí, nuestro problema de fotofobia tiene que ver con nuestra aversión hacia Dios. Una aversión que no era original sino que la adquirimos cuando la oscuridad (pecado) entró en nuestra vida. Desde ese momento lo bueno fue terrible, lo verdadero abominable y lo justo insoportable, aunque en realidad nada de eso había cambiado, los que habíamos cambiado éramos nosotros. Esa fotofobia es la que el texto superior nos muestra, dándonos la razón de la misma: nuestras obras son malas y por eso no queremos venir a la luz, para que no sean expuestas. El delincuente aborrece al juez, el culpable al jurado y el fotófobo a la luz.
Pero, y aquí está el evangelio, la luz verdadera se hizo hombre para alumbrar a todos los que le sigan, como dice el pasaje:
´Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.´ (
Juan 8:12). Luz y vida, antítesis de tinieblas y muerte, están en Jesucristo.
Vayamos a él para dejar de ser fotófobos y convertirnos en fotófilos (amigos de la luz).
1) Génesis 1:3
2) 1 Juan 1:5
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