En el curso de los meses anteriores, he ido desgranando distintos aspectos de la economía del Reino. Que no es la economía que muchos desearían presenta poca discusión. A fin de cuentas, en el Reino los valores son subversivos y así frente a los poderosos del mundo que dicen que benefician a las gentes y, en realidad, se las benefician, los hijos del Reino deben servir (Lucas 22: 24 ss).
Por eso, creo de todo corazón que el pueblo de Dios está llamado al arrepentimiento de manera especialmente apremiante porque los tiempos son también difíciles.
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El pueblo del Reino debe repudiar totalmente un evangelio llamado de prosperidad, pero que, en realidad, en no pocas ocasiones, es el evangelio de la codicia, versión moderna de los que aniquilan las casas de las viudas so pretexto de largas oraciones (Mateo 23: 14) y de la terrible y desvergonzada avaricia papal que acabó desencadenando a inicios del siglo XVI la Reforma.
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El pueblo del Reino debe repudiar visiones como la denominada “opción por los pobres”que no son sino una desvirtuación ideologizada de las enseñanzas de Jesús para beneficio de visiones no pocas veces totalitarias.
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El pueblo del Reino debe repudiar cualquier prejuicio, a favor o en contra, hacia las personas en virtud de su clase social o su situación económica.
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El pueblo del Reino debe repudiar totalmente una visión de la economía que sólo consiste en despojar a los sectores más creativos de la sociedadpara mantener a castas privilegiadas con el pretexto de ayudar a los más necesitados lo que – todos lo sabemos – es mentira.
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El pueblo del Reino debe repudiar toda ayuda o subvención institucionalque lo convierte simplemente en coartada de conductas inmorales y semejantes a gran escala y que evita que adquiera responsabilidad.
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El pueblo del Reino debe repudiar y llamar al arrepentimiento a aquellos dirigentes religiososque tienen el descaro de dirigirse a los necesitados mientras viven en una casa con centenares de habitaciones o utilizan un jet privado.
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El pueblo del Reino debe repudiar de manera individual y colectiva el vivir a costa de otrosy, por el contrario, ha de buscar cómo, trabajando honradamente, compartir con los que no tienen.
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El pueblo del Reino debe repudiar la idea y la práctica de dejarse manipular por los que desean enseñorearse de las gentesasumiendo lo que son simples programas de mantenimiento en el poder.
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El pueblo del Reino debe repudiar la angustia y la ansiedad propias de los que no creen en Dios, pero absurdas en quienes lo han conocido.
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El pueblo del Reino debe repudiar la prisa y la aceleración que no le permite ver que Dios sabe mejor que ellos mismos lo que necesitany que se lo proveerá abundantemente.
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El pueblo del Reino, a fin de cuentas, debe buscar en primerísimo lugar el Reino de Dios y su justiciaconvencido de que todo lo demás se le dará por añadidura.
Todas esas conductas y otras semejantes nada tienen que ver con el Reino de Dios.
A decir verdad, chocan con las enseñanzas de Jesús de manera escandalosa y exigen arrepentimiento, un arrepentimiento que no pocas veces falta y que quizá pueda explicar por qué ciertas situaciones nacionales no cambian y no pueden hacerlo porque los que deberían interceder por ellas ante Dios no se han arrepentido.
Fue precisamente el mismo Dios el que así se lo hizo saber hace aproximadamente tres mil años a un monarca:
“Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7: 13-14).
Sin duda, la solución a ciertas crisis es más sencilla de lo que puede parecer… Que Dios los bendiga.
Fin de la serie
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