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Protestante Digital

 
Las razones de una diferencia (2)
21
 

El trabajo

En términos meramente históricos y religiosos, la Reforma del s. XVI significó un deseo decidido, ferviente y entusiasta de regresar a la cosmovisión de la Biblia.
LA VOZ AUTOR César Vidal Manzanares 09 DE ENERO DE 2013 23:00 h

INTRODUCCIÓN
«Durante los años 2011 y 2012 publiqué una serie de artículos en Libertad digital donde intentaba analizar las razones por las que naciones como España, Italia, Portugal, Argentina o México han tenido una trayectoria bien diferente a la de Estados Unidos, Gran Bretaña o Suecia. Apuntaba entonces a razones muy pocas veces tratadas en artículos y libros y la consecuencia fue un encadenamiento de ataques que incluyeron el llamamiento a boicotear mis libros en páginas web católicas. A un año de distancia, he releído esos artículos y creo que siguen siendo de enorme utilidad para un lector evangélico. En las próximas semanas, irán apareciendo en esta columna tal y como se escribieron. Sólo he querido añadir un post-scriptum que me resulta especialmente oportuno.»

Unas semanas antes del final de la pasada temporada, Carlos Alberto Montaner se preguntaba por las razones que explican el arraigo de determinados sistemas políticos y económicos en determinadas naciones (Estados Unidos, por ejemplo) y su fracaso en otras (Iberoamérica). Con muy buen criterio, Montaner rechazaba la explicación racista; no terminaba de ver que Weber tuviera razón en su tesis sobre el protestantismo y el espíritu del capitalismo y, finalmente, formulaba una serie de aspectos esenciales para el progreso de una sociedad. Este artículo es el primero de una serie en la que pretendo abordar el tema planteado por Carlos Alberto Montaner y darle una respuesta basada en criterios históricos.

La diferencia de España con otras naciones constituye uno de los temas más manidos de la Historia y la ensayística. Por razones generalmente interesadas, se ha insistido en que España es diferente –para lo bueno como "reserva espiritual de Occidente", para lo malo como nación especialmente atrasada – o, por el contrario, en que la diferencia no existe para subrayar que no somos peores que ingleses o franceses o para indicar que, en el fondo, todos somos iguales. Que España es diferente constituye una perogrullada. Lo es como lo son Italia, Francia o Alemania. Que esa diferencia es, en ocasiones, para bien y, en otras, para mal, no creo tampoco que pueda discutirse. Es obvio que su trayectoria es mejor que la de, pongamos, Uganda, pero no ha sido especialmente feliz durante siglos y en estos momentos no vive sus mejores momentos. Negar la diferencia atribuyéndola a una supuesta "hispanofobia" no pasa de ser una majadería colosal fruto de una ceguera propia de la ignorancia y el prejuicio. A lo largo de este artículo y de los siguientes intentaré mostrar que España es diferente fundamentalmente por su mentalidad; que no es única en esa mentalidad ya que comparte muchos aspectos de la misma con otras naciones que han tenido desarrollos históricos con interesantes –y previsibles – paralelos y que, en tercer lugar, esa mentalidad deriva de un hecho tan esencial como la opción religiosa que cristaliza en España de manera innegable en un período que va de la Expulsión de los judíos en 1492 a los primeros autos de fe con quemas de protestantes ya en el siglo siguiente. En ese período, los gobernantes españoles optaron por una posición clara y definida y eso influiría enormemente no sólo en el terreno religioso – como cabría esperar – sino en la conformación de una mentalidad concreta que ha llegado hasta el día de hoy y que ha ido modelando incluso el pensamiento de una izquierda española que, ocasionalmente, se pretende anti-católica, pero que es uno de los frutos más sazonados de la mentalidad católica.

En relación con la Reforma protestante del siglo XVI, no voy a entrar en cuestiones históricas que ya he tratado, por ejemplo, en El Caso Lutero, una obra que ganó el Premio de ensayo Finis Terrae. Tampoco me voy a adentrar en la descripción de posiciones doctrinales que –en mi opinión – son ajenas a este tema. Pero sí intentaré mostrar cómo el hecho de que España –como Italia, como Portugal, como Irlanda, como Grecia...– quedara fuera del cambio de mentalidad que significó la Reforma protestante tuvo enormes consecuencias que trascendieron del fenómeno religioso y modelaron la sociedad, la economía y la política.

