Por supuesto, la Teología de la liberación no puede prescindir de Cristo – a fin de cuentas se presenta como cristiana – pero el que predica no tiene apenas punto de contacto con la Escritura.
1.- El Cristo de la Teología de la liberación es un hombre… imperfecto. Que Cristo no es Dios es algo que se da por descontado, de manera directa o indirecta, en la mayor parte de los teólogos de la liberación. Jon Sobrino, por ejemplo, excluye directamente la divinidad de Cristo o la doctrina de que Dios se encarnara de su teología a pesar de que es uno de los autores liberacionistas que se jacta de haber escrito una cristología. Tamayo, uno de los seguidores españoles que aún quedan de la Teología de la liberación, afirma expresamente en su obra principal: “Cristo no es Dios”. La afirmación no es extraña en alguien que propone en su página web aunar esfuerzos entre los seguidores de la teología de la liberación y los musulmanes e incluso canta las alabanzas del ayatollah iraní Jomeini. Sin embargo, hay que reconocer que choca con doctrinas bíblicas esenciales.
Esta misma línea la hallamos en textos más divulgativos de la Teología de la liberación como “Un tal Jesús” de los hermanos Vigil – un verdadero fenómeno mediático de perversión de los textos evangélicos- o en las obras de Ernesto Cardenal, sacerdote que fue ministro del gobierno sandinista en Nicaragua.
En términos generales, Jesús es un hombre que, por añadidura, cometió errores y tuvo equivocaciones. Por ejemplo, son varios teólogos de la liberación – volveremos sobre el tema más adelante – los que afirman que Jesús esperaba el fin del mundo para su época y que, obviamente, erró en los cálculos.
2.- El Cristo de la Teología de la liberación no cumplió las profecías del Antiguo Testamento. Además del marxismo, la metodología de la Teología de la liberación utiliza como instrumento la penosa exégesis modernista de los siglos XIX y XX que despedaza los textos bíblicos sin el menor respeto ni sentido.
Al descartar el carácter real de las profecías, difícilmente podría interesarse en que éstas se cumplieron en Jesús. Por el contrario, los libros del Antiguo Testamento son vistos como una retahíla de afirmaciones contradictorias – y no pocas veces desechables – donde se recogen los anhelos de liberación social de Israel. El “así se cumplieron las Escrituras” que tanto aparece en el Nuevo Testamento carece de sentido para los teólogos de la liberación.
3.- El Cristo de la Teología de la liberación no hizo milagros. Obviamente, un Jesús reducido a la categoría de mero hombre con defectos y limitaciones difícilmente pudo realizar milagros.
Resulta casi cómico ver cómo los teólogos de la liberación eluden referirse a los milagros de Jesús – en los que, obviamente, no creen – o cómo intentan representarlos de manera simbólica y negándole su carácter sobrenatural. Frei Betto, por ejemplo, explica cómo la multiplicación de los panes y los peces nunca sucedió sino que es una bella parábola para enseñar la solidaridad. Claro que hay otras interpretaciones de textos aún peores. Los hermanos Vigil, por ejemplo, convierten el episodio de las espigas recogidas en sábado (Mateo 12, 1-8 y par) en una ocupación campesina de tierras lo que, dicho sea de paso, es un claro ejemplo de sectarismo político y de falta de respeto por las Escrituras.
4.- El Cristo de la Teología de la liberación no resucitó. Como era de esperar, uno de los escollos fundamentales para tan viciada teología es el de explicar la resurrección de Cristo. En términos generales – siguiendo la exégesis modernista – los teólogos de la liberación rechazan la historicidad de los relatos evangélicos de la resurrección, pero difieren a la hora de darles una explicación. Por ejemplo, los hermanos Vigil en “Un tal Jesús” interpretan el episodio relatado por Pablo en I Corintios 15, 6 como un caso de histeria colectiva en el que, por supuesto, Jesús no apareció.
Ernesto Cardenal – y con él otros – ha señalado que Jesús no se levantó de los muertos, pero que su resurrección simboliza cómo sigue viviendo en las comunidades que luchan por la liberación (extraordinaria forma de corromper las Escrituras, dicho sea de paso) y en una línea semejante abundan otros autores. Basta releer a los teólogos de la liberación para comprobar que, al fin y a la postre, han vaciado a la resurrección de su contenido para transformarlo en algo muy diferente.
5.- El Cristo de la Teología de la liberación no murió para redimir al género humano. A nadie puede sorprender que con esa cristología, la Teología de la liberación prive a la cruz de todo contenido salvador. Jesús puede ser un ejemplo – incluso un ejemplo peculiar y cualificado – del que muere por la injusticia de los poderes religiosos y políticos, e incluso un ejemplo para los que sufren injustamente. Sin embargo, su muerte no es expiatoria ni redentora.
No deja de ser significativo cómo Leonardo Boff al analizar el tema de la expiación en el Nuevo Testamento, primero, le quita su carácter general ligándolo artificiosamente con las doctrinas judías de la época de los Macabeos y, segundo, afirma –disparatadamente– que la idea de la expiación sólo aparece en realidad en la epístola a los Hebreos y de manera muy secundaria. Por supuesto, ni una palabra sobre la doctrina de la expiación en el Antiguo Testamento o el papel del siervo de YHVH. Y Boff por lo menos algo dice porque la doctrina de la expiación brilla por su ausencia en la inmensa mayoría de los teólogos de la liberación.
A todo lo anterior podrían sumarse muchos aspectos de la cristología liberacionista que sólo pueden causar horror a la persona que ama la Palabra de Dios. Por ejemplo, se cuestiona si Jesús nació en Belén, la veracidad de las genealogías evangélicas, sus apariciones tras la Pascua y un largo etcétera.
En ese sentido, la Teología de la liberación presenta a “otro Cristo” y siguiendo el mandato de Pablo debería ser rechazada (Gálatas 1, 6 ss). Como veremos en la próxima entrega, también predica otro evangelio… A ver si nos enteramos…
CONTINUARÁ
Si quieres comentar o