´A río revuelto, ganancia de pescadores´, dice el refrán, que en este caso, y en otros parecidos, podríamos parafrasear ´A río revuelto, ganancia de especuladores´. Porque efectivamente, al fragor de los hallazgos, surgieron especuladores que encontraron en la comunidad esenia las respuestas a los interrogantes sobre Jesús, Juan el Bautista y el cristianismo. La iglesia oficial nos había estado engañando durante siglos y ahora, decían los especuladores, hemos encontrado por fin la clave sobre el verdadero origen de ese fenómeno histórico denominado cristianismo y los esenios nos la proporcionan.
Claro que a estos especuladores, como a los jugadores de póquer, no les interesaba tanto ceñirse a lo que realmente tenían entre manos sino tirarse el farol, con dos propósitos bien definidos: impresionar, engañando a los incautos, y vender su farol, como si fuera una verdad respetable y científica. De alguna manera los sucesores de estos especuladores han llegado hasta nuestros días, en todos esos novelistas que nos quieren hacer creer que su visión sobre Jesús es la auténtica. Claro que sus novelas no pasan de ser eso: novelas. Con el correr del tiempo aquellos especuladores fueron puestos en su sitio y la verdad se abrió paso. Lo mismo que ocurrirá con los especuladores actuales.
Pero
volviendo a los esenios, ellos se retiraron al desierto durante el gobierno de Juan Hircano († 104.C.), cuando los ideales por los que los primeros Macabeos habían peleado fueron sustituidos por el pragmatismo político. Desengañados ante el giro que los acontecimientos estaban tomando y no queriendo participar en lo que a sus ojos era una consumada traición a la causa por la que se había luchado, fundaron el asentamiento que ocuparon durante algo menos de dos siglos, hasta que fue destruido por los romanos en el año 68 d.C. En las cuevas de Qumran, y en otros lugares apartados, vivieron en una forma de tipo monástico, esperando la llegada del fin del mundo que para ellos era inminente. Allí redactaron y conservaron sus escritos, que diecinueve siglos después serían encontrados casualmente por un pastor beduino que buscaba una cabra perdida de su rebaño. Entre esos escritos estaba el de la
Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas, probablemente uno de los descubrimientos más importantes. En la obra hay dos bandos en conflagración en esa batalla escatológica, siendo los ´Hijos de las Tinieblas´ los helenistas y sus sucesores directos, los romanos.
La respuesta, pues, de los esenios ante la amenaza y difusión del helenismo y ante la caída de buena parte del judaísmo en su órbita de influencia fue el aislamiento, para no contaminarse. Una postura que algunos cristianos, en el curso de la historia, escogerán como el mejor método para vencer al mundo. Sin embargo, es significativo que el movimiento esenio terminó desapareciendo. Y es que el aislamiento conduce o a un callejón sin salida o a una marginalidad que no tiene proyección, ni relevancia, ni influencia, más allá de las propias cuatro paredes. Es una actitud de autismo que imposibilita toda comunicación con el mundo exterior.
En contraposición a esta actitud resalta la de los judíos de Alejandría, quienes supieron sacar provecho de las oportunidades que el helenismo proporcionaba. Una ventaja, dentro de los muchos problemas, que el pensamiento único ofrecía era la universalidad de la lengua: el griego se había convertido en el vehículo de difusión cultural e ideológico de tal pensamiento.
Pues bien, los judíos alejandrinos se pusieron manos a la obra e hicieron la primera traducción completa del Antiguo Testamento a la lengua griega, la célebre Septuaginta.
Aquí tenemos un ejemplo de inteligencia y de aprovechamiento de las posibilidades que estaban a la mano. Había que descubrirlas y había que atreverse a llevarlas a cabo. Y eso fue lo que hicieron aquellos traductores judíos alejandrinos, proporcionando a los judíos de habla griega la Palabra de Dios en la lengua que usaban y a los paganos la posibilidad de leerla.
Todo un modelo de cómo usar un instrumento que estaba destinado a difundir el paganismo, pero que ellos supieron reconvertirlo en medio de difusión del conocimiento de Dios. Algo de lo que nosotros hoy hemos de tomar nota con imaginación y cabeza.
Así pues (aparte de este mencionado ejemplo positivo de Alejandría)
el movimiento asideo en su lucha contra el helenismo terminó en el separatismo legalista (fariseos) y en el aislacionismo autista (esenios). Dos graves peligros de los que haremos bien en cuidarnos.
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