En términos meramente históricos y religiosos, la Reforma del siglo XVI significó un deseo decidido, ferviente y entusiasta de regresar a la cosmovisión de la Biblia, una cosmovisión diferente de la que presentaba el catolicismo romano que, al menos desde el siglo IV, había ido sumando otros elementos procedentes del derecho romano, la filosofía griega y las culturas germánicas. La Reforma –como el Renacimiento – intentó pasar por alto la Edad Media y regresar a lo que consideraba una pureza primigenia corrompida desde hacía siglos. Como en el caso del Renacimiento, lo que logró no fue un regreso imposible a la Edad Antigua sino algo distinto, pero con un enorme poder de atracción y de sugestión. De entrada, su visión del trabajo, a la que me referiré en esta entrega, no pudo verse más alterada.

EL TRABAJO
Ya Eusebio, en el siglo IV, escribía: "Dos formas de vida fueron dadas por la ley de Cristo a su iglesia. Una es sobrenatural y sobrepasa la forma de vida común... Completa y permanentemente se separa de la vida común y ordinaria de la humanidad, y se dedica al servicio de Dios solo... Esa es la forma perfecta de vida cristiana. Y la otra, más humilde, más humana, permite a los hombres... dedicarse a la agricultura, al comercio, y a otros intereses más seculares al igual que a la religión... Y una especie de piedad de segunda clase se les atribuye". Esa diferenciación entre trabajos más o menos santos se fue fortaleciendo a lo largo de la Edad Media con aportes como pudo ser la visión de una sociedad esclavista como la romana o la caballeresca y militar de los pueblos germánicos.

Desde luego, a inicios del siglo XVI, nadie habría discutido que había trabajos más dignos y menos dignos; que ciertas ocupaciones no eran propias de los señores o simplemente de gente que se preciara e incluso que el trabajo era, a fin de cuentas, un castigo impuesto por Dios a nuestros primeros padres por su caída en el huerto del Edén. La Reforma presentó una visión radicalmente distinta del trabajo.

De entrada, el regreso a la Biblia permitió descubrir –¡más de un milenio para darse cuenta!– que Adán ya había recibido de Dios la misión de trabajar antes de la Caída y que esa labor consistía en algo tan teóricamente servil como labrar la tierra y guardarla (Génesis 2: 15). Aquel sencillo descubrimiento cambiaría la Historia de Occidente y con ella la de la Humanidad.

De manera radical. Lutero, por ejemplo, pudo escribir: "Cuando un ama de casa cocina y limpia y realiza otras tareas domésticas, porque ése es el mandato de Dios, incluso tan pequeño trabajo debe ser alabado como un servicio a Dios que sobrepasa en mucho la santidad y el ascetismo de todos los monjes y monjas". En su Comentario a Génesis 13: 13, el alemán señalaría en relación con las tareas de la casa que "no tienen apariencia de santidad, y, sin embargo, esas obras relacionadas con las tareas domésticas son más deseables que todas las obras de todos los monjes y monjas... De manera similar, los trabajos seculares son una adoración de Dios y una obediencia que complace a Dios". Igualmente en su Exposición del Salmo 128: 2 añadiría: "Vuestro trabajo es un asunto muy sagrado. Dios se deleita en él y a través de él desea conceder Su bendición sobre vosotros".

Calvino –al que se suele asociar un tanto exageradamente con la denominada ética protestante del trabajo – fue también muy claro al respecto. En su Comentario a Lucas 10: 38 afirmó: "Es un error el afirmar que aquellos que huyen de los asuntos del mundo y se dedican a la contemplación están llevando una vida angélica... Sabemos que los hombres fueron creados para ocuparse con el trabajo y que ningún sacrificio agrada más a Dios que el que cada uno se ocupe de su vocación y estudios para vivir bien a favor del bien común".

Los reformadores menos conocidos no fueron menos explícitos que Lutero y Calvino en su rehabilitación de trabajos considerados como punto menos que infames en la Europa de la Contrarreforma. William Tyndale –que tradujo el Nuevo Testamento del griego original al inglés y murió en la hoguera por orden del rey Enrique VIII – escribió: "existe una diferencia entre lavar platos y predicar la Palabra de Dios, pero en lo que se refiere a complacer a Dios, no existe ninguna en absoluto". William Perkins, uno de los teólogos puritanos más relevantes, señalaría: "La acción de un pastor que guarda las ovejas... es tan buena obra ante Dios como la acción de un juez que dicta sentencia, o un magistrado que gobierna o un ministro que predica". Tal y como afirmaría también Perkins, la gente puede servir a Dios "en cualquier clase de vocación, aunque sea barrer la casa o guardar ganado". Otro puritano, Richard Steele, en un texto llamado de manera bien significativa The Trademan´s Calling (La vocación del comerciante), afirmó que en el comercio "se puede esperar de la manera más confiada la presencia y la bendición de Dios", pero sobre el comercio en concreto regresaremos en otra entrega futura de esta serie.

