La podríamos sintetizar así:
- Corrupción por debilidad de carácter, o la cesión en cuestiones esenciales ante la corriente mayoritaria (Aarón).
- Corrupción por ambición de poder, o la búsqueda del protagonismo y la promoción del propio nombre (Coré).
- Corrupción por materialismo, o el ansia de ventajas económicas (Balaam).
- Corrupción por inmoralidad sexual, o la gratificación del sexo fuera del matrimonio (Ofni y Finees).
- Corrupción por contemporización, o la cesión en cuestiones esenciales ante los que detentan el poder (Urías).
- Corrupción por profesionalización, o la preeminencia del contrato laboral (sacerdotes del tiempo de Malaquías).
- Corrupción por relajamiento, o el desgaste que socava y termina en desorden como resultado del paso del tiempo.
- Corrupción por conveniencia política, o el sacrificio de la verdad en aras del mantenimiento de unos determinados intereses (Caifás).
El apóstol Pablo escribió tres cartas dirigidas específicamente a pastores, cuyo propósito era, entre otras cosas, el de aleccionarlos para que su ministerio no fuera justamente vituperado.
De ellas,
la segunda que dirigió a Timoteo adquiere una importancia particular, al ser la última que escribió en su vida. Esa circunstancia y el hecho de que fuera escrita desde la cárcel con la conciencia de que sus días estaban contados, le dan un tono de emotividad profunda muy singular. Es como su testamento personal, donde constan sus últimas voluntades.
El documento tiene en español 1545 palabras, en la versión Reina-Valera de 1960, las cuales caben en dos folios de DIN A4. Es decir, nada impresionante. Y sin embargo ¡cuánta enseñanza provechosa para los candidatos al ministerio y para los que ya están en el mismo, independientemente del tiempo que lleven ejerciéndolo! Debería ser su libro de texto fundamental, allí donde acudir una y otra vez para aprender, recordar y ser consolados. Aunque nunca se haya ido a un seminario bíblico para formarse, ahí está todo lo necesario para recibir lecciones imperecederas donde se sintetizan el carácter de un ministro y el desempeño de su tarea.
Algunas de las líneas maestras recogidas en esa carta para beneficio de todo ministro del evangelio son las siguientes:
Renovación espiritual:
´…que avives el fuego del don de Dios…´(1) La cual es imprescindible si se quiere evitar la fosilización que produce el paso del tiempo. El primer amor, como en el matrimonio, hay que alimentarlo una vez pasada la fase inicial si no se quiere entrar en una etapa peligrosamente rutinaria y mortecina.
Buena doctrina:
´Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste…´(2) El valor de la sana doctrina no depende del que las modas teológicas le quieran otorgar, sino del que la propia Escritura le da. Hay pastores que no creen en la Trinidad o que niegan la concepción virginal de Jesús, por poner unos ejemplos de los extravíos doctrinales en los que algunos han caído. Miedo da pensar en qué manos están los que domingo tras domingo escuchan sus sermones. Y es que las antiguas herejías que hicieron acto de presencia en la antigua Iglesia perduran hasta el día de hoy.
Capacidad para sobrellevar el sufrimiento: ´
Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.(3) Seguramente es una de las características, ser sufrido, más necesarias porque los sinsabores en el ministerio abundan, razón por la cual hay pocos candidatos al mismo. Viviendo además en una época donde el sufrimiento es el intruso por excelencia al que hay que evitar por encima de todo, no es extraño que éste sea un filtro determinante para excluir a muchos.
Comunión con Dios:
´Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado…´(4) La vida devocional no tiene sustituto. Aunque vivamos en la era de Internet y tengamos a nuestra disposición un sinnúmero de recursos multimedia y Biblias electrónicas en varias lenguas disponibles en un aparatito que cabe en la palma de la mano, con todo, la oración y la meditación en la Palabra son vitales si queremos que nuestra relación con Dios sea fresca.
Santidad de vida:
´Huye también de las pasiones juveniles...´(5) Aunque se nos quiera hacer creer que los patrones morales han cambiado porque el mundo ha cambiado, siempre hay que recordar que los de Dios siguen siendo los mismos y que la santidad personal del ministro es esencial, si quiere agradar a Dios.
Desempeño de la tarea:
´…que prediques la palabra…´(6) La predicación y enseñanza de la Palabra de Dios es el principal quehacer de un ministro del evangelio; por eso buena parte de su tiempo ha de dedicarlo al estudio concienzudo de la misma. Y aquí no hay atajos. Se trata de una labor que demanda mucho tiempo y esfuerzo, si se quiere que el mensaje sea fresco, relevante, creativo y deje huella.
Que Dios nos ayude para poder ser fieles y de esta manera llevar a cabo lo que dice el texto del encabezamiento.
1) 2 Timoteo 1:6
2) 2 Timoteo 1:13
3) 2 Timoteo 2:3
4) 2 Timoteo 2:15
5) 2 Timoteo 2:22
6) 2 Timoteo 4:2
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