La desinformación tiene que ver con las campañas llevadas a cabo por ciertos medios de comunicación, cuyo objetivo es crear en la opinión pública un estado de animosidad contra los cristianos al tildarlos de secta, con las connotaciones peyorativas que la palabra tiene. También con la difusión de rumores o acusaciones vagas o generalizadas a fin de desprestigiarlos y desacreditarlos. En este tipo de campañas tiene mucho éxito el argumento de que los cristianos son, o pueden ser, una quinta columna que una potencia extranjera enemiga ha infiltrado en la nación con el propósito de minar sus fundamentos y destruirla.
La discriminación consistiría en tratar a los cristianos como a ciudadanos de segunda categoría, lo cual puede ser algo que está así recogido en las leyes del país o algo que simplemente es una política de hechos consumados, aunque sobre el papel los cristianos tengan los mismos derechos que los demás ciudadanos.
Finalmente, la persecución sería el tercer nivel de hostigamiento y por ella se entiende la represión abierta, realizada bien sea por los aparatos del Estado, como policía y jueces, que persiguen y castigan como delito la mera profesión de ser cristiano o las prácticas relacionadas con el hecho de serlo, o bien por grupos incontrolados de gente hostil a la fe cristiana.
Es evidente que entre esas tres clases de hostigamiento hay una relación lógica y, en algunos casos, cronológica en el sentido de que se comienza por una campaña de desinformación y desprestigio, se continúa con la discriminación y se termina en la persecución. Cuando hablamos de hostigamiento, inmediatamente nuestro pensamiento se dirige hacia regímenes totalitarios, sean políticos o religiosos; sin embargo, es perfectamente posible que en países que se rigen por principios democráticos se den las dos primeras clases de hostigamiento, es decir la desinformación y la discriminación, especialmente si los cristianos son minoría o cuando son un sector minoritario frente a un poder hegemónico. De hecho, esto es aplicable a España, donde los cristianos evangélicos sabemos bastante de desinformación y de discriminación, incluso hasta el día de hoy.
Pero
es evidente que la peor faceta del hostigamiento la tiene la persecución. Tal vez sería bueno recordar que la persecución contra los cristianos, lejos de disminuir con el paso del tiempo, no ha hecho sino aumentar. Es decir, no hace falta retroceder en el tiempo hasta los días del Imperio Romano para encontrar mártires de la fe; simplemente es suficiente echar una mirada a nuestro mundo actual para darnos cuenta de que el martirio no es una vieja gloria del cristianismo sino una realidad actual y creciente. Prácticamente no hay parte del mundo en la que no haya cristianos sufriendo de una u otra manera por causa de su fe.
Como decía el penúltimo boletín de oración por la libertad religiosa de la Alianza Evangélica Mundial:
‘Las comunidades cristianas en el mundo actual están experimentando genocidio (Irak, Papúa-Indonesia), encarcelamientos en masa con extrema violencia (Eritrea, Corea del Norte), escalada de persecución violenta (India, Sri Lanka) e incremento de represión gubernamental (Irán, Bielorrusia). Muchos cristianos viven permanentemente en riesgo a causa de fuerzas autoritarias represivas o pogroms islámicos, hindúes o budistas.’
- Ser políticamente peligrosos. La confesión de fe cristiana básica es muy sucinta: Cristo es Señor, lo cual implica que la lealtad y fidelidad de un cristiano ya tienen dueño. En un Estado que tenía por fundamento el culto al Emperador, era muy fácil catalogar a los cristianos como propagadores de una falta de patriotismo y culpables de un delito de lesa majestad.
- Ser socialmente sospechosos. Dado que los cristianos no participaban ni asistían a algunas actividades populares en aquellos tiempos, como el circo o el teatro, estrechamente ligadas con la crueldad el primero y con el paganismo el segundo, tal retraimiento social les convertía en ‘bichos raros’ para mucha gente. Además, las ideas cristianas de igualdad neta entre clases sociales y sexos, chocaban fuertemente con la división social en el Imperio, entre esclavos y libres o entre varones y mujeres.
- Ser intelectualmente despreciables. Como en los primeros tiempos el cristianismo se nutrió grandemente de personas de extracción humilde, los intelectuales paganos usaron este hecho para burlarse de las supersticiones cristianas creídas por esclavos y mujeres. Además, creencias como la resurrección del cuerpo eran, filosóficamente, conceptuadas como una patraña.
- Ser religiosamente amenazantes. Debido al crecimiento numérico y geográfico del cristianismo, otras creencias, incluida la oficial, vieron amenazadas su hegemonía e influencia. Por eso se recurrió a los argumentos más peregrinos para denigrar la fe, como aquel que achacaba a los cristianos la culpa de todos los desastres naturales.
- Ser popularmente odiosos. Los bulos que corrían sobre los cristianos eran muchos, pero se podrían concretar en dos: practicaban el incesto y el canibalismo. Posiblemente la primera acusación tuviera que ver con una grosera y malintencionada deformación del amor ágape que los cristianos manifestaban entre sí. La segunda acusación nacería de otra deformación sobre la mesa del Señor, en la que los cristianos supuestamente comían y bebían la carne y la sangre de un ser humano.
A la vista de todo ello y viendo lo que en tantas partes está pasando actualmente, los cristianos que vivimos bajo una relativa calma y libertad bien podemos aplicarnos las palabras del texto superior.
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