Para los autores protestantes, la base para llegar a esa conclusión no estaba sólo en los textos de la Biblia en general, sino, de manera muy especial, en el propio Jesús. Hugh Latimer, por ejemplo, señaló: "Es una cosa maravillosa que el Salvador del mundo, y el Rey sobre todos los otros reyes, no se avergonzara de trabajar, sí, y de emplearse en una ocupación tan sencilla. De esa manera, santificó todas las formas de trabajo". John Dod y Robert Cleaver volverían a ese tema afirmando que "el gran y reverendo Dios no despreció el comercio honrado... por humilde que fuera, sino que lo coronó con su bendición".

Desde luego, la línea estaba claramente definida y era uniforme en cualquiera de las iglesias nacidas de la Reforma. Como señalaría un panfleto publicado a finales del siglo XVII en Inglaterra con el revelador título de Paul the Tentmaker (Pablo, el fabricante de tiendas), el protestantismo había impulsado un "deleite en los empleos seculares".

Semejante visión brillaría por su ausencia en aquellas partes del mundo donde no triunfó la Reforma. En España, por ejemplo, en 1492 se había expulsado a unos judíos que tenían una visión del trabajo idéntica a la de los protestantes e, iniciado el siglo XVI, éstos tendrían que optar entre la hoguera o el exilio. Porque, desde luego, la visión del trabajo de los motejados como herejes era clara desde el principio y nada se parecía a la católica. Así, mientras se ventilaba la supervivencia de España como primera potencia de Europa, la nación siguió uncida a la idea de lo intolerables e infames que podían ser ciertos trabajos.

Sus adversarios protestantes –que debieron dar gracias al Altísimo por ello– tenían un punto de vista muy diferente y, a pesar de tratarse, en general, de naciones más pobres y pequeñas, el resultado no pudo serles más favorable. Mientras Velázquez pintaba figuras regias y religiosas y se tomaba un respiro con bufones y tontos, el protestante Rembrandt retrataba escenas bíblicas y también pañeros (sí, pañeros) o a los médicos en medio de una lección de anatomía. Eran dos cosmovisiones bien distintas y no deja de ser revelador que la vencedora fuera la nación pequeña de Rembrandt con menos hidalgos quizá, pero más entusiasmo por el comercio y el trabajo manual. Sin embargo, ni siquiera las derrotas españolas provocaron un cambio de mentalidad con respecto al trabajo. En fecha tan tardía – los protestantes llevaban ya más de dos siglos y medio de ventaja en la idea de impulsar la bondad de cualquier trabajo – como el 18 de marzo de 1783, Carlos III mediante una Real Cédula intentó acabar con la "deshonra legal del trabajo". En otras palabras, como habían pretendido Lutero, Calvino o los puritanos, Carlos III señalaba que ningún trabajo honrado era deshonroso. El intento del monarca ilustrado era excelente, pero chocaba con una mentalidad arraigada a lo largo de siglos. No es que los españoles fueran vagos como se suele repetir injustamente –y, al respecto, basta con ver el resultado que dan fuera de España – pero no creían que el trabajo tuviera el mismo valor que le dan aquellos que nacieron y crecieron en naciones donde triunfó la Reforma protestante.

Esa mentalidad sigue más que presente a día de hoy. Hasta qué punto es así puede quedar ilustrada por dos anécdotas que, a mi juicio, resultan notablemente significativas.

La primera es uno de los énfasis fundacionales del Opus Dei que subraya, con matices, la posibilidad de santificación en cualquier ocupación. Semejante circunstancia se ha señalado en repetidas ocasiones como una señal de que san José María Escrivá de Balaguer fue un avanzado a su tiempo. Quizá lo fuera en el mundo católico, pero lo cierto es que la novedad llevaban viviéndola en el mundo protestante desde hacía ya casi medio milenio. En otras palabras, quizá el bosquimano que, por primera vez, utilizó un encendedor pueda ser considerado por sus congéneres como un avanzado, pero, en relación con Occidente, es dudoso que se le pueda calificar de esa manera.

