Naturalmente, la cuestión que se plantea ahora es la de a qué podemos atribuir el éxito en algún momento de la teología de la liberación tanto dentro como fuera de la iglesia católica.
En términos generales, la expansión de la teología de la liberación en el seno del catolicismo estuvo vinculada directamente a los avances de las dictaduras de izquierdas en Hispanoamérica. Previamente abierto el camino por movimientos como Cristianos por el socialismo – que eran ciertamente socialistas, pero cuyo cristianismo no había manera de encontrarlo - la teología de la liberación llegó a su punto máximo de influencia cuando existía una dictadura socialista en Nicaragua y parecía que regímenes similares al cubano o al nicaragüense podían aparecer en naciones como El Salvador, Honduras o Guatemala.
De manera bien significativa, la derrota de los sandinistas, la caída del muro de Berlín y el aislamiento de Fidel Castro significaron el final práctico – y lógico - de la expansión de la teología de la liberación. Los escasos residuos que sobreviven en la actualidad están formados por los que esperan que Hugo Chávez o Evo Morales resuciten aquella etapa revolucionaria o incluso por los que, como el español Tamayo, creen que se puede elaborar una teología de la liberación islámico-cristiana.
A esos motivos para el avance de la teología de la liberación de manera global se suman otros en el ámbito personal. No son incompatibles entre si y, de hecho, en una persona se pueden sumar dos o más:- La ignorancia: resulta obvio que la teología de la liberación tiene un mensaje profundamente antibíblico… lo que pueden detectar aquellos que conozcan la Biblia. Para los que la ignoran, la predicación liberacionista puede parecer tan convincente como la de testigos de Jehová, adventistas o mormones para éstos.
- El prejuicio político: la teología de la liberación contiene – y no lo oculta del todo – un fuerte contenido marxista. Se trata, pues, de una teología de izquierdas. No puede negarse que para muchas personas resulta atractiva no por su contenido, sino por la sintonía con las propias posiciones ideológicas.
- El deseo de cambio social: a lo anterior puede sumarse un deseo de cambio social que, ciertamente, es propugnado por la teología de la liberación.
- Semejante razón resulta empero tristemente superficial porque cambios sociales han sido propugnados por Lenin, Stalin, Mussolini, Hitler o Mao y no da la sensación de que fueran deseables ni mucho menos de que se realizaran sin un enorme derramamiento de sangre. Confundir el propio deseo de cambio social con que la receta ofrecida es la adecuada constituye un profundo error cuando no una manifiesta irresponsabilidad y en el terreno de lo espiritual, esa actitud se agrava aún más si cabe.
- La ausencia de estudio de las Escrituras: de manera verdaderamente pavorosa, la lectura – no digamos ya el estudio – de la Biblia ha disminuido espectacularmente en las últimas décadas. Dado que el número de conversiones se ha incrementado de forma considerable tenemos que llegar a la conclusión inquietante de que en el ámbito evangélico existen inmensas masas de creyentes que se encuentran sujetos a la posibilidad de verse arrastrados por cualquier “viento de doctrina”. Si uno dirige la vista atrás, tan sólo unos años, se sorprende al contemplar la cantidad de modas que tuvieron su minuto de gloria y que luego desaparecieron simplemente porque no tenían raíces en la Palabra. Lamentablemente, mientras gozaron de predicamento causaron mucho daño. El caso de la teología de la liberación no es diferente. De hecho, de la misma manera que un testigo de Jehová que lee la Atalaya piensa que profundiza en la Biblia, no pocos de los lectores de Boff o Sobrino creen que están ahondando en las Escrituras. Gravísimo error en ambos casos.
Y con esto llego a una cuestión que, a mi juicio, también está relacionada con el complejo católico y que es la sustitución de la Palabra por modas, maestros humanos y jerarquías de diverso tipo. Pero de eso, con la ayuda del Señor, hablaré otro día… a ver si nos enteramos.
CONTINUARA
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