La respuesta es amplia, pero en las siguientes líneas voy a señalar cuatro comportamientos ineludibles.
1.- Ser fiel.
Ante todo, la iglesia ha de ser fiel a su misión de predicar el Evangelio sin adulteraciones, componendas o restricciones. A decir verdad esa es su misión fundamental y es eso precisamente lo que hallamos en el libro de los Hechos.
Cuando el Sanhedrín amenazó a los apóstoles –a los que, seguramente, hubiera tolerado como una secta judía más si no se hubieran empeñado en anunciar juicio y arrepentimiento– la respuesta de los discípulos de Jesús fue clara y tajante:
“No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (
Hechos 4:20).
Lo que habían visto y oído era que aquellos dirigentes religiosos –y no poca gente piadosa– habían vuelto la espalda a Dios, entregado al mesías a los romanos y cargado con una culpa y un juicio ineludibles (
Hechos 2:22-42).
Cuando la amenaza del Sanhedrín se concretó de manera violenta, la respuesta de los apóstoles volvió a ser contundente:
“Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” (
Hechos 5:29). Estamos llamados, por encima de todo, a ser fieles a nuestra misión.
2.- No doblegarse y pedir fuerza para cumplir con su misión.
Esa actitud de fidelidad debe ser respaldada por la iglesia decidida a no rendirse y a colocar su destino en manos del Señor de la Historia.
No deja de ser significativo que ante un embate de persecución por parte del Sanhedrín la respuesta de los primeros discípulos no fuera pedir el verse libre de aquella dolorosa situación sino comprender que no podía esperarse otra cosa (
Hechos 4:24), reconocer que detrás de las peores acciones Dios sigue manteniendo el control de la Historia (
Hechos 4:28) y suplicar a Dios valor y fuerza para seguir predicando sin cesar (
Hechos 4:29-30).
3.- Ayudar a los que pasen necesidad.
La persecución no sólo plantea el riesgo de violencia o de cárcel. A decir verdad, esas circunstancias suelen ser excepcionales salvo en épocas y naciones muy concretas. Sí están muy presentes los riesgos de dificultades laborales, presiones sociales o estrechez económica.
La comunidad local debe estar más que preparada para enfrentarse con esas situaciones consciente de que es parte de un solo Cuerpo, el de Cristo. Al respecto, no deja de ser significativo que uno de los pocos ejemplos de profecía que aparece en el Nuevo Testamento se refiera a una dificultad futura que implicaría decisiones económicas (
Hechos 11:27-30).
También llama a reflexión que el apartado de recompensas por la ayuda mutua lo coloque Jesús en el seno de una predicación dedicada al tema de la persecución (
Mateo 10:38-42). Si la reacción desea ser eficaz, rápida y deseable la iglesia debe haber asumido mucho tiempo atrás que seguir a Jesús significa tomar la cruz a diario y ayudarse mutuamente en ese cometido.
4.- Actuar con sabiduría.
El último aspecto al que deseo referirme ahora es a la sabiduría. En teoría, la persecución no debería sorprender a nadie porque Jesús insistió en que nos enviaba como a ovejas en medio de lobos (
Mateo 10:16). Históricamente, no ha sido siempre así.
Es más. En algunos casos, los creyentes han colaborado ingenuamente con sus futuros perseguidores durante un tiempo pensando que buscaban metas cercanas al Evangelio o – lo que es peor – que tenían enemigos comunes.
Por supuesto, cuando el hecho se halla en el pasado –como sucede con el nacional-socialismo alemán- resulta fácil criticarlo y rasgarse las vestiduras. Sin embargo, deberíamos orar pidiendo sabiduría para no cometer en el presente errores similares.
Pero de eso y de otros temas hablaremos, Dios mediante, la semana que viene.
Continuará
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