La segunda anécdota quizá resulte incluso más reveladora. En los años sesenta del siglo pasado, Alfonso Paso era, con todos los merecimientos, el dramaturgo español de más éxito. Llegó a ver representadas a la vez hasta ocho obras suyas en diferentes teatros de Madrid. Tanta era su fama que, de manera excepcional, se le abrió la posibilidad de estrenar en Broadway. Paso escogió para tan notable éxito una comedia titulada El canto de la cigarra. La obra era muy buena y había disfrutado de una gran acogida en España, pero en Estados Unidos fracasó estrepitosamente tan sólo porque los norteamericanos no la comprendían. ¿Razón? La comedia glorificaba la figura de un vago simpático y los norteamericanos no llegaban a captar quién podía ver como algo divertido la holgazanería. A día de hoy, ellos –como los británicos, los suecos o los holandeses – tampoco consiguen entender, por ejemplo, por qué en España se paga un plus de puntualidad por llegar al trabajo a la hora. Los “pobres nórdicos” no aciertan, por lo visto, a darse cuenta de que, a diferencia de ellos, España nunca asimiló lo que Weber denominó la "ética protestante del trabajo". En eso, España fue y sigue siendo diferente.

POST-SCRIPTUM
Y en estos meses la situación no ha mejorado. Por el contrario, buena parte de las huelgas – algunas verdaderamente salvajes y dañinas – que está sufriendo España están relacionadas sólo con el mantenimiento de privilegios de funcionarios que no arriesgan su puesto de trabajo si trabajan poco y mal. El sueño de millones de españoles está en trabajar “en un trabajo donde no se trabaje” o “se trabaje poco”. Y, por desgracia, esa mentalidad se percibe incluso entre creyentes que pretenden que determinadas tareas eclesiales son más “santas” y que autorizan ciertos privilegios. En ésta, como en otras cuestiones, lamentablemente, hay gente que salió de la iglesia de Roma, pero la iglesia de Roma no salió de ellos. Las consecuencias históricas han sido nefastas - ¿acaso nadie ha visto donde ha empezado a resquebrajarse la zona euro? – y lo seguirán siendo mientras no se perciban estas verdades bíblicas a las que seguiré refiriéndome en las próximas semanas.
 

 


16
COMENTARIOS

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roberto
04/02/2013
01:07 h
16
 
Totalmente de acuerdo. El sistema actual de como cosiderar, medir y pagar el trabajo es injusto, y dañino. Es peligroso, injusto , abusivo para el emprendedor o inversor. El Cesar reclama lo que es de el. Solo Dios puede bendecir.Dios no necesita tu dinero para bendecirte.
 
Respondiendo a roberto

Duometri
16/01/2013
23:31 h
15
 
Estimado Russ: Dejando aparte el hecho de que no fueron las cosas como Ud. las cuenta, hace doscientos años que nos echaron de allí. ¿No cree que si en ese tiempo no han sido capaces de progresar, no ha sido por culpa de España? Saludos cordiales.
 
Respondiendo a Duometri

XAVIER
15/01/2013
11:45 h
14
 
Me adhiero a lo que opina el funcionario protestante. Don César tiene fijación en contra de los funcionarios públicos. Parece ignorar que ser funcionario público es también una vocación, como la de emprendedor, la de fontanero o comerciante. Como toda vocación tiene sus rosas y sus espinas. Que no confunda la cosmovisión protestante con su ideología privatizadora y neo-con. Parece que cae en lo mismo que parece criticar. Para este señor el ser funcionario y mira que hay clases de funcionarios, no es una profesión donde se pueda servir a Dios.
 
Respondiendo a XAVIER

Rosa Jordán de Franco
14/01/2013
09:01 h
13
 
Russ, Ninguna conquista ha sido incruenta. La conquista de los Piel Roja de N.A., nada q' ver con la de los de Mesoamérica. Dicen que un general inglés decía a su tropa: 'Entre + indios matemos hoy, menos tendremos que matar mañana.' En mi país hubo explotación y abuso, pero no exterminio. Mucha de la victoria española se debió a traición de los indios a sus enemigos de la misma raza. Sucedió en México, en Guatemala y no sé si en Perú y otras regiones. El hombre traiciona por despecho y los vencidas traicionaron a las tribus vencedoras. No sé si eres indígena puro, no lo creo, en todo caso, lo que pasó, pasó hace más de 500 años, y ese odio, no tiene sentido, es una pena. Si hubieran los esp
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Russ
13/01/2013
23:29 h
12
 
Los españoles invadieron nuestro pais y asesinaron a muchas generaciones de indigenas, violaron a las mujeres , robaron sus tierras, y los que quedaron fueron esclavos, solo por el oro. Ladrones y asesinos Hoy nuestro pais experiementa hace 15 años un crecimiento notable, no por la inffluencia de estos ladrones, sino por el esfuerzo de los migrantes de la sierra del pais a las ciudades, demostrando el coraje y cultura de sus ancestros, una veneracion al trabajo y al emprendimiento, dejando atras todo idealismo quijotesto o Holgazaneria al estilo de Sancho.
 
