El canto del álamo

Nunca todo es igual. Nunca siempre es lo mismo.

ÍNTIMO AUTOR Yolanda Tamayo 22 DE OCTUBRE DE 2013 22:00 h

Bosque de álamos cantores en otoño / Terra

Ya huele a otoño. Las primeras lluvias humedecen el aire portando una fresca fragancia que lame con suavidad las aristas roídas por el calor.

El ocre comienza a desfilar entre lo que hasta hace poco se ataviaba verdoso.

La hojarasca tapiza el bosque que emana un olor peculiar a humo de chimenea y a musgo.

Sentada junto al camino, mientras ella juega, oigo el canto del álamo. Sus hojas con el envés blanquecino y aterciopelado son mecidas en las ramas provocando ese tintineo suave que me evoca otoños del ayer.

Nunca todo es igual. Nunca siempre es lo mismo.

Un nuevo otoño, una época diferente.

Sé que ahora los años han cubierto de melaza mis labios mostrándome un camino más maduro, menos propenso a la agitación.

Hoy, en el que la época estival me resulta un tanto lejana, observo el sendero cubierto de escarcha y pienso lo fácil que sería caminar si dejara de hacerme tantas preguntas.

Oír el pasar de los días sabiendo que sus sones componen la banda sonora de mi vida.

Renunciar a las prisas, evitar el sofocado peso de los quehaceres, virar hacia un sendero menos transitado y dejarme llevar por el sonido de los álamos, ese cantar juguetón que me transporta a un lugar en el que nunca he estado.

A lo lejos se ve el pueblo, erguido en la peña, majestuoso y a la vez humilde.

Quisiera detener el tiempo, desprenderme de todo lo superfluo y mimetizarme con la abrupta naturaleza. Quedarme atrapada entre los pinsapos, el lentisco, el algarrobo, abrazada por sus aromas y dejar que sus sinuosas siluetas arrojen sombras sobre mí.

Siento que el tiempo me resulta extraño, o puede que yo sea una extraña que intenta parar el tiempo.

Voy de aquí para allá con mi funámbula maleta, conociendo sobradamente cual es mi destino. Aun así, me despierto en la noche pensando que algo ha quedado por hacer, que alguna misteriosa palabra se ha agazapado en mi corazón y no ha sido capaz de salir a la luz.

Hoy siento que el otoño ha llegado y que hay cosas que no van a cambiar. Sólo queda esperar a que la mano Divina que dibuja trazos inimaginables pincele aquello que rezagado ha quedado velado y ha de salir al exterior para experimentar una sanidad completa.

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