De manera totalmente casual, concluyo esta serie cuando la Unión Europea anuncia que Irlanda, nación católica casi por antonomasia, tendrá que ir a la quiebra seguramente en 2011; cuando los PIGS de esa Unión Europea son naciones católicas –con la excepción de Grecia-; cuando la seriedad económica en esa misma Unión Europea está representado por naciones que experimentaron la Reforma; cuando Hispanoamérica cumple doscientos años con una clara incapacidad para vencer problemas que ya resulta imposible achacar a España o a los Estados Unidos; cuando España sigue dando vueltas sobre sus males seculares –la superstición, la ignorancia, la estupidez y el sectarismo– e incluso alguna política pide -¡literalmente!- que se arrojen mis libros a las llamas y cuando la sociedad norteamericana reacciona en torno a un grupo social, el
Tea party, que entronca con la tradición de libertad de los puritanos ingleses y los Padres Fundadores.
Por supuesto, se podrá decir que es algo casual, pero, como señalaba F. D. Roosevelt, cuando en política se dan casualidades es porque han sido cuidadosamente preparadas.
La Reforma del s. XVI constituye una cima en la Historia de la Humanidad y, como han señalado historiadores no protestantes, el inicio de la modernidad. A ella debemos avances extraordinarios como la democracia moderna con la división de poderes, la revolución científica o el desarrollo del sistema capitalista.
Para algunos esas afirmaciones resultarán escandalosas, pero la triste realidad es que ningún sistema sin división de poderes ha sido más justo y más libre; ninguna sociedad sin avances científicos ha sido mejor que aquella que los disfruta y que ningún sistema económico ha proporcionado más bienestar incluso para los más pobres como el capitalismo. Del agua corriente al dentífrico, de la luz eléctrica a las urnas, de la libertad de prensa a la tarjeta de crédito, de la odontología moderna al conocimiento del cosmos -y podría continuar con un largo etcétera- todo se lo debemos a ese inmenso flujo de libertad y decencia que significó el regreso a las Escrituras en el s. XVI.
Por el contrario, cuando una sociedad se ha apartado de ese camino, en mayor o menor medida, lo que ha encontrado ha sido la pobreza, la injusticia, la intolerancia y la violencia como forma de expresión política generalizada.
No sorprende que para impedir el avance de las ideas bíblicas recuperadas por la Reforma se recurriera desde el inicio a la pira de la Inquisición y al potro de tormento, a la persecución y a la quema de libros, a la mentira y a la propaganda. Muchas de aquellas mentiras, buena parte de aquella propaganda se han continuando propalando hasta el día de hoy siquiera porque siempre que la Biblia ha podido leerse y predicarse con libertad el avance del protestantismo ha sido espectacular y el retroceso de otras visiones religiosas – en especial, el catolicismo – no menos impresionante. A fin de cuentas, como dice el evangelio de Juan, las tinieblas no pueden aherrojar la Luz.
Sobre esa circunstancia concreta pivota la desgracia secular de naciones como España, Portugal, Irlanda, Italia o las repúblicas hermanas de Hispanoamérica y hasta que no se comprenda esa tremenda realidad y se corrija no será posible enmendar los destinos aciagos de esos pueblos y sí resultará más que frecuente que se engolfen por caminos extraviados que sólo traen hambre, injusticia y vergüenza. Al respecto, los ejemplos de Cuba o de la Venezuela actual son paradigmáticos, pero no únicos ni excepcionales.
Aún me permitiría detenerme algo más en esta afirmación.
En la medida en que las iglesias evangélicas difundan el mensaje de la Biblia tal y como lo hicieron los reformadores de antaño serán sal y luz para las naciones en que están asentadas; en la medida en que, por el contrario, se conviertan en una versión “evangelical” del catolicismo con su venta de indulgencias, su adoración a los santos, sus supersticiones y sus hombres colocándose en lugar de Dios para recibir culto, se convertirán en sal que pierde su sabor y que sólo merece ser arrojada fuera para que la pisen los que pasan.
Esa circunstancia, nos enfrenta necesariamente con la reflexión relacionada con la
necesidad de una nueva Reforma en estos albores del s. XXI, pero a ese tema, Dios mediante, dedicaré mi próxima serie. Hasta entonces que Dios les bendiga.
Si quieres comentar o