Respondiendo a Russ

Ricardo
12/01/2013
12:24 h
11
 
Y la comida D. César, qué me dice de la comida. Donde se pongan unas gachas o migas con chorizo y torrecnoz -países católicos- que se quiten las hamburguesas -protestantes.
 
Respondiendo a Ricardo

Domingo
12/01/2013
12:24 h
10
 
Como muchos, me uno al boicot de los libros de Don César, quiero aclararlo. Menos mal que en latinoamerica es un gran desconocido y sus libros no existen.
 
Respondiendo a Domingo

Domingo
12/01/2013
12:24 h
9
 
Si Sr. Mario, los protestantes procedieron a la aniquilación casi completa de los indigenas norteamericanos, los que fueron suplantados por la población europea, nada de mestizaje, nada de misionar para convertirlos al cristianismo. Pero de eso más vale no hablar diría Don césar.
 
Respondiendo a Domingo

Domingo
12/01/2013
12:25 h
8
 
Este Don Cesar si tiene cara y no es poca cosa. Ni hablar de las cuestiones de tipo cultural-antropologico-climatologico que determinan el ser social de los paises ... 'puras mentiras', Don César tiene la clave. Todo es simple para don César, la cuestión está en ser o no protestante. Aplausos. Perdón la ironía.
 
Respondiendo a Domingo

Josean
11/01/2013
08:49 h
7
 
Lo peor de todo es leer a protestantes que en España están tan imbuidos de esa mentalidad romanista que no aceptan una cosa tan obvia como que el romanismo no ha traído sino atraso y miseria allí donde se ha implantado. Que Hitler y sus colaboradores fuesen en su mayoría romanistas dice mucho también.
 
Respondiendo a Josean

Mario mexicano
11/01/2013
08:49 h
6
 
Muy cierto lo que dice. En América Latina, heredamos mucho de ese trasfondo. Sin embargo, aún protestantes, damos gracias a Dios que fueron católicos los que conquistaron estas tierras, pues al menos dejaron sobrevivientes y se mezclaron, no como los hermanos ingleses protestantes que arrasaron con los antiguos pobladores de Norteamérica. Ni el catolicismo es tan malo, ni el protestantismo tan bueno. Hay luces y sombras, pero la luz que resplandece y permanece es el Evangelio de Cristo sobre cualquier denominación. España saldrá adelante aumentando su fe en Dios. Católicos y protestantes debemos luchar juntos para desterrar la avaricia que desgarra al mundo actual y separa familias.
 
Respondiendo a Mario mexicano

Luis Mendez
11/01/2013
08:49 h
5
 
Que tenerle devuelta don Cesar!!!!
 
Respondiendo a Luis Mendez

Rosa Jordán de Franco
11/01/2013
00:08 h
4
 
¿Dar premio por llegar puntual al trabajo? Los hispanoamericanos, no sé si todos, pero en mi país, cuando se hace una invitación, se suele dar por lo menos una media hora antes, porque ya se sabe que muchos llegarán tarde. Con la influencia 'gringa', actualmente somos más puntuales; pero ignoraba a quién le debíamos la herencia de impuntualidad y de retraso económico, que es causa también del retraso tecnológico y de repente del intelectual, aunque Latinoaméria tenía universidades: Sto. Domingo, Perú, Guatemala, mucho antes que Estados Unidos. No recuerdo si ví por TV o leí el artículo de Montaner, donde se refiere a la ventaja económica de los países protestantes sobre los católicos, infiri
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Funcionario Protestante
11/01/2013
00:08 h
3
 
Me gustaría saber qué opinaba el señor César Vidal cuando los funcionarios 'privilegiados' cobraban (desde hace muchísimos años) menos que sus homólogos no-funcionarios. No todos somos vagos. Ese cliché debería borrarse del mapa. También hay funcionarios protestantes que se trabajan más y mejor que muchas empresas.
 
Respondiendo a Funcionario Protestante

Eulalia
11/01/2013
00:08 h
2
 
Me gusta la ampliación que hace Pablo en Efesios 4:28 al mandamiento de No robar: Si alguno robaba, no robe más, sino que se esfuerce trabajando honradamente con sus propias manos para que pueda ayudar al que está necesitado. Creo que sólo el que se esfuerza trabajando HONRADAMENTE es quien únicamente ayuda de corazón. Pero el romanismo siempre se interesó mas por el capital que por el trabajo y por eso estamos donde estamos.
 
Respondiendo a Eulalia

THENEWPURITAN
10/01/2013
12:47 h
1
 
Como cristiano-catolico, no puedo de dejar de ver los errores que se han cometido...Y a pesar de algunos...Don Cesar tiene mas razon...
 



 
 
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